Políticas

8/2/2001|696

¿Reforma sindical o la política del tero?

La reforma sindical que impulsa el gobierno ha encontrado un escollo inesperado: la patronal. Es lo que explica el cavernario asesor de la UIA, Daniel Funes de Rioja, al diario BAE (5/2). Pero la oposición es lógica, porque el objetivo estratégico de atomizar al movimiento obrero está debidamente alcanzado con la corrompida reforma laboral, que aniquila los convenios por industria y ataca la unidad de acción sindical contra la patronal. Los explotadores han obtenido la mejor combinación posible: una burocracia única en cada industria y miles de convenios separados dentro de cada rama. El asesor patronal lo dice con todas las letras: “Aunque haya negociación por empresa o establecimiento debe haber un grado de interlocución … no (debe haber) pluralismo sindical para negociar”.


La posición de la UIA pone de manifiesto el carácter puramente distraccionista que persigue el Ministerio de Trabajo con su propuesta, o sea, entretener a las direcciones sindicales en una discusión que haga pasar a un segundo plano la necesidad apremiante de obreros y desocupados de que se prosiga con el movimiento huelguístico iniciado con los cortes de ruta de Tartagal y La Matanza y el paro de 36 horas de noviembre pasado.


Quien con más entusiasmo se ha lanzado a colaborar con este operativo distraccionista es la burocracia de la CTA, que cree que así conseguirá su pluralismo sindical. Se trata de una posición reaccionaria, porque consiste en un pluralismo basado en los convenios por empresa y en la atomización de la clase obrera. El mismo carácter tiene la posición que defiende que el Estado reconozca solamente a un sindicato por rama, porque esto equivale, reforma laboral mediante, a reivindicar el interés estrictamente particular de la burocracia y para nada un interés general del movimiento obrero.


Otra manifestación del carácter distraccionista del proyecto oficial es que con la desregulación de las obras sociales, la representación sindical no la determina en la práctica el Ministerio de Trabajo sino la capacidad de la burocracia para retener el control de aquéllas. Cavallieri, por ejemplo, con Osecac en su poder, no tiene nada que temerle al proyecto del gobierno. Muchas burocracias habrán de desaparecer como consecuencia de su incapacidad para mantener la obra social; esto explica que los sectores más fuertes estén proyectando absorber a los sindicatos más débiles. Con la concentración de las obras sociales a partir de la desregulación y privatización, es el poder económico el que determina el monopolio burocrático de los sindicatos, no los dictámenes que puede hacer Patricia Bullrich.


La consigna es entonces: nada de distraccionismo, abajo la reforma laboral; por la eliminación de la burocracia de los sindicatos para imponer los convenios únicos por industria. Abajo la privatización de las obras sociales y de la salud; control obrero de las obras sociales y una salud estatal única bajo la gestión de los trabajadores.