Políticas

16/10/2003|821

Techint al comando de la educación

El ministro de Educación, Daniel Filmus, convocó a los grandes capitalistas de la Argentina para debatir el futuro de la educación del país, en el marco del Seminario Internacional sobre “Educación, Ciencia y Tecnología como estrategia del desarrollo”, que se realizó en Buenos Aires con la presencia de representantes de Finlandia, Corea del Sur, Gran Bretaña, Irlanda y Malasia.


¿Qué tipo de colegio técnico necesita Techint? ¿Qué propuestas tiene la Unión Industrial Argentina (UIA) para mejorar la calidad educativa? ¿Cómo debe ser la mano de obra que preparen las escuelas desde la visión de la Sociedad Rural Argentina (SRA)? – fue lo que se preguntaron él y otros, para encuadrar “metodológicamente” los discursos.


La excusa era convertir a la Argentina en Finlandia o Corea, que ocupan el primero y el segundo puesto, respectivamente, en el ránking del Programa Internacional de Evaluaciones de Estudiantes, mientras la Argentina está en el lugar treinta y tres. Finlandia y Corea, como los demás países invitados, tienen una política profunda de privatización de la escuela y de integración de la educación a las empresas capitalistas. Para el “progre” Filmus, “ningún país tuvo éxito sin vinculación entre la empresa y el Estado. Queremos – dijo – generar mayor inversión del sector privado en ciencia y tecnología, y una mayor relación de la escuela con el mundo del trabajo” (El Cronista, 29/9).


Julio Werthein (presidente de la Bolsa de Comercio), Luis María Blaquier (de la Unión Industrial Argentina), Miguel Punte (gerente de personal de Techint), José María Orozco (de la Sociedad Rural Argentina), Osvaldo Cornide (Confederación Argentina de la Mediana Empresa) y Jorge Leyva (Fundación Telefónica) escucharon embelesados a Filmus cuando éste los invitó a constituir un Consejo Económico y Social, “previsto por la Ley Federal de Educación, sancionada en 1993, pero que nunca se constituyó” (La Nación, 4/10).


Efectivamente, el sometimiento de la escuela a la empresa no avanzó más en la Argentina por la resistencia de docentes, de estudiantes y de padres.


Flexibilidad laboral-educativa


Los pro-hombres de negocios desembucharon sin recato sus apetencias.


En primer lugar, el capataz de Techint, Miguel Punte, exigió leña. “Hay que desideologizar el tema educativo, porque eso traba esfuerzos” (El Cronista, ídem). “Hay que alinear los perfiles que necesitan las empresas con la universidad” – agregó – , colocar el máximo de esfuerzos en el nivel medio técnico y “hacer un posgrado técnico de seis meses para ajustar los perfiles a la demanda y dar actualización permanente a los técnicos” (ídem). El “programa pedagógico” del gerente de personal de Techint pretende financiar con los impuestos la formación profesional para el pulpo, y que los títulos académicos tengan la misma precariedad que los empleos.


El “acercamiento” escuela-empresa exige la “reconversión” de la docencia, planteó Blaquier (UIA), para quien, aunque “somos pobres, podemos aprovechar nuestros recursos. Los empresarios – propuso – pueden apadrinar escuelas (privatización), los maestros hacer pasantías en las empresas, eso no tiene costo” (ídem).


Punte fue más allá: “las pasantías de los docentes en empresas deben dar puntaje a los maestros, como un curso de capacitación” (¡!).


Mano de obra descalificada costeada por los propios trabajadores


En Finlandia, “los padres aceptan pagar altos impuestos para financiar una escuela que abra puertas a sus hijos” (ídem).


En Corea, “los padres se desviven por pagar escuelas caras y clases particulares para que sus hijos accedan a las mejores universidades y sean exitosos en el mundo laboral” (ídem).


En Inglaterra, “las empresas integran el órgano de gestión de las escuelas municipales, los docentes hacen pasantías en las compañías y las universiadades obtienen gran parte de sus fondos de contratos con empresas” (ídem).


En aras de avanzar en este programa de destrucción de la educación pública, Filmus se “comprometió a impulsar nuevas reuniones y a dejar atrás la larga tradición de desencuentros” (La Nación, 4/10).