Políticas

4/7/1995|454

Paro Nacional

El jueves pasado, enfurecidos trabajadores de la fruta, desocupados, tomaron con violencia el edificio de la municipalidad de Centenario, en Neuquén, y amenazaron con incendiarla. Al igual que otra belicosa marcha en la ciudad de Allen, en Río Negro, los trabajadores desocupados reclamaban trabajo. En esos mismos momentos, las burocracias sindicales peronistas de Río Negro aceptaban una tregua larga con Massaccesi a cambio de un cronograma de pagos de salarios adeudados que deja en pie un sistema de atrasos de más de un mes. La burocracia del CTA de Neuquén, ni siquiera abría la boca.


La situación social va adquiriendo proporciones catastróficas. Tuvo que ganar Bussi en Tucumán para que los medios de comunicación cayeran en la cuenta de que el Estado de “Palito” se encontraba quebrado desde hace bastante tiempo, a pesar de los “socorros” de Cavallo. En Córdoba, Angeloz no encuentra quién le preste un dólar, lo cual es lógico porque pretende resolver todos los quebrantos de la provincia ofreciendo como garantía la misma e idéntica “coparticipación federal” que ya tiene gastada de antemano. Las crisis provinciales acaban de ganar nuevos reclutas en Mendoza y San Juan. No es cierto que la crisis se reduzca a las finanzas oficiales, ya que estas mismas están afectadas por la crisis de las industrias frutícolas, azucareras, automotrices, viñateras; solamente las provincias que cobran regalías petroleras pueden respirar aún por cierto tiempo.


Menem y Cavallo se empeñan en minimizar esta catástrofe como algo pasajero. Durante la semana que pasó mandaron a sus alcahuetes a divulgar la especie de que lo “peor ya pasó”, con el argumento de que los capitales vuelven, la recaudación impositiva sube y la producción industrial crece. El delirio sólo duró 72 horas, pues al cabo de ese tiempo se supo que la recaudación había bajado, la producción había caído y el “riesgo-país” había subido, como reflejo de la “desconfianza” creciente de los inversores internacionales. El cacareado retorno de los depósitos a los bancos esconde el hecho de que el gobierno los había reemplazado en su momento con créditos de todo tipo, sin por ello lograr evitar el derrumbe industrial y la quiebra en la cadena de pagos.


No es cierto que el “plan” del gobierno pueda recuperarse por medio de una reducción de los salarios, ya que esa reducción acentuaría la crisis del consumo sin resolver las desventajas que representa un peso sobrevaluado para la exportación. Para mejorar la “competitividad” sería necesario reducir todos los insumos de la industria, principalmente los servicios de teléfonos, gas, agua y energía, y más que nada las tasas de interés. En la década del 30, todos los gobiernos intentaron salir de la crisis por medio de la deflación, consiguiendo solamente romperse las narices en la experiencia.


A la luz de esto, por qué sorprenderse ante la noticia de que “la recesión divide las aguas en el G8” —el cenáculo que reúne a las grandes asociaciones patronales. Según la información, “algunos dirigentes empresarios estarían promoviendo el diseño de un programa económico de alternativa”, e incluso los más cavallistas coinciden en que “la actual política económica habría encontrado un techo en cuanto a resultados” (El Cronista, 3/7). La burguesía quiere cambiar de frente y de política, pero teme que cualquier intento de cambios tenga un carácter desestabilizador de cara a la grave situación de las masas.


El mismo inmovilismo tiene paralizada a la burocracia sindical, cuyo último “congreso” cegetista dejó todo como estaba. Peor aún es la situación del CTA, que simplemente no da señales de vida, luego de su “elección democrática”, y más aún, está presidiendo el mayor despido masivo de obreros de los últimos años, en el Area Material Córdoba.


Pero la bancarrota del Estado y la crisis industrial y comercial están empujando a más y más trabajadores a la lucha. La provincia de Buenos Aires ya ha ingresado a la agenda con los crecientes conflictos que se producen con los trabajadores municipales y empleados públicos.


Por eso se va propagando la idea de un paro general. Si la burocracia sindical de Córdoba fracasara con su política de tregua “episcopal”, a través de Primatesta, la radicalización de las luchas provinciales convertirá al planteo de un paro activo nacional en un clamor.


Que la CGT, el MTA, el CTA y todas las regionales de estas centrales sindicales llamen a un paro nacional. Todas juntas y cada una de ellas tienen la responsabilidad de poner en práctica ese reclamo.


Llamamos al conjunto de los trabajadores y a todos los activistas a reunirse e impulsar medidas prácticas que conduzcan a un gran paro nacional activo.