Políticas

10/1/2021

LA SEMANA

Regímenes capitalistas, al ritmo vertiginoso de la pandemia y la crisis mundial

Del copamiento del Capitolio al dejar hacer frente al crecimiento de los contagios, y de yapa las “miserias” de la política criolla.

Editor de Prensa Obrera

Dos hechos sacudieron la semana. Los dos tienen en común que no se trata de algo estrictamente no esperado, pero el desencadenamiento de los mismos tiene profundas consecuencias.

La invasión del congreso norteamericano, Capitolio, por parte de los seguidores de Donald Trump es la expresión de la profundidad de la crisis que envuelve al principal país capitalista. Una transición verdaderamente turbulenta. Junto al deterioro de la economía, que la pandemia profundizó; al crecimiento exponencial de los contagios (y las muertes) por coronavirus; mientras los ecos de la rebelión popular de alcance nacional de 2020 siguen percibiéndose; mientras todo esto sucede el fin del gobierno de Trump mostró una crisis política sin precedentes. Trump pretendió que el Congreso no avalara la elección de Biden para la presidencia y cuando tuvo la seguridad de que los republicanos, con su vice Pence a la cabeza, iban a reconocer el triunfo demócrata, buscó frenarlo por la vía de los hechos mandando a sus seguidores al Capitolio a impedir físicamente el funcionamiento de la sesión que debía ratificarlo. Independientemente del éxito de la misión, Trump quiso dejar su sello para ser un factor clave en la política norteamericana. Es decir, tenemos una crisis por delante.

El otro hecho, también de alcance mundial, es la nueva ola de contagios por Covid-19. Las cifras récord que invaden al hemisferio norte, mientras la vacunación marcha a paso lento, fueron atribuidas a un problema estacional: el invierno favorece la acción del virus. Sin embargo el hemisferio sur, en pleno verano, ya vive la segunda ola. En nuestro país el crecimiento sostenido de los contagios ha dejado a la luz varios hechos.

Por empezar en la famosa disyuntiva entre salud o economía que planteó reiteradamente Alberto Fernández, los gobiernos se inclinan abiertamente por la segunda. El muy anunciado decreto para imponer una suerte de toque de queda terminó siendo reducido a una serie de advertencias para medir el avance de los contagios. El gobierno nacional dejó en manos de los provinciales decir si imponen una restricción a la circulación, una medida que están tomando muchos gobiernos en el mundo. A su vez los provinciales lo dejaron en manos de los municipios. O sea que Schiaretti, Kicillof, Rodríguez Larreta, Suárez y otros le dijeron a Cafiero y a Fernández: gracias pero no fumo. En esto no hubo grieta. La presión de los sectores capitalistas y fundamentalmente los de la actividad turística (pero no la única, ni la más importante) pesa fuerte, y a través de la boca de su jefe de gabinete el gobierno nacional decretó la nada misma. Esto se veía venir. El que prestó atención a la reunión de Kicillof con los intendentes en los primeros días de la semana ya tenía la respuesta.

En concreto frente a la segunda ola que se está descargando aceleradamente en el país, el gobierno está totalmente paralizado. No están las 20 millones de dosis de vacunas que se aseguraron para fin de año; no hay restricciones de ningún tipo a pesar de la ausencia de protocolos en los lugares de trabajo, en el transporte, etc.; no hay respuesta a los reclamos de los trabajadores de la salud. No hay inversión en salud. Más aun, las evidencias de que el sistema de salud está en abierta crisis han desatado una pelea entre los distintos grupos que intervienen en el sistema, fundamentalmente la medicina privada y las obras sociales. La insinuación de CFK de que debía revisarse el sistema de salud y la vuelta atrás de AF en el aumento decretado para las prepagas sembraron la alarma. Los dichos de la vicepresidenta están claramente planteados en la necesidad de una “racionalización”, achique; es un ajuste a la manera de ella, pero ajuste al fin, que no solo podría afectar a los hospitales públicos, sino fundamentalmente a las obras sociales. Lo cierto es que toda esta pelea revela que el sistema de salud manejado por los gobiernos capitalistas no está en condiciones de hacer frente a la pandemia ni sirve al interés general de la salud de la población.

Además de la decisión de no producir restricciones, donde tampoco hubo grieta es en culpabilizar a la población y sobre todo a la juventud por el crecimiento de los contagios. No son los medios de transporte llenos, la falta de cuidados en los lugares de trabajo, el hacinamiento en las viviendas, la falta de agua en varios barrios, la falta de testeos masivos, nada de eso es la razón de la disparada de las cifras del Covid-19; en el centro de la escena se ha colocado a las fiestas clandestinas, que por numerosas que sean siguen siendo un universo muy pequeño.

El gobierno para sostener esta conducta de parálisis frente al agravamiento de la situación sanitaria se monta en el hartazgo de la población respecto de las restricciones. Hartazgo entendible porque la cuarentena es imposible sostenerla si no se garantizan las condiciones de vida para poder sobrellevarla, y lejos de eso y en función del ajuste prometido al FMI el gobierno corta toda ayuda o asistencia a quienes no tienen un ingreso asegurado (nada menos que el 40% de los trabajadores). La única forma de frenar la pandemia es producir restricciones para impedir los contagios y para ello deben garantizar las condiciones materiales que permitan un aislamiento real. El gobierno ha puesto todas sus fichas en la vacunación, un hecho que cada vez parece más complicado se efectivice con rapidez.

Mientras tanto la situación se empeora con el aumento del costo de vida, y sobre todo de los alimentos; con los aumentos de tarifas que se viene aplicando en forma desmedida en Córdoba, CABA, Salta y casi todas las provincias. Cada vez hay más razones que llevan a la población a salir a buscar el peso, a como venga, y por lo tanto a dejar de lado las prevenciones por los contagios. La fiesta clandestina que pesa es la que hacen los banqueros, que se llevaron 700 mil millones de pesos en concepto de intereses en un año por especular; o la que hacen los funcionarios del gobierno con el FMI recortando las partidas de salud, educación o asistencia social.

Para terminar, lo que algunos llamarían tres notas de “color”, si no fuera porque encierran la esencia de este régimen. Victoria Donda, la titular del Inadi de recorrido por varias fuerzas políticas con el cartel de “progre”, fue denunciada por su trabajadora de casa particular; las razones: trabajo en negro, falta de aportes y despido encubierto con un acto del más genuino punterismo con planes sociales y contratos precarios. Donda en su vida personal es un espejo de su vida como funcionaria y del gobierno al que pertenece: en el Inadi todos los empleados son contratados, es decir, precarizados.

La otra es el caso de la diputada provincial de Juntos por el Cambio, Carolina Píparo, que con su marido se dedicaron a perseguir motociclistas por un robo que sufrieron, cuando creyeron encontrar al autor le tiraron el auto encima, mandando a un inocente al hospital. Obviamente huyeron y se encontraron con los funcionarios del municipio de La Plata prestos a brindarles protección. El marido de Píparo está preso por intento de asesinato, un Chocobar civil.

La última es la resolución que permite a la vicepresidenta cobrar la pensión de presidente de su esposo, Néstor, la suya por sus dos mandatos y su actual sueldo al frente del Senado. En resumen la dirigente nacional y popular embolsará cerca de dos millones de pesos mensuales, más de 100 millones de retroactivos e intereses sin pagar ganancias. Todo el mismo día que se aprobaba el robo a los jubilados, que se sostenía el pago de ganancias sobre los sueldos de los trabajadores que apenitas pasan, por ahora, la canasta básica de pobreza. Una bofetada a un pueblo que es asediado por la pobreza.

Las tres son genuinas expresiones del régimen que nos gobierna desde hace décadas y que es responsable del derrumbe de nuestras condiciones de vida y del país. Acabar con él es la tarea.

Buen domingo.