Políticas

22/2/2007|981

Telerman los madrugó


El adelanto de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires agarró con la guardia baja a todos los rivales de Telerman, aunque más que nada a la camarilla kirchnerista. En el caso de Macri o del ARI se podría decir que hasta les hizo un favor, porque el adelantamiento los obliga a poner fin a un cuadro de indecisiones internas que ya estaba amenazando con convertirse en una crisis mayor. Macri elegirá presentarse como candidato local y ello ayuda a una definición de los campos en la lucha por la candidatura presidencial. Esto no le hará más fácil, sin embargo, la vida a Lavagna, porque el desplazamiento de Macri a la Capital aumenta los antagonismos de López Murphy y Sobisch con Lavagna. Denunciar al adelantamiento electoral sin aviso previo como antidemocrático es una vulgaridad más que una posición política, porque ya es completamente antidemocrático el propio hecho de que Telerman ocupe la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, cuando debió haber sido echado junto a Ibarra.


 


Que el ‘licenciado’ Telerman haya ‘madrugado’ al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y a la trenza del PJ que encabezan los Santa María, del sindicato de trabajadores de edificios, no deja de tener su pizca de sabor. Deja en ridículo la jactancia del oficialismo de que monopoliza ‘la construcción de poder’. Por sobre todo, pone de relieve que el ‘madrugador’ está sólidamente instalado entre los capitalistas de la Ciudad, sin necesidad, para ello, de manejar un abultado superávit fiscal. Lo apoyan, en primer lugar, los capitalistas ligados al turismo, a los espectáculos públicos e incluso a la especulación inmobiliaria —como lo prueban, entre otras, las concesiones que ha otorgado en la zona sur o las franquicias para instalaciones industriales. No es casual que haya logrado reclutar a los peronistas que formaron parte del frente Cavallo-Beliz en 2000, e incluso a numerosos ex seguidores del macrismo, en especial al que maneja la caja de la obra pública, Schiavi. Como nada atrae a las moscas como la miel, la consolidación de Telerman en la burguesía ha empujado a Patria Libre a las filas de los alcahuetes del Intendente. El adelantamiento decidido por Telerman ha puesto tempranamente en evidencia la artificialidad de la candidatura de Filmus —una figura opaca e intrascendente, al punto que ni siquiera ha logrado llamar la atención su trayectoria al servicio de varios amos, desde Grosso a Ibarra. Filmus, que hoy oficia de ‘nacional y popular’, es un acérrimo partidario del Banco Mundial en materia de educación; por eso ha vegetado durante veinte años como funcionario, mientras se desplomaba la educación argentina.


 


Telerman también madrugó a Kirchner y a sus secuaces al irse de inmediato a Israel. Dijo que lo hacía para estudiar la experiencia municipal de Tel Aviv, lo cual es seguramente la mejor ocurrencia del verano. No solamente les dejó a sus rivales el adelantamiento de las elecciones sin esperar respuestas; además les fue a robar el apoyo de los sionistas, que los kirchneristas creían haber conquistado cuando eligieron sumarse a la provocación contra Irán, en el asunto del atentado a la Amia, bajo la presión del gobierno norteamericano. Antes de irse sin saludar, Telerman no se olvidó de proponer como secretario de Educación de la Ciudad a un asesor del cardenal Bergoglio, yendo más lejos que Filmus, al cual sólo se le ocurrió elogiar al manual de sexualidad de la Iglesia. Con una finta típicamente ‘progresista’, el lampiño sucesor de Ibarra salió a disputar el electorado sionista y proyanqui tanto a Kirchner como a Macri, sin por eso provocar el menor resquemor entre los Tumini y demás ‘nac. & pop’. En Tel Aviv y en Haifa, Telerman tendrá la oportunidad de aprender a segregar del espacio urbano a los ‘cabecitas negras’, que por aquellos parajes son los árabes israelíes o los judíos orientales empobrecidos.


 


Una crisis política


 


Más allá de su singularidad, la decisión de Telerman de alejar la elección local de la nacional sigue una tendencia nacional. Más de la mitad de las provincias han decidido hacer lo mismo, incluso con el apoyo de Kirchner. Con excepción de la provincia de Buenos Aires, han adelantado las elecciones todas las provincias grandes. El gobierno nacional no tiene un partido propio en la mayor parte de los distritos y por eso ‘construye poder’ canjeando un apoyo a las oligarquías locales por el apoyo a lista oficial nacional, o evitando tomar partido oficial por alguna de las fracciones en que se divide la política patronal local. En algunas provincias, como Salta o Tucumán, el bloque oficial del gobierno se ha roto o está a punto de romperse, lo que podría dar la victoria a las fracciones menos afines al kirchnerismo. En tres distritos importantes (Capital, Santa Fe y Córdoba), las encuestas prevén una derrota de los candidatos del gobierno. Una crisis política del mismo orden sacude a los municipios, como se acaba de ver en Presidente Perón.


 


Esta crisis con epicentro en las provincias, no solamente muestra la incapacidad del gobierno para superar la desintegración de los partidos tradicionales y formar una nueva fuerza política homogénea. También expresa las contradicciones de la llamada ‘recuperación económica’, porque ésta ha acentuado la dependencia fiscal de las provincias e incluso ya ha producido en algunas de ellas un principio de crisis fiscal. Esto obedece a que los mayores ingresos fiscales por la exportación son acaparados por el Estado nacional. La capacidad de arbitraje del gobierno nacional, por ejemplo por medio de subsidios, no tiene un equivalente en las provincias. La alegre marcha de la reelección presidencial o de la unción de la nueva dama, oculta las contradicciones explosivas que han venido disimulando y acumulando en las administraciones provinciales.


 


Lo que el madrugón de Telerman ha dejado al desnudo es que la ‘borocotización’ o cooptación que impulsa el gobierno, incluso con referencia a los propios políticos patronales o la burocracia sindical, tiene límites insalvables, contradicciones crecientes y resultados precarios. Obliga a nuevas recomposiciones y realineamientos dentro de los propios grupos gobernantes. No existe en el campo patronal ninguna alternativa de oposición a Kirchner, ni siquiera con relación a la política respecto a Chávez, que es por otra parte la única que permite seguir pagando la deuda externa. Nada ha dejado esto más claro que el apoyo explícito de Macri a la intervención del gobierno contra la compra de una parte de Transener por parte de un fondo de inversión norteamericano, o la falta de oposición en el caso del rescate de SanCor por parte de Chávez. Kirchner sigue la línea política media que mantiene unida, en las circunstancias actuales, a la clase capitalista. Pero la crisis del Estado capitalista reaparece en forma permanente y su potencial explosivo no puede ser ignorado en términos de perspectiva política; esa crisis estatal no es el resultado momentáneo o circunstancial de tal o cual crisis económica, como tampoco son estas crisis económicas productos coyunturales. Existe una descomposición histórica del Estado, que no puede disimular ninguna recuperación parcial o temporal de los negocios.


 


La clase obrera


 


El borocotismo no le ha servido al oficialismo para organizar una fuerza política propia homogénea, pero ha sido muy eficaz en desmembrar organizaciones y partidos que ya venían corrompidos en el pasado. Más allá de la burocracia de la CGT, se observan las adhesiones payasescas de Yasky a las operaciones políticas del gobierno y la virtual desaparición política de De Gennaro y de su nunca concretada tentativa de formar un movimiento político social. Lo mismo vale para los piqueteros oficiales, que ven ahora a Scioli y a Telerman como sus héroes, o para la izquierda, como ocurre con el ingreso del PS bonaerense al gobierno nacional y del PS de la Capital al gobierno de la Ciudad. El partido comunista se disuelve en los frentes patronales, mientras que en la capital sea alinea con Bonasso, Heller e Ibarra, que aún dudan si deben restarle votos a Filmus y negarle una entrada al ‘ballotage’. Claudio Lozano todavía pretende mantener una retórica popular, pero se reúne con el derechista ARI en una tentativa desesperada de darle aire a su candidatura a jefe de Gobierno. En el caso del MST, prosigue con su política de ponerse al servicio de francotiradores políticos ajenos a la clase obrera, como ocurriera con Mario Cafiero, los borocotizados Basteiro y Rivas, y tantos otros.


 


Las sucesivas elecciones de 2007 plantean la necesidad de una lucha para ganar a los activistas y a los trabajadores más inquietos a una campaña política independiente de los partidos patronales. Para eso es necesario, en primer lugar, profundizar la delimitación del nacionalismo burgués que intenta representar el gobierno, y oponerle un planteo obrero y socialista. No hay que olvidar que si Kirchner viaja a Caracas a buscar financiamiento para pagar la deuda, lo hace por sobre todo para dar la impresión a los trabajadores de Argentina de que encarna una corriente internacional antiimperialista. Gran parte de la desvergonzada demagogia oficial y de la de sus secuaces se basa en la identificación del kirchnerismo con el chavismo, lo cual no les impide hacer el juego al sionismo y servir de carne de cañón a la guerra que Bush planea contra Irán. El apoyo al chavismo es también el pretexto que esgrime un sector del movimiento antiburocrático, nos referimos, entre otros al MIC, para impulsar la neutralidad de la clase obrera frente al proceso político nacional.


 


Esta campaña para lograr la subordinación de la clase obrera al kirchnerismo y otras variantes patronales, o para impulsar entre los activistas el neutralismo político, choca con la realidad social de la superexplotación y de la insatisfacción profunda de las masas. Esta realidad social se transforma en muchas ocasiones en rebelión popular. Por esta razón existe una onda de inquietud y de interés en todo el movimiento obrero, desde el piquetero al sindical, y una onda crítica en los lugares de trabajo, en los movimientos piqueteros, en los movimientos ambientales y en los movimientos estudiantiles y universitarios hacia las direcciones de sus organizaciones.


 


Es necesario explotar todas las contradicciones del actual proceso político para desarrollar en los trabajadores una oposición a la burguesía nacional y a su gobierno, o sea hacerlo en términos políticos. Esta es, naturalmente, una tarea de partido, porque no significa solamente esgrimir un programa de reivindicaciones de las masas, sino ofrecer una concepción política de conjunto, para ganar a los obreros a una lucha de características estratégicas y de gran alcance. En este marco impulsamos la acción en común con agrupamientos de base sindical o piquetera, u otros colectivos obreros, así como con partidos de izquierda, con la finalidad de facilitar la extensión de esta lucha política.


 


En contraste con la dispersión política de la clase capitalista, la cual es un signo inconfundible de incapacidad histórica para gobernar, nuestra lucha es explicar a los trabajadores la necesidad de agruparnos sobre una base programática común, desarrollar una homogeneidad política, o sea construir un partido político propio socialista.