Perú: Nuevo desembarco militar norteamericano

Más de un centenar de soldados norteamericanos ya operan en el valle peruano de los ríos Apurímac y Ene, en la región montañosa de Ayacucho. Según el gobierno de Alan García, esas tropas se dedicarán a perforar pozos de agua, reparar escuelas y ofrecer atención médica a la población. “Sin embargo, han desembarcado con fusiles de largo alcance M16 y ametralladoras de combate MAC, en medio de una región en la que los enfrentamientos de las fuerzas de seguridad peruanas con la guerrilla y el narcotráfico son cosa cotidiana” (Página/12, 31/5).

El congresista Daniel Abugattas, del opositor Partido Nacionalista, ha dicho: “Con esta operación lo que se busca es crear las condiciones para una intervención militar abierta de Estados Unidos, lo que llevaría a la ‘colombianización’ del valle” (ídem).

En ese punto, conviene recordar que Perú produce la cuarta parte de la cocaína consumida en el mercado norteamericano. En América latina sólo Colombia lo supera en ese rubro. Esto es: el narcotráfico determina en buena medida el desarrollo de la economía y de la política de ese país, con todo lo que eso implica. Como en Colombia, en el Perú resulta impensable un gobierno burgués desvinculado de esa mafia y de su entretejido financiero, manejado por las grandes corporaciones bancarias.

Como en todo comercio ilegal, la lucha por los mercados de la droga se resuelve mediante la violencia directa. En Ayacucho, un resto de Sendero Luminoso – unos 300 ex guerrilleros-  han sido tragados por el narcotráfico y combaten a brazo partido contra otro grupo de choque vinculado con facciones rivales en el mismo negocio: los “ronderos”, paramilitares de los Comités de Autodefensa (CAD), similares a la AUC colombiana.

La necesidad de controlar esa actividad para que no se salga de cauce explica una parte, sólo una parte, de la presencia militar norteamericana en Ayacucho y también en Iquitos, la principal ciudad de la Amazonia peruana. En Iquitos, además, comenzará a funcionar este año un Centro de Coordinación Antinarcóticos operado por militares norteamericanos y peruanos, lo cual “ha reactivado la controversia por la posible instalación de una base militar norteamericana en el Perú” (ídem).

Como la base que los Estados Unidos tienen en Manta, Ecuador, se trasladará a Colombia, con la que se instalaría en el Perú la presencia militar yanqui se multiplicaría por dos. Añádase a eso la reactivación de la IV Flota de las Fuerzas Navales. Eso ya no se explica por los cientos de miles de millones de dólares del narcotráfico que circulan anualmente por medio de los grandes bancos norteamericanos.

Estamos en presencia de una extensión del Plan Colombia, y Perú es una pieza clave de ese armado. Sobre todo ahora, cuando las huelgas mineras y la insurgencia campesina empiezan a acorralar al gobierno de García, que tanta similitud tiene, por otra parte, con el de Alvaro Uribe.