Políticas

28/7/1993|397

Todos los caminos conducen a Villa Devoto

Ni Carlos Menem fue al acto de lan­zamiento de la campaña electoral del PJ en la Capital. El presidente pretende desligarse del derrumbe estrepitoso de su candidato en la Capital, Erman Gon­zález. Como ningún empresario invierte en causas perdidas “el PJ no tiene efectivo… tanta es la escasez que el propio acto de lanzamiento estuvo a punto de irse a pique hasta que apare­cieron dos cheques salvadores” (Cla­rín, 27/7/93). Erman González declaró que “no tiene quien le haga campaña” y encima debe responder en la causa abierta por la fiscalía 6 de primera instan­cia por cobro de coimas mientras se desempeñó como ministro de Econo­mía. El candidato de “lujo”, como lo definió Menem, y destinado a ganar las elecciones en la Capital, debe conten­tarse con el objetivo mucho más modes­to de “zafar” de Devoto.


Pero lo que mejor expresa la crisis del menemismo es la guerra declarada entre Ortega y Duhalde en la interna del PJ tucumano. EI gobernador bonaeren­se le armó en horas un frente opositor y una crisis al hombre impulsado por Menem como “delfín”. La puja sacó a luz el compromiso de “Palito” con la persecución política e ideológica, pero reveló hasta qué punto Menem es un rehén de las camarillas capitalistas que “arrendaron” al PJ y que hoy discuten abiertamente un cambio de política.


El menemismo y el “plan” económi­co de Cavallo han abierto una fractura en el gran capital, que se expresa dentro de los propios grupos económicos, y que se traduce, velada o abiertamente, en el reclamo de la devaluación. El corres­ponsal de “The New York Times” en Buenos Aires advirtió que “escollos ocultos podrían poner abrupto fin al elogiado programa económico” (ci­tado por Ámbito, 26/7/93). El diario yanqui agrega que “el temores que un torrente de importaciones podría causar el colapso de gran parte del sector manufacturero… ” y además de más de media oligarquía. Los fondos de las privatizaciones siguen financiando, con el ingreso de dólares, esta crisis de la burguesía agraria e industrial, pero precisamente esto anticipa el tan temido “abrupto fin”. Cavallo, el gobierno y todo el sistema monetario argentino son rehenes de tos movimientos del capital especulativo internacional que ya de­rrumbó a la peseta, a la libra, a la lira italiana, a las monedas escandinavas y ahora amenaza al franco francés.


Todo esto se expresa en el reclamo de la devaluación en regla o de una “protección contra las importacio­nes” y está en la base del “paro agra­rio” o del choque entre Neustadt y el grupo Macri. En el terreno político esto se expresa en las tendencias en la bur­guesía a conformar un “frente nacio­nal” que asegure a los pulpos la conti­nuidad de sus títulos de propiedad frente a la debacle que se anuncia o prevé del “plan de convertibilidad” y del gobier­no menemista. Alfonsín rechazó la pro­puesta del gobierno de “consensuar” la reforma constitucional y la reelección, pero aclaró que el radicalismo no dará marcha atrás con las “privatizaciones” y que asegurará la “continuidad jurí­dica”. En la misma línea se ubica la burocracia sindical, el bordonismo, el Frente Grande y el riquismo.


Duhalde está empeñado en conver­tirse en el árbitro de la crisis política “pos menemista” y convertirse él mismo en el relevo de un gobierno agotado. Antes de su incursión en Tucumán, se preocu­pó por hundir al candidato menemista Roussellot y garantizar el monopolio del PJ en la provincia para su camarilla. Ahora, Menem ni puede salir a la deses­perada a pelear cada distrito, con su candidato “en caída libre” en Capital, y con los hombres de su camarilla desfi­lando por los Tribunales y el repliegue de los propios “privatizadores” que se pronunciaron en su momento por la re­elección. Hasta los banqueros Julio Gó­mez y Manuel Sacerdote tuvieron que decir “no apoyamos la reelección”, (Clarín, 16/7).


Persecución política y tangente


Esta crisis política explica el clima de desesperación en las filas del gobierno y el rebrote represivo impulsado desde el Ejecutivo.


Otra expresión es el intento de para­lizar por cualquier medio las investiga­ciones sobre funcionarios menemistas involucrados en la “tangente”. Carlos Menem sigue en la Casa Rosada y no en Devoto por la absoluta y total complici­dad del Poder Judicial, pero hoy la des­composición de la “alta magistratura” amenaza al propio Menem. Los fiscales federales Botto y Alagia resolvieron la investigación de Dromi, Manzano y Carim Yoma por “cohecho, incumpli­miento de los deberes de funcionarlo público, abuso de poder y administra­ción fraudulenta” en la adjudicación de las obras de digitalización telefónica (Digi II) en I990. En horas, María Julia reconoció “presiones de adentro” para aprobar el proyecto, lo que se hizo sin licitación pública y en menos de tres meses (Río Negro, 24/7/93) en un tiro por elevación a Dromi. Rápido, Dromi mandó “en cana” a medio gabinete y su jefe: “quiero ser honesto, todos los decretos (fueron) firmados por Carlos Menem y Dromi y el decreto que apro­bó esta contratación definitiva está firmado por Antonio Erman González como ministro de Economía y por Domingo Cavallo como canciller” (ídem).


Para salvarse de ir a Devoto, en la Casa Rosada se decidió promover a los fiscales de esas causas, lo que abrió otra crisis al revelar “La Nación” el propósito oficial. “(El fiscal) Botto fue promovi­do, paradojalmente, a juez de Instruc­ción (y) ya tiene reemplazante”. El otro fiscal, Alagia, “según los rumores tam­bién sería ‘promovido’ pero a una asesoría de menores o a una defensoría oficial. El equipo (que planteó la acusación) quedaría así desarticula­do” (La Nación, 25/7/93). Antes, recor­dó “La Nación”, el gobierno se “sacó de encima” mediante un recurso similar a los “ex fiscales federales Bruzzone, Ciruzzi y Amallo, quienes intervinie­ron en el Yomagate y en la causa de los guardapolvos de Bauzá” (ídem); (fue el Parlamento en 1992 el que apro­bó el Código Procesal por el cual los fiscales dependen del Poder Ejecutivo y pueden ser removidos por éste). La “tangente” sobrevuela la cabeza de Menem y “sus” hombres, un síntoma inconfundible de la crisis de gobierno.


La crisis por arriba y la insoportable bronca por abajo, llevan a que se reúnan progresivamente las condiciones de una lucha de conjunto.