Políticas

25/1/2007|979

Paritarias: ¡Que decidan los trabajadores!


Lo que queda en limpio después de las conjeturas que provocó la reunión Moyano-Kirchner es que en las paritarias el gobierno volverá a tener voz y mucho más que eso (siempre atendiendo a los intereses de los capitalistas), mientras que los trabajadores son ignorados olímpicamente, a pesar de que los convenios colectivos tienen que ver esencialmente con ellos. En lugar de cabildear en la Rosada, lo que corresponde hacer es convocar a asambleas generales para que las bases discutan y voten los anteproyectos de convenio y elijan a sus representantes en las paritarias.


 


Las paritarias son el ámbito en que deben discutirse no solamente los aumentos salariales, sino la tercerización de la producción, los contratos precarios y el trabajo en negro. Lo que los trabajadores no impongan en las paritarias no lo van a asegurar los inspectores de la AFIP, del Ministerio de Trabajo o el Anses.


 


En materia salarial se plantea la necesidad, no ya de un aumento que compense la inflación, o que se adelante a ella, sino que recupere los niveles históricos del salario y que establezca un mínimo igual al costo de la canasta familiar. La tarea de los sindicatos no es acomodar la fuerza de trabajo a las exigencias de lucro de los capitalistas, sino asegurar las condiciones de vida de los trabajadores y forzar a los capitalistas a resignar sus exigencias de beneficios a esas condiciones de vida. No existe ningún tratado de economía que indique que el capitalismo sólo puede funcionar con una determinada tasa o monto de beneficios.


 


Las paritarias deben tratar también la situación de los trabajadores tercerizados, que no están cubiertos por los contratos de trabajo de su rama sino de otra con remuneraciones inferiores y condiciones de trabajo peores. Esta tercerización es uno de los factores más importantes de empobrecimiento de la clase obrera que tiene trabajo. A esta situación no le pondrán remedio las ayudas o asistencias sociales, tipo CTA o Lozano, sino su reincorporación al convenio más alto de su propia rama. Es el caso de los contratistas y call centers del servicio de telecomunicaciones, cuya incorporación al sindicato telefónico debe ser exigida en la paritaria de Foetra. La realización de asambleas generales con la participación de los tercerizados o de las empresas contratistas ayudará a la elaboración de un anteproyecto de convenio superior y a una mayor capacidad de lucha para imponer sus reivindicaciones. La incorporación de las contratistas a los convenios más altos de la rama de la producción es un arma fuerte para la lucha contra el trabajo en negro, porque son las que más lo utilizan.


 


Es a través de las paritarias que los sindicatos deben imponer el blanqueo de todos los trabajadores no registrados, con una cláusula que otorgue a las comisiones internas la supervisión del conjunto de los trabajadores de cada lugar de trabajo. Lo mismo vale para las pasantías, los trabajos a tiempo parcial, cuyas condiciones deben ser establecidas por la convención colectiva.


 


Para lograr todo esto es necesario que los anteproyectos de convenio sean aprobados en asambleas generales y que los paritarios sean elegidos por esas mismas asambleas.


 


La burocracia sindical se sirve de la ley Banelco resucitada para limitar a los sindicatos a la discusión de ‘convenios marcos’ y para derivar la mayor parte de la discusión de los salarios y las condiciones de trabajo a los convenios por empresa. Esta división del trabajo le facilita firmar acuerdos salariales restrictivos, con el argumento de que pueden ser mejorados de acuerdo a las condiciones de cada lugar. Este procedimiento convierte al sindicato en un candado cuando debería ser una herramienta, porque aísla a los trabajadores, los divide y los debilita. Esto hace más necesarias todavía las asambleas generales para que decidan los trabajadores, no un puñado de funcionarios que se movilizan en las 4 x 4.


 


La burocracia de la CTA difunde recetas para mejorar la situación de los trabajadores, que dejan siempre de lado los lugares de trabajo y las condiciones de trabajo, pero que insisten en la atención asistencial y los subsidios del Estado. Así no se puede lograr nunca la mentada ‘redistribución de la riqueza’. Esta redistribución pasa, antes que nada, por un cambio radical en las relaciones de fuerza en los lugares de producción. El impuesto progresivo a las ganancias y el aumento del gasto social solamente puede lograrlos una clase obrera fortalecida frente a la patronal, no hay ninguna otra manera. Pero todos sabemos que la CTA está a la cabeza del pelotón de las burocracias que han colaborado en la destrucción de las conquistas de los trabajadores.


 


El cambio de las relaciones de fuerza a favor de la clase obrera exige una acción política independiente de los trabajadores. Por eso estamos empeñados en luchar para que las bases trabajadores decidan sobre las paritarias, no la burocracia ni el gobierno.


 


Asambleas generales para discutir los anteproyectos de conjunto y la elección de paritarios.