Políticas

11/7/1995|455

Quarracino gobierna la Educación

Apenas tres meses después de que Quarracino y Laise —obispos de Buenos Aires y San Juan— calificaran como “aberrantes e inmorales” los “contenidos básicos comunes” (CBC) para la  “educación básica general” aprobados por el Consejo Federal de Educación (integrado por los ministros de Educación de todas las provincias), el mismo CFE aprobó por unanimidad una serie de “modificaciones” en los CBC en la dirección reclamada por la Curia. Los CBC constituyen la base mínima de los programas y planes de estudio que deberá aprobar cada provincia, según la nueva Ley Federal de Educación.


Las “modificaciones” aprobadas tienen el contenido oscurantista, antidemocrático, anticientífico y totalitario propio de una institución —la Iglesia— que es la vanguardia ideológica y política de la reacción.


• Liquida toda posibilidad de educación sexual en las escuelas al suprimir el párrafo referido a que “los alumnos y las alumnas púberes pueden encontrar en la escuela respuesta a alguno de los interrogantes que su desarrollo les plantea”. La barbarie clerical llega al punto que, dice un informe sobre los CBC publicado por la Universidad Católica de La Plata, “hablar del sida en relación a la salud puede utilizarse para inducir al permisivismo sexual al recomendar el uso del preservativo” (Clarín, 8/7).


• Reemplaza la noción de “género” por la de “sexo”. Según la especialista Gloria Bonder —que participó en la redacción del los CBC originales y renunció ante la imposición de las “modificaciones”— “se intenta volver a argumentos naturalistas y biologicistas que por siglos han justificado la inferioridad social de la mujer y su exclusión de los espacios de decisión” (Página/12, 7/7).


• Reemplaza la noción de “grupo familiar” (pasible, según la Iglesia, de ser interpretado como un reconocimiento de las uniones homosexuales) por la de “familia”.


• Introduce el concepto de “trascendencia, es decir, la capacidad de relacionarse con Dios” entre las “capacidades” propias de las personas. Para los CBC modificados, pues, un ateo es un discapacitado …


• Reescribe el concepto de “valores” porque los anteriores ponían en un mismo plano a las “corrientes filosóficas” y a la “tradición cultural” (creaciones del hombre) con las “convicciones ético-religiosas”, que serían, según la Iglesia, de inspiración divina.


• Introduce el concepto de “evangelización de América” para referirse a la conquista a sangre y fuego, el exterminio de pueblos enteros y el saqueo del continente a manos de “la cruz y la espada”.


• Suprime toda referencia a Darwin y a Lamark, es decir a las teorías evolucionistas que establecen tanto un origen común entre el hombre y las restantes especies animales como que el hombre que conocemos (y todas sus capacidades, entre ellas la de elaborar ideologías religiosas) no es una “creación divina” sino el producto de un desarrollo particular de ciertos primates superiores. La Iglesia –que tardó cinco siglos en “rehabilitar” a Galileo Galilei– se presenta como autoridad para establecer conceptos científicos basados en sus prejuicios oscurantistas. La barbarie votada por los ministros de “educación” a instancias de los curas tira por la borda dos siglos de desarrollo científico para volver a la fábula de Adán, Eva y el “pecado original”.


Después de haber impuesto en la Constitución la prohibición del derecho del aborto y la financiación pública de la educación privada y de haber impuesto todos sus reclamos en la sanción de la Ley Federal de Educación, con las “modificaciones” de los CBC, la Iglesia ha impuesto un monopolio ideológico irrestricto sobre la educación –incluso aquélla que no se encuentra directamente en sus manos– y sobre el conjunto de las “instituciones de la democracia”.


El “apriete” clerical, sin embargo, no ha terminado. La nueva etapa del copamiento clerical de la educación será la redacción de los planes de estudio provinciales, en los cuales la curia intentará meter, directamente, la educación religiosa obligatoria en las escuelas públicas. El antecedente de la Constitución bonaerense es ilustrativo a este respecto. La cosa no terminará allí: el “apriete” se reproducirá a nivel de cada establecimiento porque la Ley Federal de Educación establece “un nuevo sistema de conducción escolar descentralizado, lo que implica la formulación de un proyecto institucional propio, determinado por cada escuela” (La Nación, 5/7). E, incluso, a nivel de cada docente: “Lo que la ley no puede hacer es evitar la comunicación entre el docente y su discípulo … Si su posición ante la vida es agnóstica (atea) … no podrá impedir, por más que se lo proponga, que su punto de vista llegue, conciente o inconcientemente, hasta su alumno” editorializa La Nación (6/7), en un poco elegante llamado a la “depuración” y “reeducación” ideológica de los maestros.


La lucha contra la destrucción material de la educación (reducción presupuestaria, cierre de escuelas y grados, despido de docentes) es inseparable de la lucha contra la destrucción de los contenidos de la educación y de su principal agente, la Iglesia.