Políticas

1/2/1994|411

Por el paro general

Nunca estuvo tan imperiosamente planteada la necesidad de una huelga general.


Los despidos en Aluar, la aplicación de hecho de las leyes “ómnibus” en las provincias, la brutal desocupación provocada por las masivas quiebras, la superexplotación disfrazada de “flexibilidad” laboral, han colocado al conjunto del movimiento obrero en una situación límite. El envío de los proyectos de reforma laboral, arancelamiento universitario, patentes, etcétera, para las sesiones extraordinarias del Parlamento revela que el gran capital quiere llevar a la juventud y a los trabajadores al siglo XVIII.


O se aceptan las normas de trabajo y sueldos que nos retrotraen a la época de la esclavitud, o se comienzan a generalizar paros y movilizaciones como en La Rioja, o explosiones sociales como las de Santiago del Estero, o las que puedan producirse en Rosario y en el Gran Buenos Aires.


¿Y los sindicatos?


Los sindicatos de la Argentina, que deberían ser, más que nunca, organizaciones de defensa de los intereses de conjunto de los trabajadores, han sufrido un vaciamiento por parte de los burócratas sindicales, que además de agentes de las patronales en el movimiento obrero, se han asociado en el negocio de la jubilación privada, en los grandes negocios de la salud y en la “propiedad participada” de las empresas “privatizadas”. La actual pelea que recorre la cúpula de la CGT representa la intensa lucha de intereses de estos burócratas, que ya nada tienen que ver con el movimiento obrero. Mientras los jerarcas de la CGT “oficialista” están prendidos en los grandes negociados de las “nuevas empresas estatales”, hay sectores que no han “arreglado” su parte en estos negociados.


Sólo eso explica que uno de los burócratas más infames del sindicalismo, como Palacios de la UTA, pose de “combativo”. En la UTA, precisamente, ya han impuesto hace mucho tiempo la “flexibilidad” laboral, pues para poder vivir los choferes deben trabajar doce horas. Las unidades son casi del doble del tamaño debido, aumentando la superexplotación de los choferes. Su propio plan de lucha —autotitulado “la cortamos con el boleto”— ha fracasado estrepitosamente. Y como si esto fuera poco, Palacios ha oficiado de policía frente a las patronales para expulsar a las listas opositoras del gremio, y nada hace ante el despido sin indemnización que llevan adelante las patronales, por la campaña de revisación médica a que someten a los choferes.


“Queremos la unidad, pero con una conducción en serio que se ponga a defender los derechos de los trabajadores. Si se busca la unidad, el paro no es solución”, dijo Saúl Ubaldini (Crónica, 31/1).


“La actitud de los gremios del transporte puede inducir a que integremos un frente común lo más rápido posible”, declaró Lescano, cicatrizando heridas (Clarín, 31/1).


“La CGT no se va a disolver porque la Confederación General del Trabajo es de los trabajadores, pero puede pasar que se vaya una cúpula que no defiende a los obreros y venga otra que lo haga”, se “candidateó” Palacios (Crónica, 31/1).


Las intenciones son claras: liderar el descontento obrero, amenazar con el paro, obtener a cambio una mejor ubicación en la dirección de la CGT y una mejora en la ubicación del reparto de los negocios de la jubilación privada y las obras sociales. No hay que olvidar que esta táctica ya la llevó adelante esta cúpula de la CGT actual, que ante la rebaja de los aportes patronales y el temor de quedar afuera de la “torta” del negocio de la salud amenazó con un paro para el 28 de enero, que fue suspendido… hasta el 31 de marzo, por la promesa del gobierno de arreglar su participación en el negocio de las obras sociales.


Por el paro general


La burocracia ha liquidado su propia estructura sindical. El gran capital quiere liquidar los convenios y toda la legislación social, reemplazándolas por el contrato individual, las doce horas, las vacaciones reducidas y fraccionadas, etcétera. Esto que engolosina a muchos burgueses por las ganancias que da esta superexplotación y esta ausencia de defensas de conjunto, les produce al mismo tiempo vértigo porque abre una tendencia al “Santiagueñazo”. Esta contradicción y la formidable agudización de la lucha de clases acelera las tendencias al paro general y a los “santiagueñazos”; a pesar de la actitud de los burócratas, estos están demasiado presentes como para evitarlos con “arreglos” o negociaciones.


El reclamo a la CGT “oficial” u “opositora” y al CTA a que convoquen a un PARO ACTIVO general, tiene que estar unido por sobre todo a impulsar asambleas y planes de lucha en cada gremio para liquidar la política antiobrera de las patronales y la complicidad burocrática, coordinando un plan de lucha del conjunto del movimiento obrero.