Políticas

15/3/1995|440

Resolución política de la Conferencia Nacional de la Izquierda

I. El derrumbe del plan Cavallo


1- La característica principal de la situación política actual es el derrumbe del llamado plan Cavallo y el inicio de una crisis financiera e industrial. Ambos fenómenos están llamados a provocar un realinea­miento de fuerzas entre las distintas clases sociales, a abrir una etapa de crisis política y agudizar en forma excepcional los antagonismos y la lucha de clases. Dependiendo del ritmo que asuma la crisis económica, es posible que se repita una situación como la que llevó a la renuncia anticipada de Alfonsin. El fracaso del plan económico y la crisis capitalis­ta de un modo general, representan una importante victoria ideológica del socialismo contra la burguesía internacional y contra el gobierno menemista, porque ellas han vuelto a demostrar que la llamada economía de mercado no es otra cosa que un régimen de anar­quía de la producción y que el llamado “fin de la historia” sólo es tal para el sistema capitalista y sus contradicciones crecientes e insolubles.


2- El plan de Cavallo, que nació como consecuencia de una aguda crisis financiera internacional, hoy llega a su fin como consecuencia de otra crisis finan­ciera internacional. El derrumbe de todas las Bolsas del mundo, en 1987, y la quiebra de las sociedades de ahorro y préstamo y de los grandes bancos de los Estados Unidos, que siguió a ese derrumbe, produjo una de las operaciones de rescate financiero más grande de la historia. Un aspecto fundamental de este operativo estuvo representado por el rescate de la deuda externa de los países sometidos, que fue ejecutado por medio del remate de las empresas del Estado y de la refinanciación usuraria de deudas conocida como “plan Brady”. De conjunto, el Estado norteamericano y su banco central lanzaron un operativo de emisión de billones de dólares para salvar al sistema financiero internacional, forzando a todas las naciones a una excepcional acumulación de dóla­res, que sirvió como garantía de una nueva onda especulativa internacional, pero en particular en las llamadas naciones del Tercer Mundo. Los planes de convertibilidad fueron aplicados, de una u otra mane­ra, en la inmensa mayoría de los países, como ancla de esta especulación. Esa impresionante inflación mo­netaria internacional sirvió para ampliar artificial­mente el poder de compra de la economía mundial y dar una salida a las exportaciones de las naciones imperialistas, en particular la norteamericana. Las naciones oprimidas pasaron a ser, como nunca, el basurero de las naciones opresoras y una válvula de escape a la crisis mundial. Tres años después de la rene­gociación de la deuda externa y de la cancelación de una par­te de ella a través de las priva­tizaciones, la deuda de los paí­ses atrasados es más alta que nunca.


El agotamiento de las posibi­lidades de obtención de benefi­cios; el agotamiento del poder de compra internacional deri­vado del mayor endeudamien­to; y el agotamiento de la capa­cidad de los principales países para seguir aceptando dólares sin comprometer a su propia industria; el agotamiento, en suma, de las oportunidades ofrecidas por la onda especula­tiva, es la causa inmediata de la crisis actual, la que no ha dejado de lado a ningún país y menos que a ninguno a los Estados Unidos. La enor­me inflación de capitales, producida anárquicamen­te, ha dado lugar a una desvalorización aún mayor de esos capitales, que se ha producido de una forma todavía más anárquica. Esa desvalorización se veri­fica a través de las caídas de las acciones y de los títulos públicos y a través de la depreciación en cadena de las monedas. Sólo el capital especulativo japonés invertido en Estados Unidos ha conocido una depreciación de 100.000 millones de dólares, como consecuencia de la desvalorización del dólar; pero la propia Bolsa de Tokio, que cayó un 60% en los últimos cuatro años, es responsable de la evaporación de varios billones de dólares en el valor de los capitales; el mismo fenómeno, con relación a la caída del valor de la propiedad inmobiliaria, es de una cuantía des­conocida. Incapaz de proceder a un incremento de la riqueza real, a pesar de los enormes avances de la tecnología industrial, el capitalismo ha procedido a la creación de un gigantesco capital ficticio, el cual sin embargo debe ser remunerado con beneficios crecien­tes por medio de la explotación de los trabajadores. La necesidad de sustentar este colosal parasitismo capi­talista es una de las causas fundamentales de la enorme y creciente miseria de las masas.


3- El derrumbe argentino no es la consecuencia de ningún “efecto México”, sino de un agotamiento de las tendencias especulativas que es común al con­junto de la economía mundial. Pero este derrumbe ha servido para poner en evidencia las limitaciones descomunales del plan Cavallo, el cual no ha sido otra cosa que un “plan” de endeudamiento masivo. La economía argentina ha vuelto a ser fiel a su tradición histórica de mera refractaria de las presio­nes del capital financiero internacional; desde 1825, las crisis económicas en Argentina se repiten en sus características esenciales y todas ellas han servido para desnudar la condición de colonia financiera que siempre ha caracterizado a este país.


Desde abril de 1991 ingresaron a la Argentina unos 45.000 millones de dólares de capital especulativo, montando una hipoteca espectacular que no tiene antecedentes por su monto y rapidez. Seme­jante endeudamiento anunciaba fatalmente la perspectiva de la cesación de pagos. Efectivamente, Argentina tiene que pagar en concepto de intereses y capital, por deuda tanto pública como privada, unos 15.000 millones de dólares, en el curso de 1995, y no tiene los recursos para ello; como los acreedores no están dispuestos a renovar los compromisos, el país ha entrado en cesación de pagos. En el plano interno, los títu­los públicos y privados han caído en un 60%, afectando al capital de los bancos y a los depósitos bancarios invertidos en esos títulos y acciones; los 45.000 millones de dólares que están registrados como depósitos en los bancos ya no tienen ese valor, porque tampoco lo tienen los acti­vos en los que esos depósitos fueron invertidos. El mismo efecto tiene la mora o la incobrabilidad de los préstamos otorgados por los bancos; la crisis ha evaporado unos 20.000 millones de dólares de inver­siones financieras. El reclamo unánime de los capi­talistas es que el Estado reponga el valor del capital perdido, lo cual está fuera de sus posibilidades. Para hacer frente a la situación, el gobierno menemista toma nuevas medidas de confiscación de los traba­jadores y pequeños productores y pretende crear nuevas hipotecas para obtener nuevo crédito inter­nacional. El gobierno capitalista hace frente al de­rrumbe con una política de derrumbe.


4- La crisis no es, sin embargo, solamente financie­ra, sino también industrial —la cual tenderá cada vez más a ponerse en primer plano. La situación financiera es de crisis, porque los capitales indus­triales no pueden respaldar las deudas contraídas. Esto ocurre, de un lado, por el monto gigantesco del endeudamiento, pero por otro lado está reflejando la tendencia a 2a recesión industrial que provoca el retiro de los capitales especulativos, que habían aumentado artificialmente el poder de compra in­terno, No es cierto, por lo tanto, lo que dicen el gobierno y los economistas patronales, de que la economía básica está sana. Iniciada como un fenó­meno financiero, la crisis tiende a hacerse indus­trial, reflejando que la capacidad del capital produc­tivo existente supera el poder adquisitivo de los trabajadores. El “concurso” de Zanella y los despi­dos en las industrias metalúrgica y automotriz, son una confirmación de esta conexión entre los distin­tos planos de la crisis.


5- El ritmo de la crisis se ha acelerado en los últimos días; en un solo día, el viernes 3 de marzo, emigraron depósitos de los bancos por 800 millones de dólares. La pérdida de reservas desde el comienzo de la crisis ha sido superior a los 6.000 millones de dólares. A través de la “red de seguridad”, el go­bierno ha gastado unos mil millones de dólares en socorrer a los bancos en crisis, pero también ha entregado otros mil millones de dólares a cambio de títulos públicos, por 90 días. En estas condiciones, las reservas de la convertibilidad han pasado a estar constituidas en más de un 20% por papeles desvalorizados e incobrables; esto signi­fica que existe una devaluación de la moneda de hecho. Un elemento adicional es que el Banco Na­ción ha estado entregando dólares a empresas pri­vadas, a intereses subsidiados, donde el concepto de “prefinanciación de exportaciones” ha servido para financiar el pago de deudas. Para rescatar a los capitalistas el gobierno está liquidando la converti­bilidad monetaria y facilitando la fuga de capitales. Es debido a este trabajo de sabotaje de la economía nacional que el gobierno Menem-Cavallo aún sigue en pie. Menem-Cavallo están sobreviviendo gracias al trabajo de liquidación que están realizando con su propio plan. A la hora de la crisis, la consigna del capital es la estatización de todas las pérdidas capitalistas.


La situación terminal del plan ha quedado reve­lada por el apurado recurso al FMI y a la banca internacional, para que faciliten el pago de las deudas inminentes y el rescate bancario. Es decir que el plan Cavallo se encuentra en cesación de pagos y en la misma etapa de la situación mejicana que condujo al plan de rescate de Clinton. Pero la comparación con México sirve para advertir que la banca internacional no tiene la intención de estabi­lizar la situación económica a costa de su dinero, sino que condiciona la entrega de ese dinero a la adopción de medidas de estabilización económica. Es decir que el gobierno deberá golpear más dura­mente contra los trabajadores y adaptar abierta­mente el camino de una recesión, que es lo que ocurrirá con el aumento del IVA y del impuesto a los combustibles. El FMI reclama, de últimas, la deva­luación, como ocurrió en México. La intervención del FMI amenaza convertirse en un salvavidas de plomo; por eso no debe descartarse que sus reclamos desaten una crisis decisiva con el gobierno. Para una gran parte de la burguesía nacional, una rece­sión en gran escala equivaldría a un acta de defun­ción, más cuando la situación de Brasil impide que éste se convierta en receptor de las exportaciones argentinas. Para el FMI y la banca internacional, la crisis es una oportunidad para quedarse con nuevas empresas industriales y con la posibilidad de mono­polizar la banca, en particular, mediante la privati­zación de los bancos provinciales y del Provincia de Córdoba y el Nación. El capital internacional no pretende realizar un salvataje que prevenga la quiebra, sino dejar que ésta se desarrolle para recoger luego los despojos. Esto tiene que ver con la naturaleza confiscatoria del capitalismo. La bur­guesía mundial no va a comprometer sus capitales en un país de la zona dólar cuando los capitales emigran del dólar, esto como consecuencia del enor­me endeudamiento internacional de los Estados Unidos y de sus déficits financieros. Si el plan de convertibilidad pretendió obtener su fortaleza de la transformación del peso en un satélite del dólar, y del Banco Central en una sucursal de la Reserva Federal, el hundimiento del dólar y el fracaso de la Reserva Federal potencian todavía más la banca­rrota argentina. De no intervenir factores que alte­ren la situación económica mundial en su conjunto (y estos factores no podrán ser económicos sino que tendrían que ser políticos y militares), la convertibi­lidad deberá ser dejada de lado y se procederá a una devaluación. Un derrumbe monetario tendrá como consecuencia el dislocamiento del Mercosur y una acentuación del dislocamiento del Nafta —en una mayor medida aún que la sufrida por la unidad europea como resultado de las repetidas devaluacio­nes de las monedas de ese continente. Un resultado probable de la crisis es la conformación de bloques económicos en torno a las monedas principales (marco, yen, dólar), es decir, a la guerra comercial y al dislocamiento del comercio mundial.


II. Crisis política


6- La crisis que provocó en la dique menemista la liquidación del Banco Extrader; las violentas dispu­tas que se produjeron con el manejo de la “red de seguridad” (primero “privada”, luego del Banco Nación, más tarde del Central, ahora parece que irá al FMI); el voto de desconfianza en Cavallo, que ha significado el obligarlo a volver a negociar con el FMI; el continuo rechazo del “mercado” a las sucesivas medidas del gobierno; la corrida bancaria, incluida aquí a la clase media; todo esto pone al desnudo la disgregación que la crisis ha producido en la burguesía y también en el gobierno, así como la posibilidad de una crisis política en regla, con la renuncia de Menem a la reelección.


Ninguna fuerza política, con excepción de loe reunidos en esta Conferencia, se preparó para esta perspectiva o siquiera la previó. Si el plan Cavallo catapultó al gobierno, su fracaso debe derrocarlo. La caída del menemismo ya está inscripta en la reali­dad como una posibilidad, y en términos de tiempo esa posibilidad dependerá del ritmo de la crisis.


Ninguna fracción económica o política de la bur­guesía realizó un mínimo de oposición a la progresi­va liquidación de la convertibilidad, que se fue realizando para rescatar a los bancos- El Frente Grande, en particular, ni siquiera se pronunció cuando se dolarizaron los encajes de tos bancos, todos los partidos patronales vienen encubriendo el fin de la convertibilidad con afirmaciones de que se oponen a la devaluación. La divergencia más importante, acerca de si dolarizar por completo la economía o no, tuvo por resultado la victoria de Alfonsín sobre Cavallo, en contra de la dolarización, lo que se manifestó de inmediato en la decisión de dar poderes al Banco Central para emitir pesos para el rescate de los bancos. Esto significa que entre la dolarización y la devaluación, la burguesía ya se habría decidido por la devaluación, o lo que es lo mismo, por el cambio de gobierno.


El Frepaso, la UCR y Rico han sido cómplices en los ataques contra el sistema previsional y aun en autorizar nuevos impuestos, así como en aplicar la flexibilización laboral. Pero el hecho de que tengan objetivos comunes contra la clase obrera no quiere decir que hayan hecho un frente común en torno a la salida de la crisis, que es la cuestión principal. El Frepaso, la mayoría de la UCR, rico y los ex cavallistas como Redrado, están planteando un recorte a los privilegios de las empresas privatizadas para trasladar subsidios al resto de la burguesía industrial, y son, por eso, más partidarios de una devaluación, que iría acompañada de congelamiento de tarifas.


Para estos opositores, la devaluación serviría para liberar una parte de las reservas en dólares, que as Apirearían a) rescate de los bancos.


El objetivo “Ideal” de la oposición patronal es que la crisis permita ir a una segunda vuelta electoral, que sería aprovechada para formar un frente anti-menemista; pero si la cris»» económica no tiene un desenlace previo a las elecciones, lo más probable que el operativo “ideal” concluya con una victo­ria de Menem. A la variante que esta oposición más le terne» es a la perspectiva de tener que formar un de coalición antes de las aleccionen, natu­ralmente que sin Cavallo, porque esto podría perju­dicarla el 14 de mayo. La posibilidad de un gobierno d* coalición podría estar dada por un fracaso de los acuerdos con e) FMI.


La tendencia del gobierno, en medio de esta confusión da fuerzas, es a gobernar por encima del parlamento y aun asumir la totalidad del poder, como lo revela su exigencia de que se lo autorice a aumentar cualquier clase de impuestos sin necesidad de pasar por el Congreso, lo cual es manifiesta* mente inconstitucional. La necesidad del ejecutivo de actuar por vía autoritaria, es una manifestación del extremo de la crisis política y la etapa previa de su desenlace. El haber tenido que recurrir al FMI, sin embargo, demuestra que ni el gobierno ni Cava­llo tienen autoridad para pilotear la crisis, y consti­tuye de parte do ellos una rendición ante la presión de los acreedores extranjeros. Con la desvalorización del capital, se desvalorizan también sus representantes gubernamentales, políticos e intelectua­les.


Las alternativas en la primera etapa de la crisis están confinadas a la burguesía, principalmente debido a la complicidad de todas las fuerzas centroizquierdistas y de todas las direcciones sindicales con la burguesía. No existe de parte de este bloque ninguna posición independiente frente a la crisis, ni la más mínima acción de autodefensa frente a la ola de despidos y reducciones de salarios. Tampoco se ha formulado el menor planteo antiim­perialista, al extremo que nadie ha objetado la posibilidad de un acuerdo con el FMI.


La burguesía es consciente de que el derrumbe del plan Cavallo no sólo plantearía una crisis de gobier­no sino la posibilidad de una profunda descomposi­ción estatal; tiene prueba de ello en la hecatombe económica, social y política en las provincias. A partir de Catamarca, se ha dado la línea, desde una parte do) gobierno y de la oposición, de formar Frente# Cívicos para sustituir a los gobiernos de turno, como está ocurriendo en Jujuy y en Santa Cruz. El chacho-bordonismo y el bussi-riquismo participan de esta experiencia, que cuenta, en Ju- con el apoyo de fracciones del solanismo. Se trata de operativos conscientes para estrangular al beligerante movimiento de lucha de las masas.


Los resultados de las internas del Frepaso de­muestran el extremo de la impotencia del centroizquierdismo pequeño burgués, que se distinguió por su defensa tardía del plan Cavallo, que aceptó las imposiciones de Bordón al margen de los resultados electorales, debido a lo que calificó como un “hecho político” es decir, que la gran burguesía prefería a Bordón como candidato a presidente. Pero la impotencia del centroizquierdismo, es decir, de la pequeña burguesía democratizante, se manifiesta por sobre todo en el solanismo, que no ha podido capitalizar en lo más mínimo el fracaso del chachismo, del cual es su sombra. Para Solanas y cía., el fracaso del Cha­cho es un llamado a la derechización, porque lo interpreta como otra manifestación de la “derechi­zación de la sociedad” Entonces, mejor le valdría incorporarse al Frepaso. Lo que mejor retrata al resto de la izquierda democratizante fue su empaño en aliarse al frente grande chachista, primero, y al solanista, después, sin haber conseguido su propó­sito y menos todavía una experiencia política para los trabajadores. La sola tentativa de pretender un frente con los que votaron la intervención a Santia­go del Estero, la reaccionaria reforma de la Consti­tución y que conforman un interbloque parlamenta­rio con el Frepaso, constituye una monstruosa capi­tulación política.


Una nueva etapa para las masas


7. La clase obrera, y las masas de un modo general, ingresan a la presente crisis sin haber superado la dispersión de sus luchas contra las ofensivas que sufrieron hasta el momento y que han atentado contra conquistas de alcance histórico. En el plano de la organización, la confusión de las masas se refleja en la menemización de la corrompida burócracia cegetista y en el extremo inmovilismo y para­sitismo organizativo que caracteriza al CTA. La presente condición del movimiento de masas expli­ca que la crisis se encuentre confinada, en términos de alter­nativas, a la propia clase patronal. La causa última de esta situación es la descomunal incapacidad que revelaron todas las corrientes opositoras a la burocracia tradicional, a las cuales los trabajadores les confiaron la dirección de numerosos sindicatos y regionales, y que en definitiva se han integrado consecuentemente al Estado capitalista, como lo personifica la atildada figura de la señora constitu­yente Mary Sánchez. Desde la gran huelga docente del 88 —pasando por la gran huelga telefónica contra la privatización, incluidas las huelgas de Somisa y Acindar y hasta la última gran huelga metalúrgica de Tierra del Fuego, en la que la diri­gencia terminó capitulando, al someterse a un pacto social impuesto por las patronales —esta “nueva generación H dirigente ha revelado que no tiene las condiciones de dirección que necesita la clase obre­ra. La Marcha Federal sirvió para poner mejor al desnudo esta situación, porque reveló la capacidad de estos dirigentes para desperdiciar un enorme apoyo de masas y condiciones políticas y de lucha enormemente favorables. De una manera general, estas conclusiones valen para toda la izquierda democratizante, que es tal porque apostó su desa­rrollo a un progreso gradual mediante su intervención electoral y parlamentaria, despreciando las características catastróficas que la crisis capitalista tiene sobre las masas y sobre la situación política en general.


Es improbable, por todo esto, que la crisis de arriba pueda desembocar de inmediato en una situación revolucionaria.


La cuestión que se plantea es: ¿la brutalidad de la crisis en curso desatará una furiosa respuesta popular o acentuará los elementos de confusión que existen en la actualidad y, consecuentemente, la dispersión?


A esta cuestión no se le puede dar una respuesta académica o a priori, pues sólo puede ser determina­da por la actuación de la vanguardia obrera en el seno de esas masas, de su resistencia y de su lucha. Lo que sí se puede dejar establecido es que en todo el mundo existe una tendencia, aunque lenta, a la recomposición de fuerzas de la clase obrera y de las masas, afectadas por una misma crisis mundial. Esta Conferencia nacional de la izquierda pretende convertirse en un centro político de los trabajadores frente a la crisis de gobierno, de régimen y de Estado del sistema capitalista.


8. Cualesquiera sean las repercusiones inmediatas que el hundimiento del plan Cavallo tenga en las luchas populares, su fracaso es desde ya un gran factor de aceleración de la educación y de la concien­cia de lucha de las grandes masas, porque pone al desnudo la impotencia gubernamental de los capi­talistas y del gobierno peronista. La estabilidad se ha convertido en caos, incluso para los autores del plan; ningún sacrificio ha sido suficiente, son nece­sarios muchos más aún; los dogmas ideológicos del mercado y del neo-liberalismo capitalista han sido meros fraudes. Estas revelaciones que realiza la crisis son la base objetiva para atraer a la juventud y a la clase obrera hacia los socialistas y los lucha­dores anticapitalistas, desenvolviendo su concien­cia, es decir, su comprensión de la situación que están viviendo. Para superar la confusión existente es necesario destacar esta nueva situación y sacar las conclusiones correspondientes; no en vano la burguesía se esfuerza por repetir que la crisis es sólo una tormenta, es transitoria, es coyuntural, es un tropiezo: le teme como a la peste que los explotados saquen las conclusiones de fondo. La burguesía sabe por experiencia que cuando el movimiento de lucha popular se encuentra animado de convicciones polí­ticas de fondo y estratégicas, se convierte en tenaz e imparable. No es casual que ante la crisis política exista una tentativa de la burguesía de echar lastre en la cuestión de los derechos humanos, reflotando la denuncia de los crímenes de la dictadura que ella avaló e indultó, o en la cuestión social o de la pobreza, pretendiendo con esto mantener un víncu­lo de las masas con el régimen democrático-burgués.


¿Por dónde empezar? La cuestión central de toda crisis es quién la paga. Para la burguesía, natural­mente deben pagar las masas. Sin embargo, no son los trabajadores los autores del plan Cavallo ni los conductores de las empresas o del Estado. Los res­ponsables históricos, sociales y políticos de la crisis deben pagar sus consecuencias. Esto significa que para impedir la sangría económica hay que descono­cer el pago de la deuda externa e introducir el monopolio estatal del comercio exterior, expropiar a los bancos, bajo control obrero, eliminar los impues­tos al consumo, por un impuesto extraordinario al gran capital. Fuera de estas medidas, la crisis debe­rá acentuarse en su conjunto. Lo contrario es acep­tar los despidos en masa y la reducción de los salarios, la degradación social. Es interesante des­


tacar que para el centroizquierdismo el planteo del no pago de la deuda era una chiquilinada, y que hoy el no pago se ha transformado en el alfa y omega de toda la situación económica, pues la burguesía, quebrada, no puede pagar, y la que no lo está no quiere hacerlo, para evitar, precisamente, irse a la quiebra. ¿Quién ha sido el más realista?


No es la ideología sino la crisis la que plantea la disyuntiva de quién paga; la crisis plantea el proble­ma del poder, pero también de la propiedad, porque, después de todo, el poder está determinado por la propiedad. Que ellos paguen la crisis, orienta per­fectamente todas las situaciones concretas que se plantean, pues al despido masivo o cierre opone el derecho al trabajo y la expropiación del capitalista que no tenga condiciones de garantizarlo; lo mismo frente a la reducción de los salarios. Que se repartan las horas de trabajo sin afectar el salario y que los salarios se ajusten para recuperar lo perdido por inflación, con un mínimo igual al costo de la canasta familiar, es decir, de 1.100 pesos.


De un modo general se puede decir que la orga­nización precede a la lucha, pero una situación de crisis obvia o salta ese condicionamiento y es la necesidad de la lucha la que lleva a la organización. Es de esta manera tumultuosa que se reorganiza­rán las masas. Si en el momento presente hay carencia de organización, tampoco hay que olvidar que la idea de la organización está profundamente implantada en la conciencia de los trabajadores argentinos.


Frente a las necesidades explosivas que enfren­tan las masas, la organización debe proceder de la lucha misma y no atenerse a ningún esquema buro­crático ni cultivar el fetichismo de las organizacio­nes existentes. Sin renunciar a la lucha por devolver un carácter combativo a los sindicatos, es necesario seguir la tendencia de las luchas y formar comités de fábrica, interfabriles, asambleas populares —es decir, organizaciones bajo la responsabilidad direc­ta de los trabajadores en lucha. Hay que llamar a los sindicatos a la lucha y no llamar a los trabajadores en lucha a que se “protejan” bajo los sindicatos burocratizados.


La crisis transforma a la lucha defensiva en ofensiva, pues las patronales no tienen margen para recular como consecuencia de las presiones tradicio­nales. En el período de lucha a muerte que se abre, la ocupación de empresas, bancos o fincas y las manifestaciones de masa se presentan como méto­dos de lucha insustituibles, para los cuales hay que preparar al movimiento obrero mediante la agita­ción y la propaganda. Ante la impotencia del capita­lista individual exigimos la intervención del Estado, capitalista colectivo, para que asegure el derecho al trabajo y todos los derechos y necesidades popula­res, bajo la supervisión organizada de los trabajado­res. Confrontar al Estado con la sociedad que falsa­mente dice representar, permite despojarlo de sus pretensiones democráticas, desnudar su carácter de clase y preparar a las grandes masas para sustituir­lo. Se ha apreciado un notable crecimiento del nú­mero de activistas entre la juventud durante el año 1994. Esto se tradujo en luchas muy importantes del movimiento (W. Bulascio, Ornar Carrasco, Ley Federal, etc.) y en grandes victorias, sobre todo en los colegios secundarios. Es por esto que en el período de lucha que se abre, la juventud será, con seguridad, un factor importantísimo en el proceso de profundización de la lucha de clases.


Ante las distintas tendencias subterráneas que reclaman una nueva Marcha Federal, a partir nuevamente de las luchas del NOA, planteemos que sea un paro activo nacional y que se comprometa a defender con la huelga general las tentativas de despidos masivos y de reducción de salarios —por el cese del pago de la deuda externa y la expropiación de los bancos bajo control de los trabajadores.


La crisis vuelve a poner de manifiesto, con mayor furor aún, el antagonismo irreconciliable de la clase obrera y las masas con la burguesía nacional. La misma crisis, sin embargo, pone de manifiesto la vigencia enorme de la cuestión nacional, ya que en definitiva desnuda que la soberanía política se en­cuentra fuera de las fronteras nacionales y está en las manos de un puñado de acreedores financieros y gobiernos extranjeros. La defensa del sistema mo­netario internacional, la necesidad de cumplir con los compromisos contraídos, el planteo de no alejar a Argentina del mundo —éstos son los planteos de la esclavización nacional, es decir, del sacrificio de millones de argentinos en beneficio de una minús­cula plutocracia capitalista. En defensa de la sobe­ranía nacional hay que desconocer la deuda externa usuraria, romper con el FMI, expropiar a la banca bajo control de los trabajadores y unir a América Latina en una federación de estados obreros y cam­pesinos.


La crisis, precisamente, ha enlazado el destino de las naciones latinoamericanas, del mismo modo que ha agrupado a sus regímenes serviles en una misma situación de bancarrota económica, moral y política. La guerra entre Ecuador y Perú es una manifestación extrema de este derrumbe, como lo es la intervención del imperialismo yanqui en el asesoramiento de los represores en Chiapas. El rápido fracaso del plan real, inventado cuando la especula­ción internacional se encontraba en reflujo, enlaza los problemas de la crisis capitalista para todos los trabajadores del Mercosur, que deben desarrollar su unidad sudamericana precisamente cuando esa integración capitalista amenaza caerse a pedazos.


La envergadura de la crisis económica plantea la inevitabilidad de la crisis política, es decir que plantea para todas las clases la cuestión del poder. La amplitud o profundidad de la crisis política dependerá de numerosos factores y principalmente de la intervención de las masas, no sólo en Argenti­na, sino también en los países vecinos y a nivel internacional. La crisis política constituye ya un hecho objetivo, ignorarla significaría permitir que las masas sean llevadas de las narices por la burgue­sía. Independientemente de las diferentes etapas por las que deberá atravesar tanto la crisis econó­mica como política, y de las distintas etapas de la lucha de las masas, la consigna de que la crisis la paguen ellos se enlaza directamente con la reivindi­cación de fuera Menem-Cavallo, el gobierno respon­sable de la crisis y el que hoy está empeñado en descargarla sobre las masas. Esta consigna, siste­máticamente agitada y relacionada con todas las reivindicaciones populares, tendrá un enorme rol educativo y de orientación. Significa que oponemos a la salida gradual y manipulada que pretende la burguesía, una salida desde abajo, por medio de la acción directa de las masas. En conexión directa con esta consigna, planteamos nuestra alternativa de gobierno de los trabajadores.


La confusión política debe ser combatida con la claridad, más cuando las masas enfrentan una crisis de alcances catastróficos. Ninguna maniobra de aparato, y menos electorera, es sustituto de la clarificación política. Se puede afirmar que existe en las bases militantes de la izquierda y del movimien­to obrero, una definitiva toma de posición contra los seudofrentes electorales, que no pretenden formar una vanguardia poderosa sino disimular los fraca­sos políticos de programas y direcciones democrati­zantes. Es a la luz de toda la experiencia recorrida que llamamos a toda la izquierda y a los luchadores a integrar un Comando Político de lucha, organiza do en comités de base en todo el país, orientado por un programa de combate. Es sobre la base de esta unidad frentista que sería posible concebir acuerdos electorales, que se basarían así en la claridad, la organización y la lucha.