Políticas

9/5/2019

Sinceramente, un relato long play

Es indudable a esta altura que el lanzamiento de Sinceramente, el libro de cuño político-autobiográfico de Cristina Fernández, venía a anticipar el lanzamiento de su candidatura presidencial 2019. Aunque esta se encuentra en paréntesis por circunstancias de la crisis política, el libro esboza un balance de gestión y anticipa un esquema de alianzas y de planteos de gobierno. En sus últimas páginas, la autora define a Macri como “el caos” en relación al dislocamiento económico y esboza, a su modo, el anticipo de que la “pesada herencia” legada por Cambiemos obligará a nuevos sacrificios y compromisos. En estas horas, cuando CFK se apresta a protagonizar la presentación formal de su obra en la Feria del Libro, su ex ministro de Economía Axel Kicillof se encuentra en Washington, a punto de pronunciar un discurso en el Wilson Center, en el que intentará nuevamente despejar las dudas del capital financiero de que un eventual gobierno kirchnerista no se saldrá del marco de los acuerdos con el FMI y por lo tanto no representa un salto al vacío. En ese sentido, Kicillof podrá reivindicar que el gobierno de Néstor Kirchner, aun con el país en default, cumplió puntualmente con el pago de la deuda con el Fondo hasta su cancelación definitiva apelando a las reservas.


Entre esas conclusiones, además, CFK se pronuncia favorablemente por “un gobierno de Unidad Nacional” (“Nadie puede estar en contra de semejantes enunciados y propósitos”), pero agrega: “Se requiere algo más profundo y rotundo: un nuevo y verdadero contrato social con derechos pero también con obligaciones, cuantificables, verificables y sobre todo exigibles y cumplibles. Un contrato que abarque no solo lo económico y social, sino también lo político e institucional”.


“El deterioro provocado por las políticas de Mauricio Macri y Cambiemos ha sido demasiado grande, vertiginoso y profundo como para pensar que solo unos pocos pueden solucionar esto”, agrega. Es la señal de que un eventual triunfo electoral será seguido de una convocatoria a las demás fuerzas de la burguesía. De modo maniqueo, CFK define a ella y a su movimiento como “significante de lo nacional, popular y democrático” en oposición al “modelo neoliberal y empresarial” encarnado por el macrismo.


Monólogo político de lenguaje coloquial y estilo por momentos intimista, a lo largo de las 600 de Sinceramente, CFK se victimiza; intenta refutar las acusaciones por enriquecimiento ilícito (“No llegamos pobres a la función pública, menos a la Presidencia”); y, sobre todo, arroja pistas de las alianzas que ha tejido y aquellas que pretende establecer.


A lo largo de sus 600 páginas, reivindica a su ex Jefe de Gabinete (2003-2008) Alberto Fernández, hoy su principal operador ante el pejotismo; a Hugo Moyano, a Jorge Bergoglio y hasta se refiere a las claras de su fascinación por los Estados Unidos, un modo de disipar cualquier sospecha de encono ideológico con los yanquis –en rigor, con el imperialismo. En ese sentido, no es menor el rescate que hace de Amado Boudou, de quien dice pertenecía al “think tank del liberalismo”, pero al cual afirma nunca le perdonaron la estatización de las AFJP.


Sinceramente se caracteriza por lo que dice pero también por lo que omite. Por caso, al referirse a la nacionalización de YPF (“la medida más importante que tomé durante mi segundo mandato”), CFK dice que “la decisión tuvo que ver con que veníamos en caída libre con la producción de YPF”, sin agregar que la huelga de inversiones fue ampliamente tolerada por sus gobiernos. Dicho esto, agrega: “Me causa gracia hoy escuchar a Mauricio Macri hablar de Vaca Muerta como si fuera un invento de su gobierno, cuando su fuerza política votó en contra de la recuperación de YPF y Vaca Muerta. Peor aún es escuchar o leer en letra de molde que algunos se preguntan qué haríamos con Vaca Muerta si ganáramos las elecciones. Ridículo, ya lo hicimos, la recuperamos, convocamos a inversores internacionales y celebramos importantes convenios con ellos. Todavía recuerdo las críticas de todo el arco político argentino, incluso de mi querido amigo Rafael Correa, por nuestro acuerdo con Chevron”. Todo un reaseguro dirigido a los pulpos petroleros.


En cuanto a la burocracia sindical, CFK anticipa su voluntad de establecer un pacto de convivencia con ella. “Kirchner siempre les dijo a los militantes de La Cámpora que no se metieran con los sindicatos, que no criticaran al estilo como lo hacía la izquierda peronista en los años 70, peleándose con ellos y estigmatizándolos como burócratas”. Incluso se refiere al crimen de Mariano Ferreyra, recordando la reunión que mantuvo con su familia. “En esa reunión ellos me preguntaron qué iba a pasar si seguía la investigación y se determinaba que José Pedraza había tenido responsabilidad… si íbamos a ir sobre él. Mi respuesta fue que no iba a ir sobre nadie, porque quien tenía que ir contra el culpable era el Poder Judicial, pero les aseguré que, por mi parte, no iba a mover ni un dedo para «proteger» a nadie”. La ex presidenta bien podría recordar que en la víspera del asesinato de Mariano, ella definió a Pedraza como “ejemplo del sindicalismo que construye”, en obvia oposición al “otro” sindicalismo, el que se moviliza y lucha.


CFK ensalza a Moyano (“Moyano no era un dirigente comprometido con la vieja guardia sindical, que estuvo con Menem y las privatizaciones”) y hasta se perfila crítica de las reformas laborales del menemismo y la Alianza. Sin embargo, los gremios de filiación K han sido punta de lanza en estos últimos años a la hora de firmar cláusulas flexibilizadoras y entregar conquistas de los convenios colectivos, como es el caso de Atilra (lecheros). Por otra parte, bajo sus gobiernos, la tercerización laboral -en la que burocracia de Pedraza, los funcionarios del transporte y los empresarios de las concesiones ferroviarias estaban asociados-, la precarización y el trabajo en negro (¡34% de los trabajadores!) batieron récords y la mitad de los asalariados por debajo de la línea de pobreza. Finalmente, si la desvalorización del salario y la pérdida de puestos de trabajo avanzaron bajo el gobierno “empresarial y neoliberal” se debe, en buena medida, a la pasividad –cuando no de la colaboración directa– de la burocracia.


Desde las primeras páginas del libro, CFK coloca reiteradamente la cuestión de género, al punto de colocar como uno de los pilares de su gobierno la “ampliación de derechos en igualdad de género”. Al mismo tiempo, reivindica en varios tramos su relación con Bergoglio y con la Iglesia en general. Al momento de tocar la cuestión del aborto, dice, “nunca hablé con Francisco sobre este tema, creo que son cuestiones doctrinarias de la Iglesia imposibles de acordar desde el dogma, pero que van a ser saldadas por la sociedad civil. No tengo ninguna duda”. Sin embargo, durante los doce años de gestión K la cuestión del aborto estuvo proscripta, a pesar de las reiteradas presentaciones del proyecto legislativo impulsado por la Campaña Nacional por el Aborto Legal. Por otra parte, el salto de la senadora de su bloque al voto negativo y su convocatoria a “no pelearse con la Iglesia”, “buscar alternativas” (al aborto legal) y a la convivencia de pañuelos verdes y celestes dan la pauta de que la demagogia recorre estas páginas cuyo destino es alimentar a los convencidos –y a la industria editorial.


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