Políticas

17/10/1995|469

Por qué Menem “hace las paces” con Fidel Castro

La voltereta que ha pegado el gobierno menemista con relación al bloqueo de Cuba es más espectacular que el paisaje que tuvieron el privilegio de admirar los jefes de gobierno que asistieron a la reunión iberoamericana que se realizó en Bariloche. Sin sonrojo ni explicaciones, el canciller que supo rematar las Malvinas, Guido Di Tella, agotó su repertorio de argumentos en un esfuerzo que no fructificó para que la condena al bloqueo que sufre Cuba fuera más explícita. Hasta la ‘cumbre’ que tuvo lugar el año pasado, Menem había sido sin embargo el más provocador de los agentes que reclamaban el reforzamiento de ese bloqueo.


¿Cuál es la explicación de este viraje?


Tanto la nueva posición argentina como la invitación del gobierno uruguayo para que Fidel Castro pasara por Montevideo, fueron explicados por la prensa como un reclamo del gobierno de Clinton para reforzar la presión internacional en favor de un acuerdo entre Cuba y Estados Unidos. La unanimidad que registraron los medios de comunicación en este sentido, refleja simplemente la información que se les hizo llegar desde el Departamento de Estado. Clinton necesitaría esa presión para doblegar la resistencia interna a un reconocimiento del gobierno de Cuba e incluso para acomodar a la opinión pública norteamericana a esa perspectiva.


Si alguna duda quedara acerca del ‘realineamiento’ argentino con Cuba, bastaría para disiparla el repudio de María Julia Alsogaray al proyecto de ley Helms-Burton, de reforzamiento del bloqueo norteamericano, que ya tiene media sanción de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Según aparece transcripto en Granma Internacional (11/10), la Alsogaray lo denunció como “un mecanismo insidioso de avanzar sobre la seguridad jurídica de los Estados, que afecta la inversión”.


La voltereta de Menem es doblemente significativa, precisamente, porque se aparta de la posición del partido Republicano, que apoya ese proyecto de ley. Para adoptar la nueva línea frente a Cuba, a Menem no le ha importado entrar en contradicción con sus ‘mejores amigos’ norteamericanos. El viraje menemista (con la yapa de los Alsogaray) sirve de indicio de que el proyecto de ley Helms-Burton va a ser vetado por Clinton en el caso de que sea apoyado en el Senado, donde aún no fue discutido.


Del Papa a Wall Street


La reunión de Bariloche ha sido, por lo tanto, un escenario más, y con seguridad no el más importante, de la negociación diplomática internacional, que tiene al gobierno Clinton como animador principal, cuyo propósito es negociar el levantamiento del bloqueo a cambio de un completo retorno de Cuba al marco capitalista. Protagonista mucho más decisivo, el Papa acaba de visitar los Estados Unidos donde consiguió que Clinton levantara la prohibición de las remesas de dinero a Cuba por parte de familiares exiliados en territorio norteamericano. Esa prohibición había sido restablecida hace un año en ocasión de la crisis de los balseros y representaba un serio daño para Cuba pues involucra una cifra de 300 a 500 millones de dólares al año.


¿Qué se discute en esta negociación casi completamente secreta? Esencialmente, la llamada ‘transición política’, es decir, no ya la ‘apertura económica’ sino la modificación del régimen político de la isla.


El Vaticano está en el centro de esta negociación, que debería culminar con un viaje del Papa a Cuba. “Como lo hizo en su nativa Polonia, dice en un informe especial sobre el tema el biógrafo de Fidel Castro, Tad Szulc (Corriere della Sera, 29/9), Juan Pablo II se ha dirigido a la Iglesia católica cubana, pidiéndole que predique su mensaje político de reconciliación entre todos ‘los cubanos’ de casa y del exterior” (las cursivas son del periodista). Precisamente, lo que diferencia a la ‘transición’ cubana de los procesos de restauración capitalista en China o Vietnam es la existencia de un numerosa colonia exiliada a pocas millas de la isla, cuya ‘reintegración’ implicaría otorgarle derechos políticos. En el debate de la última ley de inversiones extranjeras en la Asamblea Nacional de Cuba, Fidel Castro opinó que ya no debería usarse la calificación de ‘gusanos’ para los contrarrevolucionarios que viven en Miami. Esta misma ley autoriza a los cubanos exiliados a invertir en la isla, lo que a la larga apunta hacia el reconocimiento de derechos políticos. Tad Szulc subraya el apoyo del clero norteamericano a la política vaticana y su oposición a la continuación del bloqueo a Cuba.


El gobierno Clinton exige la definición de los pasos que conduzcan a un cambio de régimen, porque un levantamiento del bloqueo a Cuba significaría que la isla se convertiría nada menos que en una plataforma excepcional de exportaciones hacia los Estados Unidos. La obtención de una ‘garantía’ de esa ‘transición’ es lo que permitiría quebrar la oposición republicana al levantamiento del bloqueo. Dado el alineamiento de los grandes monopolios norteamericanos con el levantamiento del bloqueo, la ‘resistencia’ republicana está completamente condicionada a la falta de un acuerdo político entre Clinton y Fidel Castro.


La impasse de la ‘apertura’


Fidel Castro ha repetido en numerosas oportunidades que el peor error de su vida fue no haber previsto el derrumbe de los estados obreros burocratizados. Sin embargo, tampoco ahora parece entender la naturaleza de lo ocurrido puesto que sigue calificando al bloque que formaban esos estados como “campo socialista”. Pero si eran ‘socialistas’, Cuba está condenada al mismo destino pues se considera a sí misma socialista. De cualquier modo, lo que Castro no parece prever ahora es otra cosa: el destino que le depara seguir el camino ‘aperturista’ de aquellos ‘socialistas’, incluída China. El fracaso de la ‘apertura’ es el principal recurso del que se vale ahora el imperialismo para reclamar la aceptación, aunque sea ‘gradual’, de sus ‘planes políticos’.


Los indicadores de ese fracaso son varios. De los 5.000 millones de dólares de inversiones extranjeras anunciadas de distintas fuentes, sólo se han concretado unos 500 millones de dólares (The Financial Times, 26/9) y la mayor parte está concentrada en el turismo. La producción azucarera ha caído al punto histórico más bajo, unas tres millones de toneladas, como consecuencia de los excesivos cortes de caña de las zafras posteriores a 1991. La prevista para el año corriente deberá ser aplicada exclusivamente al pago de los préstamos internacionales contraídos para financiarla. El bajísimo nivel de reservas de divisas y el déficit comercial han impedido que se pudiera renegociar la deuda externa que supera los 9.000 millones de dólares, contraída en el ‘floreciente’ período de 1980-85. Cuba está considerando seriamente aceptar inversiones bajo la forma de canje de títulos de la deuda externa, lo que llevaría a una extranjerización descomunal. La continua sanción de leyes destinadas a favorecer al capital extranjero, son una expresión de los pocos resultados obtenidos hasta ahora por las leyes que se encontraban en vigencia. Es claro que el capital extranjero está a la expectativa de un arreglo de conjunto y de la posibilidad de explotar la economía cubana con vistas al mercado norteamericano.


En el curso de esta ‘apertura’ el Estado cubano se ha ido transformando, eso sí, en un socio del capital extranjero para la explotación de los trabajadores. La contratación de los obreros requeridos por los capitalistas debe hacerse por intermedio del Estado, el cual recibe los salarios en dólares y paga a los trabajadores en pesos, embolsándose la diferencia entre el cambio oficial y el ‘negro’, que es de treinta veces. Esta relación resulta a la larga insostenible tanto para los obreros como para los capitalistas, en el caso de éstos, porque no pueden desarrollar su ‘política de personal’, es decir, de selección de los trabajadores y de diferenciación salarial. De todos modos, es previsible una profunda diferenciación potencial en la clase obrera, pues los contratados para trabajar bajo el capital privado se van convirtiendo en una masa de presión favorable a la completa ‘libertad de mercado’.


Existen numerosos indicios de que el gobierno cubano está estudiando el establecimiento pleno de las relaciones de mercado para superar la impasse de la ‘apertura’ y sortear la necesidad de una ‘transición política’. Para ello se está previendo establecer un régimen de convertibilidad monetaria para el año próximo, convirtiendo los dólares que están en manos del público en reservas que respaldarían la circulación del peso, y permitir cuentas bancarias en dólares. Con ese fin se están produciendo reducciones del déficit del presupuesto y aumentos de precios que reduzcan o incluso supriman el exceso de pesos en circulación. Ante la inminencia de estos planes, un conjunto de investigadores del Centro de Estudios de América (CEA), organismo adscripto al Comité Central del Partido Comunista,  advirtió que ello “generaría niveles de desempleo y de inflación que eliminarían cualquier consenso alrededor del proyecto de reformas económicas” (El Mercurio, 16/9). Sin embargo, ya en la actualidad la diferenciación social está creciendo a pasos agigantados como consecuencia de la despenalización de la tenencia de divisas, que ha beneficiado a los sectores que reciben remesas del extranjero o están vinculados a las inversiones extranjeras. Según las estimaciones oficiales, el 44% de la población tiene acceso en la actualidad a las divisas extranjeras (The Financial Times, 26/9).


La economía paralela creada por el ingreso de divisas ha provocado un fenómeno sustancial: de acuerdo a un estudio del profesor Archibald Richter de la Universidad Carleton de Ottawa, “El trabajo productivo de la población ha quedado des-enfatizado e ignorado” (ídem), es decir que la economía ha evolucionado hacia un alto grado de parasitismo.


Un programa


Está claro que Cuba se encuentra en la vía de un restablecimiento de las relaciones mercantiles y de las modificaciones políticas correspondientes. Lo uno y lo otro son objeto de negociaciones diplomáticas secretas con el imperialismo y podrían conducir, advierten investigadores del propio régimen, a un estallido social. El proceso político hasta ahora se ha caracterizado por el empirismo, es decir que el pueblo es llamado a discutir cada medida aisladamente, bajo la presión de los fracasos y de las necesidades o de los arbitrios del gobierno, pero nunca un programa de conjunto, una estrategia, que desnudaría las consecuencias abiertamente capitalistas de la política en curso. En su conferencia de prensa en Montevideo, Fidel Castro se jactó de la naturaleza democrática de este procedimiento, que sin embargo desnuda el tutelaje de las masas cubanas por parte del Estado y su completa incapacidad de autodeterminación política, no digamos ya de autogobierno.


Precisamente porque el gobierno se encuentra en plena discusión estratégica de la política y de la economía con el imperialismo y el Vaticano, resulta perentorio y además oportuno lanzar un programa alternativo desde el campo de los trabajadores. Frente a las concesiones al capital extranjero que el gobierno califica como necesarias e imprescindibles, se impone que los trabajadores reclamen una completa libertad para defenderse directamente, sin sufrir la tutela del Estado, cuya burocracia está sometida a la presión descomunal del imperialismo y de sus propios intereses. Esto significa libertad para organizar sindicatos independientes y el derecho de huelga, asi como el control obrero de la producción y de las empresas. Con relación a las reformas políticas, que apuntan a una coexistencia entre el Estado actual y una suerte de ‘democracia representativa’ para la ‘contra’ de Miami, se impone reivindicar los principios y derechos de una democracia obrera, es decir la completa libertad de organización, de expresión y de acción de las tendencias que defienden la Revolución y sus conquistas.


Es desde las filas oficiales que se advierte la creciente división social, la disgregación del propio Estado y la posibilidad de un estallido social. Es frente a esta realidad, presente y potencial, que es necesario un programa de transición que permita reconstruir la lucha por el socialismo. Si la situación internacional ha dejado aislada a Cuba en relación a los apoyos estatales que tenía con anterioridad, esta misma situación internacional está mostrando un creciente deterioro de los regímenes capitalistas y una creciente lucha popular, que serán los apoyos, esta vez indestructibles, de la auténtica revolución socialista.