Políticas

8/12/1993|408

Pts: De Shangai a Liniers

A la denuncia de nuestro partido, de que la consigna de Asamblea Constituyente constituye, en el momento actual, una capitulación ante las presiones reeleccionistas de Menem y de la “patria privatizadora”, el Pts se defendió reproduciendo tres páginas de citas de Trotsky sobre la oportunidad de esa consigna en China de la década del 30, cuando China tenía planteadas las tareas de la unidad nacional.


Con semejante procedimiento, el Pts mostró su peor faceta (lo que no es poco), porque demostró dos cosas: una incapacidad indisimulable para hacer un análisis concreto de una realidad concreta y una incomprensión insuperable del carácter históricamente determinado de esa consigna, así como de la oportunidad política conveniente para su planteo.


Pero luego de nuestra respuesta, en PO Nº 406, el Pts se vio obligado a sacar otro artículo contra nosotros, confesando de este modo que las citas de Trotsky no le resolvieron ningún problema y hasta se le volvieron en contra. En su nueva incursión, el Pts vuelve a su remanido método de las citas, pero esta vez no de textos de Trotsky sino de un discípulo de Trotsky, es decir, de textos del Partido Obrero. La consigna de Asamblea Constituyente no encontraría ya su justificación en lo que dijo Trotsky en la década del 30 para China, sino en lo que planteó el PO en 1987 para la Argentina.


 


Carácter episódico


Hemos sostenido que la consigna de la Asamblea Constituyente pierde su vigencia y pasa a un segundísimo plano en naciones donde existe un régimen político basado en el sufragio universal. Trotsky plantea en 1938, en el “Programa de Transición”, que “La consigna de la Asamblea Nacional (o Constituyente) conserva todo su valor en países como la China o la India”, precisamente en países sin gobierno propio o experiencia constitucional. Sin embargo, el mismo Trotsky planteó episódicamente esta consigna para los países fascistas, que por supuesto tenían una experiencia de gobierno propio, aunque relativamente breve (Alemania 1870-1933, o más precisamente,1918-33; Italia 1870-1922). Con todo,Trotsky advertía contra las “ilusiones” o las trampas democratizantes que sembraba el oportunismo con esta consigna y llamaba a no “resucitar cadáveres como el de Weimar” (ciudad donde se reunió la Constituyente alemana de 1919 usada para ahogar la revolución). Los trotskistas italianos coincidieron con Gramsci, en la época de la política ultraizquierdista del llamado tercer período del stalinismo, en levantar contra el fascismo la consigna de Asamblea Constituyente y el frente único obrero. Trotsky levantó siempre la consigna de la Constituyente como un arma de lucha revolucionaria contra el Estado y con la advertencia permanente acerca de sus limitaciones.


 


1987


El PO levantó la consigna de Asamblea Constituyente en diversas oportunidades, pero nunca con un carácter “constitucionalista”, es decir, para hacer más democrática la letra de la Constitución, sino con el carácter de consigna de transición al gobierno de trabajadores. Despojarla de su carácter constitucionalista y presentarla en su capacidad revolucionaria, esto marca la diferencia de principios y de métodos entre el abordaje que hace y ha hecho el PO, de un lado, y el conjunto de las corrientes morenistas sin excepción, del otro. Con este carácter episódico y transicional, el PO planteó la consigna en 1987 cuando Alfonsín quiso hacer aprobar la ley de Obediencia Debida repudiada por la gran mayoría de la población. “Alfonsín y el parlamento —decíamos— no tienen autoridad para amnistiar. Que el pueblo decida. Asamblea Constituyente”. Las  elecciones nacionales para renovar diputados y gobernadores se hacían el 6 de setiembre y nosotros lanzamos la consigna el 20 de mayo. La consigna constituyente no era un reclamo a favor de una reforma constitucional, sino que planteaba la disolución del parlamento que tenía mayoría indultadora, y la renuncia del gobierno, y el pase de la totalidad del poder a una Asamblea Constituyente. “Es necesario que la soberanía popular se exprese en una Asamblea Constituyente, con nuevos representantes elegidos por sufragio universal, que asuma la totalidad del poder político” (PO, 20/5/87).


Ante estas evidencias es necesario señalar dos cosas. La primera es que para el Pts la consigna de Asamblea Constituyente no tiene un carácter de poder (no podría tenerlo en la presente situación política), sino que apunta, textualmente, a “democratizar” la Constitución vigente. Lo otro es que en aquella oportunidad la reivindicación sólo podría prender como oposición al gobierno de turno, en tanto que hoy es éste el que impulsa la convocatoria. En 1987, hubo una tendencia a reclamar un referéndum para impedir la sanción de la ley de obediencia debida, lo que prueba que nuestra consigna respondía a un interés popular generalizado. Era una consigna adecuada a la situación; adecuada al planteamiento de conjunto de la cuestión del poder; y adecuada a la función de desenmascarar el carácter antidemocrático del Estado democrático. La “Semana Santa” de 1987 no fue el momento en que Alfonsín y Cafiero pretendían reformar la Constitución, como miente el Pts, sino que fue el momento en que miles y miles se retiraban de Plaza de Mayo desengañados del alfonsinismo por su capitulación ante los carapintadas.


 


Bajo la dictadura


No fue ésa la única vez que el PO levantó la consigna de Asamblea Constituyente. Bajo la dictadura fue una consigna central de nuestra agitación política. Abajo la dictadura, por una Asamblea Constituyente soberana. Nuevamente, en este caso, era un planteo de lucha revolucionaria contra el régimen dominante, no un planteo constitucionalista, y planteamos el desconocimiento de todos los decretos dictatoriales y su completa revisión. En esa época, la corriente morenista reclamaba la “vigencia de la constitución de 1853” (¡ Sí, de la reaccionaria!) y establecía acuerdos con la “multipartidaria” burguesa en torno a esa consigna.


El Pts defiende a muerte la consigna de Asamblea Constituyente incluso cuando, por su oportunidad, significa favorecer la convocatoria de un parlamento constitucional más reaccionario que el actual para que sancione una constitución también más reaccionaria que la actual.


 


Frente a la constituyente reaccionaria


Si la constituyente fuera convocada por el pacto podrido de Menem y Alfonsín, probablemente debamos concurrir a librar una lucha en el seno de esa Asamblea reaccionaria. Reaccionaria por su composición (mayoría de los partidos del régimen); por el poder que la convoca; por la manipulación de la opinión pública (monopolio de los medios de difusión), por la oportunidad política (reflujo); por su objetivo (reelección, regimentación antidemocrática).


Debiera caer de maduro que no podemos plantear que esta Constituyente reaccionaria se transforme en “libre y soberana”. Sería, cuando menos, ridículo. Debemos usar la tribuna electoral y parlamentaria para denunciar a la Constituyente y a sus objetivos reaccionarios, contraponiendo un programa reivindicativo de los trabajadores, llamando a éstos a movilizarse para imponer sus reclamos. Un fracaso de la Constituyente menemista como consecuencia de una lucha política y una movilización popular plantearía la cuestión del poder para los trabajadores, y no la reforma de la Constitución.


 


Reformismo


El Pts pretende que el PO es “reformista del estado semicolonial”, porque “En su programa (del PO) para la Constituyente se lee: ‘establecer el control de la economía por los trabajadores (sic); crear un estado democrático, ejercido y fiscalizado por la ciudadanía que trabaja (!!!!). Aunque parezca mentira, el “izquierdista” Altamira propone crear un estado democrático “fiscalizado” por la “gente que trabaja”, para que sea votado en una Asamblea Constituyente. No hace falta comentario alguno”.


¡Claro que no hacen falta los comentarios! Si el control obrero (“establecer el control de la economía por los trabajadores”) o un gobierno de los trabajadores (“crear un estado democrático ejercido y fiscalizado” —y no sólo fiscalizado, como dice el Pts— por la ciudadanía que trabaja), es reformismo, entonces la constitución soviética de 1919 (de donde se extraen esas fórmulas), es también un documento reformista. La pregunta es: ¿qué otro programa levantará el Pts frente a la convención menemista?


Por otra parte, el PO no planteaba “reformar”  la constitución, sino realizar practicamente el programa, toda vez que la Asamblea Constituyente debía tomar el poder político, con la renuncia del gobierno y la disolución del parlamento.


Pero el Pts insiste: “Diéguez en 1993 nos acusa de no ser oportunos en el llamado a la Asamblea porque en estas circunstancias la mayoría sería Menemista, en cuyo caso le estaríamos haciendo el juego”. Para el Pts, en cambio, la Constituyente permitiría una discusión democrática, donde “las masas podrían comprender, por cuenta propia, la impotencia de las instituciones burguesas, incluso las más ‘democráticas’ para imponer la fuerza de su número y resolver los angustiantes problemas que atraviesan. Sin embargo, Diéguez y el PO en 1993 capitulan miserablemente a la conciencia del pequeño burgués centroizquierdista y aun alfonsinista que teme a la ‘mayoría menemista’, escondiendo su cabeza y su programa democrático radical para ‘no hacerle el juego’  al gobierno”.


El Pts no tiene noción del ridículo. Las masas ya hacen todos los días su experiencia con el parlamentarismo, con las limitaciones de la “fuerza del número”, etc. ¿Para qué impulsar otra edición de lo mismo, más reaccionaria?


El PO libra todos los días una lucha contra la “mayoría” menemista, algo que el Pts (jubilación privada mediante) no puede decir. Menem ha lanzado ahora la convocatoria de una Constituyente para aprovechar un terreno y oportunidad favorables (atomización del movimiento obrero, reflujo de las luchas populares, frente con el alfonsinismo) para institucionalizar avances reaccionarios. Ahí vamos a estar, pero no como el Pts capitulando ante el chantaje constitucional del menemismo, sino para desenmascararlo (parece que si el Pts tuviera parlamentarios no utilizaría el abandono de las sesiones y la no concesión de quórum para impedir la salida de una ley antiobrera por amor al principio del debate democrático).


 


La “deificación” de la Asamblea Constituyente


“Altamira niega las tareas democrático-formales para nuestro país, con el solo expediente de declarar que no hay ‘tradición’ de lucha por las tareas ‘constitucionales’ … Sin embargo existen una infinidad de tareas pendientes que la ‘democracia’ no puede resolver, como el juicio y castigo de los genocidas…” (Rebelión, 24/11). Clarísimo. Mientras haya “tareas democrático-formales” pendientes, el método político para realizarlas debe ser democrático. Exactamente lo que  sostuvieron toda la vida  los mencheviques y stalinistas, la revolución por etapas, o la democracia como estación terminal (¡porque aun en el más imperialista y desarrollado de los países hay tareas democráticas pendientes— negros en Estados Unidos, monarquía en  Gran Bretaña!).