Políticas

24/4/1997|536

Por un frente de la izquierda y del movimiento obrero combativo

Un breve bosquejo de la situación del país alcanza para concluir que los partidos que defienden el orden constituido han agotado su capacidad de respuesta frente a la enorme crisis social y a la desesperante impasse económica.


Ninguno de los partidos del sistema pudo ofrecer la más mínima salida a las arrasadas Cutral Co y Plaza Huincul; no es ninguna casualidad, entonces, que las direcciones sindicales que responden al arco justicialista-radical-frepasista hayan traicionado alevosamente la huelga docente de Neuquén. Como lo ha señalado en forma expresa el mismo Sapag, la situación de Neuquén deberá agravarse fatalmente, como consecuencia de la política de exportación de gas natural, que impide la generación de un proceso de industrialización de la Patagonia.


En un plano más general, Duhalde acaba de licitar Eseba en beneficio de la misma ‘patria privatizadora’ que ha gobernado con Menem, y también ha anunciado la progresiva privatización del Banco Provincia. Así como Menem no tiene otra salida que el creciente endeudamiento del país, hasta provocar las críticas incluso del FMI y de las calificadoras de riesgo internacionales, el duhaldismo también recurre a la entrega descarada y al imparable endeudamiento de la provincia. Pero esta política está condenada a acentuar el hipotecamiento nacional y a agravar las condiciones ya gravísimas de las masas, esto porque implica carestía y mayores despidos.


El gobierno insiste en su política, sin reparar en las consecuencias de la creciente crisis financiera internacional sobre el artificial esquema financiero de la ‘convertibilidad’, ni sobre la precariedad de la llamada ‘integración’ económica con Brasil.


La oposición, en particular el Frepaso, no pretende siquiera tener un planteo estratégico alternativo al del oficialismo, y no se ha cansado de repetir que asegurará la ‘continuidad jurídica’ de lo que ella misma denomina las ‘transformaciones’ del menemismo.


El agotamiento del programa en curso y el creciente inmovilismo que este hecho significa para la acción del gobierno, explican los levantamientos populares que se manifiestan en todo el territorio nacional. Es posible anticipar, desde ahora, que ocurrirán grandes luchas de los trabajadores del transporte, de los obreros de las grandes fábricas automotrices; que se ampliarán y profundizarán las luchas docentes; que lo mismo ocurrirá con el movimiento estudiantil en todos los niveles, como consecuencia de la bancarrota educacional.


La respuesta popular a la bancarrota del menemismo ha puesto de manifiesto un proceso de fuerte recomposición política en el movimiento obrero y, en general, de las masas. Esta tendencia ha sido acentuada por el manifiesto inmovilismo de la burocracia sindical, cuyas diversas tendencias se encuentran completamente atadas a los resultados que puedan ofrecer las elecciones parlamentarias de octubre. No en vano advierten sobre ‘el castigo de las urnas’. Pero el surgimiento de un bloque de fuerzas combativas en las automotrices de Córdoba; en el conjunto de los docentes; en el movimiento estudiantil —en especial, el secundario; en las diversas comisiones internas de UTA; en las comisiones internas de las grandes fábricas del norte del Gran Buenos Aires; en buena parte de los talleres gráficos; la tendencia imparable a la organización de los millones de desocupados; todo esto, marca la fuerte tendencia que existe en la clase obrera a dar una batalla de conjunto al régimen ménemo-capitalista y a convertir al proletariado en alternativa estratégica. Esta tendencia de la clase obrera ha sido reforzada por la lucha de partido de la vanguardia política, que señaló la inviabilidad estratégica de los planes imperialistas y la inviabilidad aún mayor del remedo centroizquierdista. Existe un hilo conductor en la recomposición de fuerzas del movimiento obrero, que se manifiesta en sus reivindicaciones anticapitalistas, en sus métodos de lucha y en su creciente comprensión estratégica.


Es necesario unificar a la escala de todo el país a este bloque de activistas y de organizaciones obreras combativas. Su actuación dispersa dentro de las organizaciones obreras tradicionales lo conducirá al fracaso. Es necesaria esa unidad, como una referencia político-reivindicativa para el conjunto de las masas explotadas. Para eso es necesario impulsar la discusión de un programa.


Las elecciones de octubre son, en este contexto, un terreno que los partidos patronales y capitalistas pretenden utilizar para recomponer su autoridad política sobre las masas. Con todo, lo más probable es que acentúen su división política y la parálisis de las instituciones parlamentarias. Desconocer que el aparato del Estado y todas las instituciones burguesas están condenadas a sufrir las consecuencias de la crisis creciente del capitalismo y de la resistencia cada vez mayor de los explotados, es simplemente desconocer la realidad y someterse por anticipado a los explotadores. Los procesos electorales no son una abstracción; están condicionados por las características del momento histórico en que tienen lugar y por la comprensión que de esa situación tengan sus protagonistas.


Ya en la actualidad, el Congreso se encuentra paralizado como consecuencia de la puja entre el menemismo y el duhaldismo, así como también por el trabajo de zapa que realiza Cavallo. El parasitismo de la oposición está probado por su completa falta de responsabilidad en esta situación.


De un modo general, la división en la burguesía está determinada por el ‘achicamiento’ de los negocios que ofrece la política oficial. Esta división ha entrado en un plano de violencia, como lo van demostrando los procesos por el atentado a la AMIA y la muerte de Cabezas, que tienen en común a la policía de la provincia de Buenos Aires, encubierta por casi dos períodos de gobierno de Duhalde y de Menem. La activa manipulación de las investigaciones por el crimen de Cabezas, por parte de Duhalde, apunta a circunscribir las responsabilidades políticas del caso y su conexión con el atentado a la AMIA. En torno a estos dos hechos podría producirse un derrumbe político-institucional.


La izquierda tiene la obligación de intervenir en las elecciones, porque son un terreno más, y en estas circunstancias uno de los más importantes, para denunciar a los partidos que representan a los explotadores; mostrar su falta de salidas; señalar que sus políticas sólo pueden llevar a las masas a una catástrofe; minar las esperanzas que las masas puedan tener en las posibilidades de recambio; acentuar de esta manera la división de la burguesía, y utilizar la comprensión política que se promueva de la situación actual para organizar a crecientes franjas de trabajadores.


Omitirse de las elecciones equivale a una complicidad con las alternativas de recambio que pretenden representar Duhalde, la UCR y el Frepaso.


Para potenciar su intervención electoral, la izquierda debe valerse de los métodos de la movilización política. El más importante de ellos es promover la discusión de un programa entre todos los sectores de las masas que van emergiendo como caudillos y organizadores del pueblo, y como consecuencia de ello llamarlos a convertirse en protagonistas y organizadores de un frente de los partidos de la izquierda y de todo el movimiento obrero combativo. Esto deberá elevar la calidad de la intervención de todo el movimiento revolucionario. No es necesario que los nuevos luchadores que aparecen por todo el territorio nacional sean obligadamente candidatos parlamentarios; el frente no necesita ‘lustre’, sino conciencia y organización; lo que importa es que sean protagonistas y organizadores de la lucha político-electoral contra la burguesía.


Para este debate y para esta tarea de organización es necesario convocar a una Conferencia Nacional de la Izquierda y del movimiento obrero combativo.


La realización de la Conferencia Nacional permitirá poner en marcha de inmediato la organización de las listas electorales en todos los municipios y provincias. La selección de los candidatos también debe responder a un principio de movilización política; por eso es necesario que se nominen en asambleas representativas y en elecciones internas de los protagonistas del frente.


Es frecuente observar en la prensa de izquierda planteamientos contrarios a la intervención en las próximas elecciones, que tienen por argumento común de que ‘le sirven al sistema’ o ‘a la reproducción de su dominación’. La mayoría de los que sostienen este planteo tienen una historia política crudamente electorera. Pero toda la experiencia del anarquismo, bastante larga, ha demostrado que esos planteos no son más que zoncerías. Si esos argumentos tuvieran alguna consistencia, deberían explicar por qué han existido cosas tales como los golpes militares, los gobiernos bonapartistas o el fascismo, o por qué desde la Comuna de París hasta los soviets rusos, los procesos electorales y el uso del sufragio se hicieron más frecuentes, y no menos, que bajo los gobiernos capitalistas.


El boicot a las elecciones capitalistas tiene lugar cuando con ellas la burguesía ya no puede engañar más a nadie, lo que significa que las masas han comprendido que deben acabar con el Estado capitalista o con el gobierno de turno. Pero cuando su capacidad de engaño es grande, hay que intervenir en ellas para clarificar la situación y denunciar a los partidos capitalistas impostores.


Llamamos concretamente a todos los partidos de izquierda y a todas las organizaciones de militantes obreros combativos, a organizar a la brevedad una Conferencia Nacional.