Políticas

23/9/2021

Editorial

Sin barbijos ante el FMI

Como era previsible, la promesa de poner plata en los bolsillos de los argentinos terminó en una farsa. Lo prueba, por ejemplo, el anuncio del aumento del salario mínimo que con los nuevos porcentajes será de $33.000 en marzo próximo, una cifra que lo deja en la línea de indigencia. Del mismo modo debe caracterizarse el bono de $6.000 para los jubilados, que no altera el carácter realmente humillante de la jubilación mínima de $25.000 que cobran unos 5 millones de personas en la Argentina cuando la canasta de la tercera edad supera ya holgadamente los $60.000. En relación con la IFE habría una versión aún más miserable que la original. La cobrarían 3 y no 9 millones de personas, y sería de $15.000 por única vez, cuando el año pasado se pagaron $30.000 en 3 cuotas. Si además se descuenta la inflación la cifra otorgada es menos que miserable.

Mientras a la población se le tiran migajas, el trato que recibe el FMI es bien distinto. Con apoyo de todas las fracciones del oficialismo y también de la oposición, el gobierno decidió pagarle al FMI el vencimiento de 1.870 millones de dólares que forman parte del préstamo tomado por Macri. Quienes cuestionan el impacto fiscal de los anuncios del gobierno pasan por alto que solo este pago al FMI supera con creces el gasto total comprometido. Convertido a pesos al tipo de cambio oficial el pago al FMI se aproxima a los 200.000 millones de pesos. Pero al tipo de cambio alternativo superan los 300.000 millones de pesos que irán directo a los bolsillos del FMI y no del pueblo argentino.

 

El ajuste versión CFK

El aval de Cristina Kirchner a estas medidas podría sorprender luego de la publicación de su carta criticando el ajuste aplicado por el gobierno. Pero cuando se la lee con cuidado se despejan todos los malentendidos. Sucede que la crítica de Cristina Kirchner al ajuste es más que limitada. Su reproche al gobierno se limita a cuestionar que no se gastaron dos puntos del déficit fiscal previsto en el Presupuesto 2021 y nada más. Para Grabois, que decidió abonar la tesis de la vicepresidenta, con esos dos puntos del PBI se podría terminar con la pobreza en la Argentina. Se trata de una impostura que solo busca engañar incautos. Cristina Kirchner y Grabois naturalizan jubilaciones de $25.000 y salarios promedio de $40.000 o $50.000. A lo máximo que aspiran a un incremento de la cantidad de planes sociales, sobre todo en los años electorales. Para el pueblo argentino es un horizonte de miseria y pobreza.

En su carta Cristina Kirchner nada dice del Presupuesto 2022, que viene a agravar el ajuste en marcha porque está diseñado para lograr el acuerdo con el FMI. El proyecto presentado por Guzmán reduce el déficit fiscal primario y la asistencia del Banco Central al Tesoro, en la línea de las exigencias del Fondo. Además, prevé una reducción de los subsidios a las tarifas de luz y gas, lo que se compensará con un tarifazo que muchos estiman del orden del 44%, casi 11 puntos por encima de la inflación prevista por el mismo proyecto. Además, llamó la atención que el Presupuesto incluye que Argentina recibirá préstamos de los organismos internacionales de crédito por unos 12.000 millones de dólares, algo que solo puede ocurrir con el completo acuerdo del FMI y que dejaría en el absurdo a todos los corifeos del gobierno que contraponían la deuda tomada en pesos a la tomada en dólares. De esos dólares dependerá financiar el déficit financiero (con el pago de la deuda) pero eso incluso está cuestionado. La insolvencia del desarrollador chino Evergrande amenaza desatar una crisis de amplitud, que afecte tanto la tasa de interés como el precio de las materias primas que exporta el país. Esto afectaría por distintas vías las cuentas externas del país, agravando la crisis de financiamiento de la economía argentina.

Crisis política

Esta dependencia de todas las fracciones del gobierno al FMI permite entender el desenlace provisorio que han tenido la crisis política y el cambio de gabinete. El kirchnerismo intentó ejecutar un golpe palaciego para apartar a los ministros que responden a Alberto Fernández y copar más lugares de poder, pero terminó encumbrando a sectores del peronismo que están lejos de responderle de modo directo. Manzur, por ejemplo, ha sido un articulador de los pactos con el macrismo e impulsor directo de un peronismo que prescinda del kirchnerismo o que lo subordine por completo. El grupo Clarín prefiere distorsionar una caracterización concreta cuando proclama que Cristina Kirchner triunfó con sus maniobras y logró armar un gabinete de adeptos. La vicepresidenta nunca tuvo posibilidad alguna de imponer un gabinete propio porque representa una porción minoritaria dentro del peronismo y de la coalición de gobierno. Para que se entienda mejor: si el PJ unido fue derrotado ampliamente, el kirchnerismo solo no puede pretender gobernar ni Santa Cruz, donde también perdió con la derecha radical-macrista.

La inconsistencia del golpismo palaciego de Cristina Kirchner quedó expuesta cuando salió a aclarar que se había comunicado con Guzmán para aclararle que no pedía su renuncia. La cuestión rozó el absurdo, porque al mismo tiempo que afirmaba que la derrota se debía a la política económica aclaraba que no pedía la cabeza del ministro de Economía, a quien su alter ego Fernanda Vallejos calificaba como un producto de “yanquilandia”. ¿Abajo el ajuste y viva el ministro ajustador? La torpeza no podía ser mayor y como era previsible solo podía terminar beneficiando a fracciones de la derecha peronista, que llegan al gobierno con la bendición pública del kirchnerismo y de su máxima jefa.

La defensa de la continuidad de Guzmán tiene una única explicación: es el nexo con el FMI para lograr un acuerdo en los próximos meses y evitar un default con el organismo. Más allá de los choques y grietas, ningún sector de la burguesía argentina está interesado en un choque con el FMI. Al revés, siguen bregando por un acceso al mercado internacional y por un mayor endeudamiento del país, que le permita postergar una devaluación. En los últimos meses crecieron significativamente las importaciones y la fuga de capitales, todo realizado a un tipo de cambio subsidiado. Cuando ese proceso se agote la devaluación será pagada integralmente por los trabajadores, con mayor inflación, despidos, caída de los salarios y de la actividad económica.

La derecha de Juntos por el Cambio se ha valido de la crisis del gobierno para ocultar sus propias disputas internas, que están lejos de haber sido superadas por el resultado de las Paso. Aun con el triunfo de Santilli en provincia y de Vidal en la Ciudad de Buenos Aires, Larreta no ha quedado como el candidato a presidente indiscutido de Juntos por el Cambio. Una agudización de la crisis política no dejará de envolver a la oposición de derecha, que deberá ofrecer una respuesta política.

La campaña del Frente de Izquierda

No cabe dudas que el saldo de la crisis de gabinete ha golpeado a todas las fracciones del oficialismo. En particular afectó su pretensión de realizar una campaña electoral de polarización con la derecha, que le permita recuperar votos perdidos ante otras listas o lograr movilizar a la base que se ausentó de las urnas. El gabinete está dominado por personajes ligados a la represión a las luchas populares y por los antiderechos, lo que ya ha generado una crisis con el movimiento de mujeres. Ni Manzur ni Aníbal Fernández ni Domínguez son el personal político más idóneo para una acción movilizadora, ni la búsqueda de un acuerdo con el FMI ofrece el plafón para satisfacer las reivindicaciones populares pendientes. Una nueva derrota electoral en noviembre podría mandar este gabinete al diablo y obligar a una nueva respuesta improvisada de dudosa efectividad para hacer frente a una crisis económica y social de envergadura.

La clave de la crisis es cómo la asimilan los trabajadores, empezando por los sectores más activos que impulsan las luchas que están en curso. Es importante arribar a la conclusión común que el gobierno actual fracasa como resultado de aplicar una política capitalista que no ofrece ningún rumbo progresivo para el país y que carece de todo sentido meterse en un internismo basado en apoyar a una fracción contra otra. Para ayudar a sacar esas conclusiones la campaña del Frente de Izquierda-Unidad debe poner el eje en una clara delimitación con la política del kirchnerismo, no solo por sus capitulaciones a la derecha, sino mostrando que estas son la fatalidad de los límites insuperables del nacionalismo burgués, que a fin de cuentas no deja de ser una variante capitalista más. Esa campaña debe hacerse con energía, es decir, con movilización, organización y lucha. Nuestra propuesta al Frente de Izquierda-Unidad de hacer un Congreso abierto a los trabajadores, las mujeres y la juventud apunta en esa dirección. Lo mismo vale para un acto masivo en Plaza de Mayo y en todos los centros políticos del país.

Hasta ahora, las reyertas palaciegas contaron con la contención impuesta al movimiento obrero por la burocracia sindical. Pero un cuadro de profundización del ajuste y choques políticos, donde los diferentes bloques patronales han fracasado sucesivamente en darle una salida a los problemas centrales de las masas, plantea objetivamente la posibilidad de un cambio de escenario. Una emergencia masiva de la clase obrera con sus reclamos, en la situación política en un cuadro de crisis del PJ y desarrollo de la izquierda, plantearía una situación explosiva. Está por verse si las grandes movilizaciones piqueteras y las huelgas de la etapa, como la salud de Neuquén o la de los docentes de Salta, anticipan esta situación.

Como consigna central de la etapa proponemos “No al ajuste del gobierno y del FMI. Por una salida de los trabajadores”. La cuestión del ajuste que señalamos en la campaña hacia las Paso adquirió una legitimidad impensada luego de la carta de Cristina Kirchner y los audios de Vallejos. Pero la denuncia del ajuste debe ir acompañado de una salida de clase, que contenga los reclamos más elementales de los trabajadores así como también los términos de una reorganización social integral.