Políticas

27/1/2005|885

Por qué una Asamblea Constituyente

Funerales del centroizquierda


Apesar de los esfuerzos de todos los partidos del régimen, la crisis política abierta con la tragedia de Cromañón se extiende. El movimiento de jóvenes y padres mantiene sus marchas, amplía su organización al conurbano y acaba de rechazar las indemnizaciones anunciadas por el gobierno. Este repudiado engendro, sin embargo, tiene paternidad compartida: dos diputados de Macri habían presentado un proyecto de ley similar en la Legislatura. Es que todo el arco de los partidos del régimen está empeñado en un operativo de encubrimiento. Como “el canje (está) antes que la vida, los dos (Duhalde y Kirchner) –dice Clarín –, están convencidos de que ningún ruido institucional debe interponerse en el delicado tránsito del default” (16/1/).


 


 


La Ciudad, una bomba de tiempo


 


Pero aunque hay que “tapar” todo, las disposiciones adoptadas por el Estado luego de la tragedia de Once se volvieron una inmensa denuncia contra ese mismo Estado. Las inspecciones revelaron que el pueblo de la Ciudad vive sobre una bomba de tiempo. La revisión de los subtes descubrió fallas de seguridad en todas las estaciones, algo que ya habían denunciado los delegados de Metrovías, pero que los funcionarios ibarristas rechazaban sistemáticamente para encubrir a Roggio. Las inspecciones a las estaciones de servicio encontraron “emanaciones de gases, contaminación de las napas y hasta explosiones” ( Clarín , 19/1).


 


Cromañón también deschavó los procedimientos “contables” empleados para el desarrollo de las “industrias culturales” pregonadas por Ibarra y Telerman: el salón de Once pertenecía a una “red de empresas virtuales” con domicilio en el exterior, donde Chabán ni siquiera figura en los papeles. Sin embargo, todo estaba “debidamente registrado” en la Afip y la Inspección General de Justicia. Es decir, que el Estado actuó como garante de un sistema de “responsabilidades difusas” que asegura la evasión, no sólo fiscal, sino del propio derecho penal.


 


El vicejefe Telerman es integrante de la clique capitalista de las “industrias culturales” que ha reemplazado el salario del artista por el ingreso “a boletos vendidos”, promoviendo la superexplotación laboral y el hacinamiento del público que concurre a los espectáculos. Poco antes de la tragedia, Ibarra había celebrado con la Cámara de Empresarios del Espectáculo de la Ciudad la decisión de otorgarles a ellos el control en sus actividades (denuncia del legislador Milcíades Peña).


 


 


Intervención duhaldista, Estado policial


 


La patota duhaldista que ha copado la Ciudad no tiene la menor intención de circunscribirse al tema de los boliches. Ya ha dicho que van por los piquetes y la venta ambulante. El mismo “principio de autoridad” acaba de esgrimir Telerman contra la villa de la Costanera Sur. Claro que las “severas” inspecciones pasaron de largo frente a las megatorres ilegales que se levantan, como hongos, en esa misma costa ribereña. El “rigor” y el “orden” que agitan los Telerman y Alvarez no va dirigido a restituir la seguridad del pueblo, golpeada por los monopolios capitalistas. Lo que quieren reconstruir es la autoridad del Estado que defiende a esos pulpos.


 


 


Transversales y progresistas


 


Con mayor fuerza y rapidez que el fuego que devoró el techo de Cromañón, se han consumido las ilusiones políticas de “transversales” y “progresistas”. Los que iban a “renovar la política” consintieron y promovieron la intervención duhaldista a la Ciudad. El “espacio” de los Ibarra “no recibió públicamente apoyo de sus amigos transversales, como Binner o Juez” ( Clarín , 22/1). El “progresismo transversal” se ha pulverizado en el mismo momento en que pretendía “proyectarse nacionalmente” a través del “Encuentro de Rosario”. Querían un reagrupamiento “de alcance nacional” y acaban de entregarle su principal municipio a los agentes políticos del gatillo fácil. El derrumbe progresista no deja afuera a Carrió, que gobernó con Ibarra y ahora se escapa “en silencio”.


 


Cromañón puso de relieve hasta qué punto ese régimen está agotado. Con los Telerman, los Ibarra y los Alvarez no habrá justicia, no habrá seguridad.


 


Que se vayan.


 


Que se convoque a una Asamblea Constituyente que debata y ejecute las transformaciones sociales y políticas para terminar con las mafias de la muerte, la superexplotación y la confiscación de los usuarios y vecinos.


 


La crisis porteña plantea condiciones políticas excepcionales para hacer emerger una alternativa de carácter obrera y socialista en la Ciudad.