Políticas

23/2/2019

Otto Vargas y el PCR, un balance histórico

Ha fallecido Otto Vargas, secretario general del Partido Comunista Revolucionario (PCR). Su vida está íntimamente ligada al partido del cual fue fundador y constructor.


En sus inicios militantes, a fines de los 40 –según me confesó personalmente en una reunión de direcciones entre nuestros dos partidos– estuvo tentado de incorporarse a un agrupamiento que se reclamaba trotskista en La Plata. Pero finalmente lo hizo al Partido Comunista Argentino (PCA) dirigido por Victorio Codovilla. Ahí se desarrolló como un cuadro internacional, viajando a las escuelas de formación del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).


En 1967, precipitó la ruptura de la mayoría de la juventud del PCA. En una primera etapa se planteó “la recuperación revolucionaria” del PCA, ligándose a un sector de la burocracia del PCUS. Pero a principios de 1968 terminó constituyendo el PCR.


Su ruptura con el PCA codovillista fue parte del proceso de crisis del viejo aparato stalinista mundial y del ascenso revolucionario que produjo la revolución cubana, entre cuyas manifestaciones se cuentan el Mayo Francés y la guerra de Vietnam. La revolución cubana fue atacada y resistida por el PCA y el aparato internacional del PCUS. Uno de los factores que influyó en la constitución del nuevo Partido, fue la traición abierta del PCA y el PCUS, junto al PC boliviano, a la lucha del Che Guevara en Bolivia. Esa traición fue denunciada en el Diario del Che y por Fidel Castro. En 1967, nuestro Partido y el Comité de Recuperación Revolucionaria del PC, dirigido por Otto Vargas, llegaron a sacar declaraciones comunes llamando a movilizarse en apoyo al Che.


Años más tarde (1972), en el marco de la crisis y polémica internacional entre el PCUS y el Partido Comunista Chino (PCCh), el agrupamiento de Vargas se volcó abiertamente al maoísmo, encontrando en el mismo un punto de apoyo contra el PCA ligado a la burocracia “revisionista” rusa. La lucha interburocrática China-URSS había llevado a los primeros a ensalzar a Stalín, que venía de ser defenestrado en el XX Congreso del PCUS, en un intento por contener y desviar el creciente descontento de la clase obrera de la URSS. Otto Vargas cambió de referencia internacional, pero mantuvo a Stalin como referencia histórica. Su descubrimiento del carácter restauracionista de la burocracia de la URSS no le permitió caracterizar que el mismo proceso estaba en desarrollo en China. Ese mismo año Nixon viajó a Pekin para establecer un ‘acuerdo’ con Mao. En corto tiempo (1979) el mismo Otto Vargas llegó a la conclusión que en China estaba en pleno desarrollo el proceso de restauración burocrática del capitalismo.


Vargas, sin embargo, se atrincheró en la defensa la concepción menchevique del stalinismo: la llamada revolución por etapas con la burguesa democrática al frente, y la búsqueda desesperada de sectores progresistas de la burguesía nacional con los cuales hacer frente común. Ello, contra los intentos de organización política independiente de la clase obrera para acaudillar la lucha por la revolución permanente y la dictadura del proletariado.


Al poco tiempo de su nacimiento, el PCR intervino protagónicamente en el proceso del ‘cordobazo’ y estableció acuerdos de trabajo, aunque con diferentes estrategias, con nuestro PO. Fue así que se conformó la lista Marrón dirigida por René Salamanca, que integramos y recuperó el combativo SMATA Córdoba. Pero la sujeción a la burguesía nacional llevó al PCR a considerar al gobierno de Perón e Isabelita progresivo y antiimperialista y a apoyarlo activamente. Esto, a pesar de que ese gobierno se constituyó en eje de la reacción contra el proceso revolucionario abierto con el ‘cordobazo’, desarrollando una fuerte política represiva contra las luchas de la clase obrera y la izquierda, implantando el “Pacto Social” (tregua impuesta a la lucha de los trabajadores); el terror parapolicial y burocrático contra sectores combativos de la vanguardia obrera y estudiantil; la intervención y represión del sindicato clasista metalúrgico de Villa Constitución, y otros ataques a la clase obrera. En el plenario clasista y antiburocrático de Villa Constitución (1974), el PCR se opuso a la formación de una Coordinadora Nacional propuesta por nuestro Partido y otras organizaciones para articular las luchas contra el Pacto Social. Después de la muerte de Perón, el PCR defendió abiertamente al gobierno de Isabelita-López Rega, criticando las luchas que lo desestabilizaban y considerándolas parte de una tendencia golpista (ver la carta de autocrítica de Salamanca a los obreros del SMATA, de 1975, donde subordina las huelgas ‘económicas’ a la defensa antigolpista del gobierno). Con otro discurso, el PCR estaba colocado en el mismo terreno que el PCA, con el que había roto.


El golpe militar de 1976 ilegalizó al PCR, al igual que al PO y otras organizaciones. Durante gran parte de este período su oposición estuvo encuadrada en el terreno de la burocracia china, que consideraba a la dictadura como ‘pro rusa’, mientras hacía la vista gorda frente a la dictadura chilena pinochetista anti URSS.


Al finalizar la dictadura, el PCR volvió a apoyar al nacionalismo burgués peronista en la candidatura de Luder, el presidente del Senado de Isabel Perón que avaló la intervención del ejército en la represión a los trabajadores a partir de la huelga general de 1975 (antecedente del golpe militar del 76). Nuevamente se encontraba en el mismo campo que el PCA. Y volvió a apoyar a Menem en 1989, cuyo gobierno integró con funcionarios. En todo ese período y hasta avanzado el kirchnerismo, se opuso fuertemente a la presentación de candidaturas obreras y de izquierda independientes. Practicó un antielectoralismo vulgar, que entregaba a la burguesía y sus partidos la lucha política-electoral. Esta ceguera lo llevó a celebrar que el voto en blanco y nulo (por su propia naturaleza, heterogéneo) se había “destacado” en varios procesos electorales. Pero cuando se ‘autocritico’ de esta postura ultrista en materia de lucha electoral, no lo hizo para desarrollar en este terreno la independencia política de la clase obrera, sino para apoyar a diferentes frentes de conciliación de clases.


Hacia el final del menemato y en el posterior gobierno de la Alianza, tuvo el impulso progresivo de contribuir a organizar de los desocupados. En ese terreno, y en acuerdo con nuestro Partido y la CTA, impulsó la centralización nacional del movimiento piquetero (Plenario de La Matanza) y sus planes de lucha nacionales, transformándolo en un factor político dinámico en la lucha política y de clases. Este derrotero volvería a frustrarse en el ‘argentinazo’ del 2001. Entonces, el PCR (y su CCC) quebró a la Coordinadora Piquetera Nacional, para transformarse en furgón de cola de los gobiernos de Rodríguez Saá y Duhalde. Así, debilitó la perspectiva de un amplio desarrollo político independiente y combativo de la vanguardia piquetera. En ese período, desarrolló una política participacionista, integrando los consejos consultivos promovidos por la iglesia. Por eso, estuvieron ausentes de la gran lucha piquetera del puente Pueyrredón, donde cayeron asesinados Kosteki y Santillan.


Su búsqueda de un sector progresista de la burguesía nacional lo llevo a ponerse del lado del capital agropecuario, en la crisis por la 125 y las retenciones a las exportaciones. Se opuso a la FUBA de izquierda y piquetera para apoyar a los radicales que forman ahora parte del gobierno macrista. Esto le ocasionó un retroceso entre la juventud estudiantil y obrera y terminó provocándole una ruptura política nacional que denunció los acuerdos del PCR con la burguesía rural y se acercó, al menos inicialmente, a la FUBA liderada por el PO y al Frente de Izquierda.


La crisis del macrismo ha embarcado al PCR en otro viraje, esta vez, en favor de la “unidad peronista” con quienes le votaron más de 100 leyes ajustadoras a cambiemos. Como parte de este giro, el PCR está rompiendo los acuerdos antiburocráticos realizados con la izquierda en los sindicatos de profesores universitarios y de la docencia neuquina (listas multicolores) para alinearse con la burocracia de Yasky y Baradel. En esta estrategia, pasó a apoyar al papa Francisco y constituyó el trío de “los cayetanos”, que tiene una política de contención social frente al ajuste oficial.


La parábola de Vargas y el PCR es clara: en su trayectoria de medio siglo volvió a la senda de la cual se apartó –sólo empíricamente– en 1968. Dentro de sus contradicciones, Otto Vargas fue un fuerte adversario del trotskismo en Argentina y el mundo.

 

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