Políticas

16/1/1996|480

Por qué se discute la convertibilidad

Hasta hace muy poco tiempo el régimen de convertibilidad del peso, que instauró Cavallo, era considerado tan sagrado como la virginidad de María. El ‘Chacho’ Alvarez tuvo incluso que declarar su arrepentimiento por no haberlo votado en su oportunidad, para ser aceptado por los banqueros y ‘capitanes’ de la industria. De repente, no solamente Terragno sino Alsogaray y el ‘ultra-liberal’ López Murphy han comenzado a hablar de ‘modificarla’, ‘superarla’ o ‘abandonarla’.


El momento elegido para el cuestionamiento parecería ser el más inoportuno si se tiene en cuenta que la deflación de los precios internos y la reciente llegada de capitales de corto plazo a la Bolsa son factores que refuerzan el valor del peso. Se dice incluso que las reservas del Banco Central habrían crecido astronómicamente y que el ‘plan Cavallo’ salió reforzado después del ‘efecto tequila’. ¿Por qué entonces esta alharaca, que incluye hasta “sorprendentes coincidencias en el establishment con los economistas de la oposición” (Página 12, 13/1)?


El ‘misterio’ no es, sin embargo, tan insondable como parece, y menos aún debería serlo para el lector de Prensa Obrera. Para entender las críticas al ‘plan’ hay que tener presente que el gobierno sólo pudo evitar la quiebra generalizada de los bancos, amenazados por el derrumbe del ‘plan económico’, gracias al socorro de 10.000 millones de dólares del FMI y del Banco Mundial. Para apreciar la magnitud de lo ocurrido sólo hay que tener en cuenta que Argentina figura junto a México y Rusia como uno de los países que absorbieron la casi totalidad de los fondos disponibles por parte del FMI. A esto hay que agregar los préstamos de diversos bancos, todo lo cual explica un crecimiento de la deuda externa argentina del orden de los 15.000 millones de dólares. La cuestión es ahora que Argentina no podría contar con un apoyo de esa envergadura para hacer frente a una fuga de capitales similar a la del año pasado. Los bancos locales aun le deben al Banco Central unos 1.500 millones de dólares por los préstamos que éste les dio en ocasión del masivo retiro de depósitos que se produjo entre enero y marzo del 95.


¿Y por qué podría producirse una nueva fuga de capitales? Por varias razones: la persistencia de la recesión; el creciente déficit fiscal; el crecimiento de la deuda externa; y una probable crisis bursátil internacional.


Que una nueva fuga de capitales es la principal preocupación de Cavallo, lo demuestra su política de contraer toda clase de préstamos anticipadamente, con la finalidad de armar un ‘colchón’ de divisas que permita hacerle frente. Según Ambito Financiero (2/1), “Cavallo recibió en noventa días casi 6.000 millones de dólares”, en varios casos contra la garantía del ingreso de impuestos por la moratoria. La precariedad de esta política salta a la vista, porque los ingresos de la moratoria están condicionados a una fuerte reactivación económica. En los últimos días, el mismo diario (16/1) empieza a decir que “Ya preocupa como se endeuda hoy el país”.


No debe pasarse por alto, que luego de una masiva e indiscriminada privatización, el aumento de la deuda externa es casi exclusivamente del Estado, que no tiene por lo tanto con qué respaldarla. La privatización ha fracasado por completo en su pretendido propósito de aliviar la carga del Estado, que es hoy más pesada que nunca como consecuencia de sus deudas creciente. Esto ocurre además cuando la inversión pública es igual a cero.


El sentido de abandonar la convertibilidad actual, como plantea Terragno, o de liberar el tipo de cambio, como reclama Alsogaray, es poder hacer uso de las reservas en dólares para hacer frente a una corrida financiera sin que importe que pueda producir una devaluación del peso. Incluso se pretende que esta devaluación incentive las exportaciones y ayude a enfrentar una crisis financiera. Es llamativo, en este sentido, que después de meses de elogio al crecimiento de las exportaciones, los economistas critiquen ahora que el superávit comercial de 1995 fue solamente de mil millones de dólares. Para obtener saldos mayores habría que devaluar.


En honor a la verdad, el régimen de convertibilidad ha dejado de existir hace mucho tiempo y en particular con el derrumbe del ‘plan’. Cavallo ha estado financiando el déficit fiscal con emisión de moneda, a través de diversos trucos, como darle pesos al Banco Nación, a cambio de títulos del gobierno en poder de éste, para que preste esos pesos a la Tesorería. Una parte creciente de las reservas del Banco Central son préstamos de instituciones internacionales, que no deberían ser computados para el respaldo del peso. De acuerdo al estudio Orlando Ferreres Asociados, unos cuatro mil millones de las reservas del Banco Central están formados por depósitos del gobierno, operaciones interbancarias y depósitos de bancos, “que no tienen que ver con la demanda de dinero por parte del público” (Clarín, 9/1). Si se tiene en cuenta que otros tres mil millones de las reservas están formados por títulos, tenemos que siete mil de los catorce mil millones de dólares de reservas, no son tales. Alsogaray y compañía se limitan simplemente a pedir la sepultura del cadáver.


La suba de la Bolsa a fines del 95 y el ingreso de capital especulativo del exterior ha agravado las cosas, en primer lugar porque se trata de un movimiento más volátil que en el pasado, ya que no tiene que ver con privatizaciones ni con las perspectivas económicas del país, sino con la crisis en la Bolsa de Nueva York. Que México haya recibido aún más capital que Argentina, esto cuando se encuentra en las vísperas de una megadevaluación, o que lo mismo ocurra en Brasil, donde “la deuda interna del Estado Federal ha crecido desde 70 mil millones de reales a fin de junio a 110 mil millones a fin de noviembre” (Ambito Financiero, 2/1), demuestra que el ingreso de capitales está dictado por una especulación de cortísimo plazo. El ‘riesgo’ de invertir en Argentina no ha bajado, como coinciden todos los diarios, sino que ha subido, como lo demuestra la tasa del 10,60 por ciento de interés anual que debe pagar Argentina por los últimos préstamos que contrajo, más si se tiene en cuenta que los intereses en yenes y en marcos (monedas de esos empréstitos), están al 0.5 y 5 por ciento anual, respectivamente. (“Los japoneses al menos, no se van a quedar mucho tiempo: apenas las tasas internas de interés comiencen a subir, la plata se vuelve a Japón” (The Economist, 4/11/95, con respecto al mercado de bonos latinoamericano).


Estos son los problemas planteados. Un nuevo episodio de la crisis, con devaluación incluida, será más doloroso todavía que la enorme recesión y desocupación actuales y también más en términos de crisis política.


Pero esta es la realidad del capitalismo.