Mientras los bancos son retribuidos con intereses de usura, el gobierno acaba de anunciar cuál es el “resarcimiento” que nos toca a los trabajadores.

Un bono que, en el mejor de los casos, será de dos cuotas de 2.500 pesos. Una de ellas, recién la cobraremos el año que viene.

Pero, además, se puede descontar de los aumentos otorgados o a otorgar, no abarca a los trabajadores en negro -35% del total-, a los de las empresas del Estado ni a los empleados provinciales y municipales de todo el país.

Y a las empresas que se declaren “en dificultad”, se les flexibilizará el pago del bono con un “plan especial de montos y cuotas”.

Los que no tendremos ninguna “facilidad” somos los trabajadores.

Después de los tarifazos y la megadevaluación, la inflación de casi el 50% nos ha devorado entre el 20 y el 25% de nuestro salario.

El bono en negro está muy lejos de cubrir ese abismo para aquellos que lo cobren.

Sin embargo, los jefes de la CGT se han declarado “satisfechos” con el bono, levantando hasta sus amagues de paro nacional.

Han llevado hasta el final la colaboración con el gobierno de Macri. Siguen el libreto del pejotismo que, en el Senado, le levanta el pulgar al ajustador Presupuesto 2019.

A pesar de este despojo, el reclamo por el salario y el derecho al trabajo no ha cesado.

Lo demuestra la lucha de Aerolíneas, la situación en la Alimentación; las luchas de Siam y Metalúrgica Tandil contra los despidos masivos.

El programa para esta lucha es claro: ocupación de toda fábrica que cierre o despida masivamente. Reparto de horas sin afectar los salarios. Aumento de emergencia a jubilaciones y planes sociales. Reapertura de paritarias, con representantes electos en asamblea. Por un paro activo de 36 horas y un plan de lucha hasta derrotar a Macri,a los gobernadores y al FMI. Asamblea Constituyente soberana y con poder.