Políticas

7/11/1996|518

Porque protesta Francisco Macri

Francisco Macri, una de las figuras ‘estelares’ del encuen­tro de grandes explotadores ar­gentinos que acaba de celebrar­se en Bariloche, ganó los titula­res de todos los diarios cuando acusó al gobierno menemista de carecer de “una política industrial y comercial acti­va” y reclamó, en un lenguaje grandilocuente, defender el “perfil industrial” del país, “identificando los sectores prioritarios para el interés nacional”. Parecía hablar como un Terragno o un ‘Cha­cho´ Alvarez.


¿Por qué protesta Macri, uno de los principales benefi­ciarios de las privatizaciones y del ‘generoso’ “régimen au­tomotriz” establecido por Cavallo? Gracias a las ‘reservas de mercado´ establecidas por ese régimen especial, las ter­minales pudieron triplicar su producción en los últimos cinco años y gracias a la ‘flexibili­dad laboral´ este aumento les significó enormes super beneficios.


El arrebato ‘industrialis­ta’ y ‘nacionalista’ de Macri fue unánimemente interpreta­do como un intento de presión sobre el gobierno para modifi­car el acuerdo automotriz esta­blecido con Brasil … Es que, aunque Brasil flexibilizó el cupo de importaciones de autos provenientes de la Argentina, las terminales brasileñas fue­ron autorizadas a importar ma­quinarias, equipos, piezas y autopartes pagando aranceles de apenas el 2%, muy por debajo de los que pagan las terminales radicadas en la Argentina. Asi­mismo, autoriza a las termina­les a importar automotores, con un arancel preferencial, por un valor equivalente a las inversiones y exportaciones que realicen, lo que beneficia a los pulpos establecidos en am­bos países e internacionalmen­te, pero no a Sevel, que sólo está radicada en la Argentina desde la disolución de su sociedad con Fiat. El ‘régimen automotriz’ brasileño fue impuesto por las grandes terminales imperialis­tas y es por este motivo que fue finalmente aceptado por el go­bierno menemista.


El ‘intercambio compen­sado’ entre las terminales de la Argentina y Brasil cierra el mercado brasileño a Sevel y Ciadea, que carecen de plantas en ese país. Un acuerdo tempo­rario les permitió a estas últi­mas colocar 60.000 unidades por año en Brasil sin necesidad de ´compensación’ hasta 1999, pero “los cambios en los elencos ministeriales que se sucedieron en los principales socios del Mer­cosur esterilizaron el acuerdo y ahora Macri achaca a Guadagni (secreta­rio de Industria) haber acep­tado una reducción en el número de unidades que podrían ser exportadas li­bremente a Brasil por Sevel y Ciadea” (El Cronista, 25/10). En esta disputa comercial radi­ca ‘el interés nacional’, se­gún Macri.


La preocupación de Macri, sin embargo, no se limita a su exclusión del mercado brasileño, sino también del argentino. Su­cede que la industria automotriz argentina ya cuenta con una ca­pacidad excedente del 30%, a la que hay que agregar la de las plantas que todavía no han co­menzado a producir: Fiat y Chrysler (en Córdoba), General Motors (en Rosario), Toyota en Zárate. En total, se calcula que en apenas tres años la capacidad de producción argentina podría alcanzar a 800.000 unidades anuales, el doble de la actual. Se trata de una cifra por completo ‘indigerible’… más aún cuando la sobreproducción mundial su­pera las 10.000.000 de unidades por año.


“Está claro que Macri – sostiene Juan Alemann (La Razón, 28/10)- con una fábrica que no es de las más mo­dernas y habiendo perdido su marca líder, Fiat, tiene un problema”, por “su posi­ción de debilidad frente a terminales como General Motors, Ford, Volkswagen y Fiat” (El Cronista, 25/10).


La ‘protesta’ de Macri en Bariloche pone en evidencia su indisimulable retroceso indus­trial e, incluso, en otras ramas, a las que ingresó para ‘diversi­ficarse’, pues ha debido poner en venta su participación en las distribuidoras del gas del Cen­tro y de Cuyo, y acaba de des­prenderse de sus plantaciones y de la planta procesadora de limón que tenía en Tucumán, en favor del grupo Bemberg.


La ‘caída de la casa Ma­cri’ es una nueva evidencia del retroceso estratégico que ha sufrido la burguesía nacional, a pesar de los subsidios y ‘opor­tunidades’ que le dio el menemo-cavallismo.