Políticas

29/5/2008|1039

Punto de viraje

La burguesía contraataca

Ese mismo día 29 la crisis “por arriba” toma su forma más extrema. A la mañana estaba convocada una reunión extraordinaria del consejo de ministros. Se anuncia su levantamiento. Se dice que De Gaulle partirá hacia su residencia en el interior del país, pero  los medios informan que nadie sabía dónde estaba. Recién al comenzar la noche, el presidente es localizado en su casa. El clima es de confusión. En los mentideros de la burguesía se habla de vacío de poder. La tensión aumenta al comenzar el día siguiente. Se extiende el rumor de que el Presidente expuso la necesidad de un golpe de Estado en una cita sigilosa con los jefes del Ejército, que había concretado en un cuartel de tropas francesas en la ciudad alemana de Baden Baden.

En esa atmósfera de incertidumbre, De Gaulle habla por radio y televisión en la tarde del día 30: “He tomado una decisión – afirma de entrada–  no voy a renunciar y cumpliré con mi mandato”. El referéndum anunciado seis días antes queda suspendido porque no hay “condiciones materiales” para ponerlo en práctica. La decisión ahora es otra: se disolverá el parlamento (la Asamblea Nacional) y se convocará a nuevas elecciones. Se pretende que la izquierda se empeñe en garantizar las “condiciones materiales” para que el pueblo vote; o sea, terminar con la huelga. Pero también hay un “plan B”, explicó: “Si esta situación de fuerza se mantiene, para mantener la República y de acuerdo con la Constitución tendré que tomar medidas distintas a un inmediato voto popular”.

Operativo contraataque

La diferencia con el discurso del 24 – cuando De Gaulle anunció el nonato referendo–  es notoria. El rescate plebiscitario de un bonapartismo en decadencia da paso a una salida parlamentaria. A cambio de echar atrás la huelga, la izquierda podrá hacer su camino en la “institucionalidad”. El alto mando militar obligó a De Gaulle a sacrificar un golpe en beneficio propio. Los uniformados exigieron la libertad de los jefes de la derecha militar, encarcelados por atentados y tentativas de golpe algunos años atrás, en ocasión de la crisis generada por la decisión de De Gaulle de conceder la independencia a Argelia.

El operativo fue puesto en marcha de manera inmediata: las fuerzas de “seguridad” tomaron algunas refinerías paralizadas y se dispuso normalizar el suministro de combustible; los medios de comunicación lanzaron una enorme campaña en favor de la nueva línea oficial de defensa de la “democracia”. Como parte de la maniobra, el gobierno ofrece más concesiones a los gremios ferroviarios y del transporte. El mismo 30, por la tarde, se manifiestan en el centro de París los que apoyan al gobierno. Al llamado responden centenares de miles de personas: es la Francia “bien pensante”, acomodada, pequeño burguesa y no tan pequeña. “El comunismo no pasará”, dicen algunas pancartas. Se canta la Marsellesa y se reclama el apoyo al régimen. La situación se repite en algunas ciudades de provincia. Algunos piquetes de huelga son atacados por fuerzas policiales o “comités cívicos”.

Son aún sólo escaramuzas, porque la huelga general todavía se mantiene firme por todas partes. El llamado a ganar las calles de los gaullistas no es enfrentado por los sindicatos ni por el PC. El jefe del bloque comunista en la Asamblea Nacional, ese mismo día 30, dice que “los trabajadores, seguros de su fuerza, continuarán defendiendo las reivindicaciones por las cuales están en huelga… (y) participarán en conjunto, con más fuerza y confianza, en la campaña electoral para terminar con el poder gaullista”. Un poco más tarde, el buró político del PC señala que el partido “irá a las elecciones para exponer su programa de progreso social, de paz y de unión de todas las fuerzas democráticas”. La alternativa para la mayor huelga política de masas de la historia del proletariado europeo, según el PC, es “dictadura gaullista o democracia”. Garantizar “las condiciones materiales” de las elecciones es ahora el “programa común” no escrito de quienes se enfrentan violentamente de palabra pero se afanan en mantener el régimen burgués en pie.

Zanahoria y palos

Las direcciones sindicales culminan su tarea. Se empeñaron en no bajarse del barco ni abandonar la ola ascendente del movimiento para renovar siempre su intento de echar la huelga general atrás. Después del rechazo a los acuerdos de Grennelle y con la situación abierta por el nuevo planteo gaullista, la línea ahora es: nada de negociación de conjunto, separar las reivindicaciones por sector, negociar por rama, región o fábrica y preparar las condiciones para un “exitoso retorno al trabajo”, título literal de una edición del diario del PC de esos primeros días de junio. En lugar de centralizar a la clase obrera, atomizarla. El contraaque oficial estaba en marcha, la dislocación de la huelga también. No será una tarea sencilla y no faltará la represión abierta contra los huelguistas. El 31 de mayom la prensa francesa (Les Echos) pintaba el país de esta manera: “Las huelgas y las ocupaciones de fábricas prosiguen… salvo algunos casos excepcionales no hay hasta el momento un retorno importante al trabajo”. Entonces comenzará el desarme progresivo y será una mezcla de zanahoria y palos.

Equipo Cuarenta Aniversario