Políticas

31/10/2002|778

Peronismo: Ruptura ¿Hasta nuevo aviso?

Desintegración histórica


La versión única que ofrece la legión de periodistas volcada al asunto es que la crisis representa la culminación del odio fulgurante entre Menem y Duhalde. Los que interpretan en forma tan banal la posible fractura del peronismo son los mismos que pretenden actuar como voceros de la opinión pública y, en algunos casos, de la más capaz. No pueden, sin embargo, situar la bancarrota del peronismo en el marco del completo fracaso de la década menemista, primero; del derrumbe del gobierno de Duhalde, después; de la bancarrota de conjunto de la organización capitalista del país, por último, con la correspondiente bancarrota del Estado; ni qué decir de ubicarla en el cuadro de la rebelión popular que la mayoría de esa legión de medios considera una tormenta del verano pasado. Pero la función excluyente de un partido capitalista, en la situación presente, sería ofrecer un programa de reorganización social sobre bases capitalistas, algo que ninguna tendencia de los partidos burgueses hace ni podría hacer, porque eso ocurrirá bajo la presión de la misma bancarrota, de sucesivas crisis políticas y de choques sociales profundos. Esa reorganización capitalista tiene además como eje principal al capital internacional y en especial a Wall Street, o sea que no la maneja la burguesía nativa.


La fragmentación política que revelan las encuestas de opinión es considerablemente más profunda de lo que aparece. No se trata solamente de que una mayoría popular no acepta a ninguno de los candidatos del viejo régimen, ni de que la atomización del peronismo no podría ser mayor. El punto es que no asoma a la vista el planteo y la tendencia política capaz de unificar al conjunto de las salidas de orden patronal. El único que intentó encarnar un planteo de reorganización general y de unificación de fuerzas fue Rodríguez Saá, y por eso generó un interés en la opinión del momento. Propone, por ejemplo, revisar toda la legislación vigente en seis meses, algo que para una Constituyente soberana sería el punto de partida; ha tratado de abarcar al espectro político más amplio e incluso encabezó una marcha para la libertad de Castells. El puntano, sin embargo, hoy está en retroceso y sus planteos no atraen siquiera un poco. Además, se acaba de anotar en la interna peronista que organiza Menem, lo que podría acabar en un entendimiento final con el menemismo.


Intereses en pugna


Pero como lo demuestran las idas y vueltas de las negociaciones con el FMI, las líneas de fractura dentro del peronismo coinciden con las que separan a la burguesía de carne y hueso en el plano económico. La gran industria se opone a un tarifazo que les devuelva a los pulpos de los servicios una tajada desmesurada del beneficio económico; la “patria exportadora” no quiere saber nada de una política deflacionaria que deprima el precio del dólar; la banca extranjera quiere una rápida renegociación de la deuda externa que los grupos nacionales quieren dilatar en el tiempo y disminuir en su monto. Es una lucha a muerte porque envuelve miles de millones de dólares y hasta el lugar en Argentina de varios pulpos internacionales, especialmente europeos. Es incuestionable que el menemismo hace de vocero de los pulpos privatizados y de la banca extranjera, mientras que Duhalde-Lavagna representan a los exportadores, grandes industrial es y a un sector de la banca nacional. Menem ha hecho una movida para ampliar su base de sustentación incorporando a Romero y designándolo eventual jefe de Gabinete vitalicio, a partir de los vínculos del salteño con el clan petrolero de los Bush. La reciente ruptura del gobierno de coalición en Uruguay revela que el mismo tipo de fractura que achaca al peronismo se da en otros lados, porque los blancos de la otra orilla están planteando la reestructuración de la impagable deuda externa.


Nueva crisis política


La quiebra del peronismo amenaza involucrar ahora al Congreso, la Corte y hasta al FMI y el Tesoro norteamericano. Duhalde ha convocado al Congreso para que le acepte la renuncia, pero apunta en realidad a inviabilizar la posibilidad de internas y llegar a las elecciones con una especie de ley de lemas. En estas condiciones podría ocurrir que el Congreso no reúna una mayoría para aceptarle la renuncia y convocar a las elecciones. Pero, por otro lado, la intervención de la Justicia electoral en el pleito podría llegar hasta la Corte, renovando la crisis del Poder Judicial. La incertidumbre sobre el proceso electoral dejaría sin margen de vigencia a cualquier acuerdo que se firme con el FMI. La cuestión del tarifazo, que está muy vinculada a la crisis política, así como la caída de los planes Jefes y Jefas, plantea una intervención popular en la crisis política y una confrontación directa con el FMI.


Cualesquiera que sean las variantes que prevalezcan está claro que la cuestión del momento no son las elecciones de marzo ni su impugnación, sino la incapacidad del peronismo y del gobierno para mantener en pie el proceso político. Que no puedan definir el proceso electoral significa que no pueden seguir gobernando. Por uno u otro lado este hecho emergerá bajo la forma de choques políticos o luchas aún mayores a las actuales. Llamamos a todas las organizaciones políticas y sociales en oposición al presente régimen a ofrecer una alternativa política propia, o sea que se vaya Duhalde y que un gobierno de esas organizaciones convoque a una Constituyente soberana. La cuestión de la participación electoral debe decidirse después del desenlace de la presente crisis política. La tarea del momento no es definir esa participación electoral sino intervenir en el desenlace de la crisis política actual con consignas propias y un plan de lucha.