Políticas

26/9/2013|1287

Patotas y “estado de excepción” en la provincia

El debut de Granados

La presencia de Cristina en una conferencia de prensa con Granados no dejó dudas sobre el respaldo presidencial al giro derechista de Scioli-Insaurralde.


En su debut, el intendente -autor intelectual de los escuadrones de la muerte municipales en Ezeiza- le liberó el territorio a la patota que atacó a Sergio Massa en La Matanza. La Bonaerense declaró oficialmente que la agresión no fue “previsible”. Sin embargo, se trataron de tres ataques sucesivos y escalonados. Los agresores frenaron a un enorme conjunto de hombres y móviles, al estilo de la viejas caravanas menemistas. Interrumpir semejante despliegue dimensiona la magnitud de la agresión.


Con sus palabras, Luis D’Elía dio la señal de largada de una guerra de patotas: “el pueblo peronista reaccionó ante la provocación de Massa”. El “gandhiano” Scioli retrucó haber sufrido agresiones antes, como si eso lo absolviera de semejante práctica.


Nuestros militantes de La Plata fueron atacados -con el saldo de un herido- por patotas de Bruera con camionetas de la municipalidad. Ello, sin que intervengan los patrulleros que presenciaron la agresión, antes de las primarias de agosto.


La Bonaerense contra las huelgas


El reforzamiento represivo en la provincia no interfiere a las agresiones de las patotas paraoficiales. Sirve, en cambio, para atacar a las luchas obreras. La Bonaerense fue desplegada contra la huelga de Impresores, por orden judicial. Así, la infantería de la Bonaerense fue colocada al servicio de una patronal del Opus Dei, en el marco de un pedido de la Cámara Empresaria del Parque Industrial de Pilar -el más grande y negrero del país- para terminar con los piquetes. En la misma semana, una patota sindical al estilo Pedraza (con barrabravas) atacó la huelga de Cerámica Lourdes, llegando a herir con un puñal a un compañero. La patota, que pertenece al Sindicato Ceramista, contó con territorio liberado.


Giro


Es evidente que este giro represivo forma parte de una política más general, en el marco de los ajustes que se vienen.


La pretensión de centrar la agenda de la campaña electoral en torno a “seguridad” encubre este propósito. El voto al Frente de Izquierda es un arma para golpear la perspectiva del ajuste y preparar las luchas de los trabajadores, que ya adelantan los gráficos de Impresores y los ceramistas de Lourdes. Es, también, un voto contra el estado de excepción que preparan los capitalistas.