Políticas

16/5/1996|494

¡Sinvergüenzas!

La burguesía argentina ha dado una nueva prueba maestra de hipocresía y cinismo frente a las imágenes de la miseria extrema que impera en las villas rosarinas.


Funcionarios nacionales, diputados, concejales, intendentes –después de cruzarse acusaciones varias de haber ‘desviado’ los fondos destinados a la asistencia social– y hasta‘comunicadores sociales’,  se declararon sorprendidos y hasta ‘avergonzados’ ante los límites a que ha llegado la miseria popular provocada por el régimen social que todos ellos defienden.


¿Avergonzados? No. ¡Sinvergüenzas! ¿Recién ahora se dan por enterados que la desocupación en las villas rosarinas supera el 80%? ¿Que el Estado sólo da de comer a 28.000 de los 200.000 habitantes de esas villas? ¿Que la pobreza creció en más del 50% tan sólo en el último año? ¿Que la desindustrialización y la flexibilización dejaron a decenas de miles sin trabajo y sin ninguna cobertura social? ¿Que la destrucción del sistema jubilatorio condenó a la miseria extrema a otros cientos de miles? ¡Sinvergüenzas! Todos los que hoy se sienten ‘avergonzados’ apoyaron la flexibilización, la reducción de los salarios, la liquidación jubilatoria y la destrucción hospitalaria y educativa. ¿O acaso todos ellos no votaron las leyes flexibilizadoras y privatizadoras? ¿Y el Chacho  Alvarez –uno de los más ‘avergonzados’– no se arrepintió públicamente de no haber votado la ley de convertibilidad?


La ‘vergüenza’ que sienten los capitalistas puede medirse en las medidas que han adoptado: el gobierno anunció la creación de ¡un! comedor en ¡una! de las villas de Rosario.


¡Pero Rosario no es más que la punta del iceberg! Lo mismo sucede en las inmensas barriadas del ‘segundo cordón’ del Gran Buenos Aires, en las villas del Interior y hasta en la propia Capital. La ‘vergüenza’ que todos estos ‘demócratas’ dicen sentir no les alcanzó para reconocer la amplitud que ha alcanzado la miseria extrema.


Pero, en realidad, lo que ha impactado a todos estos ‘avergonzados’ no es la imagen de los chicos hambrientos, condenados de por vida por la desnutrición crónica, ni la desesperación de los desocupados que no pueden alimentar a sus familias. No es la miseria extrema lo que ha impactado a todos esos bienalimentados funcionarios, concejales, diputados y ‘comunicadores sociales’, porque esa miseria es la consecuencia natural, inevitable y necesaria del pago de la deuda externa, de los subsidios a los capitalistas, de la flexibilización, de la reducción salarial y de la demolición de las conquistas sociales.


Lo que los ha llenado de miedo es que han visto de frente el enorme e insuperable abismo social que los separa de los ‘pobres’ y de los explotados –la inmensa mayoría de la población– y el gigantesco barril de pólvora sobre el que se asienta su régimen de explotación y miseria.