Políticas

4/9/2003|816

Sigue el congelamiento de salarios

La cuestión del aumento salarial es sin duda una prioridad reivindicativa de millones de trabajadores. Según un dato reciente, “la mitad de los 9 millones de trabajadores gana menos de 400 pesos, mientras en el 2001 ganaban hasta 448 pesos” (Clarín, 21/8); en ese mismo lapso los precios de la canasta a la que se accede con esos ingresos aumentó un 70% (ídem, Clarín). Por otro lado, el trabajo en negro aumentó al 45% de la actividad económica, y en esa franja el salario es menor.


Para recuperar el nivel del 2001 el promedio tendría que llegar a 761 pesos. Nosotros, la Asamblea Nacional, luchamos por ese nivel, 800 pesos, pero para el salario mínimo y no para el promedio. Lo hacemos además abarcativo a privados y estatales, para-estatales como los docentes universitarios, cuyo módulo debe multiplicarse varias veces, y hasta para el empleo en negro, como lo hemos demostrado en el puerto marplatense imponiendo dos aumentos que suman el 50% también para los cooperativizados, esto a fuerza de paro y de piquete.


¿Adónde va en este tema el gobierno de Kirchner?


Está muy claro que un acuerdo con el FMI, incluso con un 3% del PBI de superávit fiscal para pagar la deuda, vamos de cabeza a un cruel congelamiento. Pruebas al canto: el proyecto de presupuesto del 2004 no prevé movimiento alguno en jubilaciones y sueldos, y tampoco en el plan Jefes y Jefas.


Con este objetivo Kirchner planteó convocar a paritarias restringidas a la incorporación de los doscientos pesos no remunerativos, y en esas negociaciones de partes dar paso a nuevas cláusulas flexibilizadoras a cambio de la “aceptación patronal” del blanqueo. Pero las enormes contradicciones del Dr. K dieron por tierra con todo el esquema en un par de meses. Las urgencias de caja de Lavagna y las urgencias políticas de un Kirchner obligado a un golpe de efecto cada día para disimular su extrema debilidad política y sus luchas intestinas, lo llevaron por el camino del decretazo. Incorporó a los básicos los doscientos pesos, en un plazo de 8 cuotas, que aportan jugosos rendimientos al fisco (cinco veces superiores a los 18 pesos netos que le aumentaron a los jubilados).


La burocracia se quedó sin el anzuelo paritario. Así quedó en los papeles la anunciada paritaria de los gráficos, se empantanó la paritaria metalúrgica y se ha desatado una crisis en camioneros.


La consecuencia más reveladora de esta crisis fue el acta de Palacios con Metrovías, que desató un paro general. Palacios llevó adelante la paritaria trucha y no se animó a hacerlo de frente, ignoró los paritarios elegidos por los obreros de subtes y metió las cláusulas de flexibilidad a cambio de 50 pesos y un ticket, lo que disparó la ira de los obreros que están en otra cosa: un aumento en serio y las 6 horas. De corrido, el Ministerio de Tomada homologó el acuerdo de la traición, actuando como un perfecto agente de Benito Roggio y la burocracia sindical.


De manera que el gobierno “antineoliberal”, que abreva en las fuentes del “shock redistributivo”, aplicó un shock de congelamiento vía decretazo. Claro, la burocracia se queda sin juego por voluntad propia: Moyano va en la lista de Macri, Camaño en la de Solá, y el redistribucionista Lozano en la lista oficial kirchnerista de Ibarra en Capital.


La otra pata de esta política de chilenización del salario argentino son los planes Jefas y Jefes para la obra pública.


La ANT sale el 3 de setiembre por el aumento salarial para ocupados y desocupados y por la ruptura con el FMI. Un canal masivo de manifestación popular que refuerza el proceso en marcha en docentes, entre los estatales, en Foetra Buenos Aires, en fábricas gráficas como Interpack o en los obreros del pescado que, a la par del blanqueo, reclaman un nuevo reajuste.