Políticas

27/1/2005|885

Se ha creado una gran crisis política


El gobierno nacional se encuentra claramente ante una crisis política. La masacre de Cromañón ha prácticamente liquidado a su pichón en la capital del país y escenario del Argentinazo. La demolición del gobierno porteño se ha hecho sentir en el centroizquierdismo a nivel nacional, convirtiéndolo en un cero a la izquierda. El llamado Encuentro de Rosario, comandado por la CTA y el Credicoop, no ha podido disimular que este segundo hundimiento del Frepaso lo ha vuelto a dejar fuera de combate. No se salva siquiera el ARI, cuya mandamás se verá más de una vez obligada a explicar, durante la próxima campaña electoral, qué hacía compartiendo el gobierno de Ibarra hasta la inmolación de doscientos seres humanos. El más afectado es el gobierno de Kirchner, que ha tenido que admitir el derrumbe de un aliado vital y que tendrá que archivar por mucho tiempo la extorsión que habría podido representar la alternativa ‘transversal’ en su enfrentamiento con Duhalde. Lejos de esto, para salvar la ‘gobernabilidad’, le ha entregado a Duhalde y a Macri la dirección política de la Ciudad, pasando de extorsionador a extorsionado.


 


 


Polvorín bonaerense


 


El otro escenario de la crisis política es la provincia de Buenos Aires, donde el veto de Solá al presupuesto de los diputados de Duhalde, no ha producido ningún recule de los duhaldistas. Ha pasado más de una semana desde que Kirchner le pidió a Díaz Bancalari, el presidente del PJ bonaerense, que el duhaldismo diera un paso atrás, sin recibir la menor satisfacción. Kirchner acusa al duhaldismo de comprometer la ‘gobernabilidad’ de la principal provincia del país, pero su adversario no se da ni por enterado.


 


No es por azar que Rodríguez Saá y Menem hayan elegido estas circunstancias para reclamar elecciones internas en el justicialismo. La ‘movida’ no es idea original de ellos, fue planteada antes por el gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, quien ofreció como alternativa que Kirchner se hiciera cargo de la presidencia del PJ. En cualquier caso, Kirchner quedaría condicionado por los caciques del peronismo. Las ‘internas’ es el método que ya se ha reservado Duhalde para digitar la lista de candidatos bonaerenses del PJ y dejar afuera a sus rivales. La ‘peronización’ completa del kirchnerismo se puede advertir ya en las elecciones que tendrán lugar en Catamarca y Santiago del Estero, donde los candidatos oficiales son los punteros del viejo aparato del PJ.


 


Es claro que la persistencia de esta situación convertiría a Kirchner en lo que los norteamericanos llaman un ‘pato cojo’ –o sea un presidente sin poder ni mandato. Para superar esta perspectiva, a Kirchner sólo le quedaría como alternativa gobernar por encima del PJ y del propio Congreso –algo que con demasiadas pretensiones ha planteado Solá en la provincia de Buenos Aires. Pero para insinuar siquiera la posibilidad de poner en marcha semejante método de gobierno, Kirchner tendría que apoyarse en las masas, o sea chocar (aunque sea limitadamente) con los pulpos capitalistas. Es, sin embargo, con los pulpos capitalistas, precisamente, donde el recule de Kirchner es todavía más acentuado.


 


 


Capitulación frente a las privatizadas


 


La crisis en la renegociación del contrato con Aguas Argentinas (del francés Suez y de Aguas de Barcelona) ha puesto al desnudo la incapacidad del kirchnerismo para producir un cambio radical con las privatizaciones menemistas. El presidente Chirac se acaba de dar el lujo de actuar a lo Kirchner, en París, al invitar al argentino a que ‘estatice’ Aguas y obtener, encima, las congratulaciones de la delegación argentina. Con una deuda en dólares de 700 millones, los pulpos sueñan con una ‘estatización’ que, además, les serviría para iniciar juicios por ‘violación’ de contratos. Saben, además, que con el canje de la deuda externa en marcha, Kirchner no tiene otra opción que negociar en los términos de los propios pulpos, aunque las poblaciones carezcan de agua y aún más del servicio de cloacas. Condicionado por toda su política de recomposición del capital, Kirchner no puede ejecutar ninguna transformación social ni cumplir siquiera con sus ‘promesas’. La verdadera ‘mojada de orejas’ no la protagonizó realmente Chirac sino el español Zapatero, que se dio más licencias todavía que el francés cuando se ofreció como mediador (¡imparcial!) entre el gobierno argentino, de un lado, y las españolas Telefónica y Endesa, del otro, provocando la algarabía del alcahueterismo oficialista.


 


El canje de deuda condiciona por completo al gobierno, que no puede permitirse enfrentamientos con nadie, ni siquiera con los punteros del santiagueño Juárez (aunque los santiagueños podrían darle la gran sorpresa derrotando dentro de tres semanas al PJ de la provincia). Por eso las privatizadas han elegido este momento para atacar y también por eso Duhalde se mantiene inconmovible sin importarle el repudio que las encuestas muestran contra el duhaldismo en la provincia. El eje del canje no pasa por el grado de aceptación de los bonistas sino por la aceptación de las exigencias de las privatizadas.


 


El gobierno de Kirchner no puede lidiar con la resaca dejada por la bancarrota capitalista del 2001 –la deuda externa, las privatizaciones, las AFJP y la enorme flexibilidad laboral (incluyendo el trabajo en negro y por agencia). Después del derrumbe de los ingresos populares como consecuencia de la devaluación, el kirchnerismo aplica el ‘superávit’ que ha dejado ese derrumbe para rescatar la deuda, a las AFJP y a las privatizadas.


 


 


Los límites finales de la normalización kirchnerista


 


La crisis política que se ha puesto de manifiesto en estas primeras semanas del 2005 no es más que el resultado final de la incapacidad de hacer frente a esa resaca con métodos de transformación social. Como consecuencia de ello, el poder político sigue manejado por la corporación más corrompida y delictiva del país, el peronismo, cuya sola existencia es una constante provocación a la rebelión política. La rebelión popular que comenzó en el 2001 se encuentra en un antagonismo irreconciliable con la continuidad del gobierno de la corporación de punteros del justicialismo. Este antagonismo ilustra la enorme crisis que ha creado el fracaso de la tranversalidad y el nuevo hundimiento político del centroizquierdismo (que había debutado como ladero del kirchnerismo).


 


A la luz de todo esto se entiende por qué la masacre de Cromañón ha generado una inmensa crisis política. Se trata, naturalmente, del fracaso de los controles por parte del Estado (y los partidos que lo dirigen). Pero en esta clase de fracaso se resume toda gran crisis del Estado (y de sus partidos). El Estado presente es un Estado capitalista y los controles los ejerce una burocracia entrelazada con el capital (reclutada entre los punteros políticos y los gerentes del capitalismo). Su fracaso resume la impotencia del Estado presente y plantea la necesidad de otro control, un control independiente de ese Estado, que por esta misma característica se convierte en un poder propio, opuesto al Estado y en contradicción irreversible con él. El control de la actividad social debe ser ejercido por quienes producen esa actividad social –los trabajadores colectivamente. Es un control más barato, por supuesto, que el de la burocracia, la cual requiere, a su vez, ser controlada, y así de seguido. La función de una Asamblea Popular que sustituya al gobierno porteño (es lo mismo que una Asamblea Constituyente que rompe con los límites que le impone la legalidad oficial), es precisamente organizar un nuevo sistema de control, a partir de los lugares de trabajo y de estudio y de sus protagonistas. Se crea de este modo el esbozo de una alternativa de gobierno obrera y socialista.


 


 


Alternativa para todo un período


 


La crisis de poder se manifiesta también en la provincia; la cuestión de su ‘gobernabilidad’ ha sido planteada, incluso, desde el gobierno nacional. Los bonaerenses no tienen presupuesto, ni tampoco agua ni cloacas. Las inmensas necesidades de la población son incompatibles con el régimen político de los punteros duhaldistas, ni serán resueltas por el menemo-duhaldo-kirchnerismo que jalona la trayectoria de Solá. Es necesario aquí también que una Asamblea Soberana reemplace a la Legislatura y a su gobierno podridos.


 


La crisis política que se ha abierto prueba los límites de la ‘normalización’ capitalista en curso. A medida que el proceso social capitalista se recupera, emergen con toda su fuerza las contradicciones que condujeron a la bancarrota precedente. Es necesario aprovechar la incapacidad de los partidos tradicionales (y en particular del peronismo) para enfrentar decididamente esas contradicciones, para desarrollar una alternativa política desde la clase obrera, el socialismo y la izquierda que lucha contra el capital.


 


La nueva situación política creada por las crisis en la Ciudad y en la Provincia; por las crisis con el agua, las cloacas, el gas y la energía; la crisis del canje de la deuda; esta situación nueva cubrirá un cierto período, que seguramente proseguirá luego de las elecciones de octubre. En estas condiciones, llamamos a impulsar y a organizar una alternativa política independiente de las fuerzas tradicionales –una alternativa obrera y popular de contenido socialista.


 


Considerando el conjunto de los factores expuestos, proponemos a los movimientos sociales y piqueteros, el movimiento obrero independiente y los partidos de izquierda, las organizaciones de derechos humanos que combaten la represión de la democracia, y en definitiva a todas las organizaciones que reúnen a las víctimas de la masacre social y humana presente, a organizar una gran asamblea deliberativa para impulsar que se vayan los gobiernos de la Ciudad y de la Provincia, que se disuelvan sus legislaturas y que se reúnan las Asambleas Populares de ambos distritos para proceder a una reorganización social y estatal sobre nuevas bases.