Todos unidos ¿triunfaremos?


El acto de homenaje a Antonio Cafiero debía servir, en teoría, para el lanzamiento de una “renovación” peronista. Sus impulsores anunciaron una reconstrucción pejotista, tan distante del kirchnerismo como del gobierno actual. Pero, a la luz de quienes concurrieron a este acto, la “renovación” deberá esperar. Al homenaje a Cafiero no faltaron “Barrick” Gioja, jefe del FpV en el Congreso, ni el inveterado formoseño Gildo Insfrán, la expresión más grosera y descompuesta de quienes gobiernan, desde hace dos décadas, las provincias de la mano de las camarillas capitalistas y el matonaje paraestatal. Para completar el escenario (y la confusión) estuvieron presentes varios massistas destacados. Así las cosas, el acto “renovador” fue una brutal paradoja: siguió a rajatablas la orientación política de la única excluida de esta reunión, Cristina Fernández de Kirchner. En efecto: en sus últimas apariciones públicas, la ex presidenta, y también su hijo, llamaron a la formación de una “nueva mayoría”, junto a todo el pejotismo y también a Massa. Los organizadores del homenaje a Cafiero tomaron nota del planteo, pero bajo la condición de dejar afuera a la ex camarilla presidencial.


 


Disgregación


 


Sin embargo, el afán común de distanciarse del kirchnerismo no basta para una reconstrucción del PJ, y el acto de homenaje a Cafiero lo demostró. El sector de los intendentes y gobernadores que aspiran a un “perfil propio” no tienen otro denominador común que el de los acuerdos financieros con el gobierno macrista, para concurrir al socorro de sus finanzas provinciales o municipales. El sector más “avanzado” de ellos podría terminar constituyendo la pata peronista de Vidal y del armado electoral del PRO en la provincia. Para ello, deberá procesarse otra puja brutal -esta vez, adentro de Cambiemos- entre los partidarios de cooptar pejotistas, de un lado, y los socios del PRO, comenzando por Carrió, del otro. Otra fracción pejotista, donde estaría el mismísimo Pichetto, está pidiendo pista en el Frente Renovador. En suma, el acto de la “renovación” y la unidad intentó disimular el gran desguace de dirigentes y punteros del pejota que está en curso.


 


La pretendida “renovación” peronista sólo coincide en prescindir de Cristina Kirchner, quedándose a la vez con una fracción del aparato del FpV. Para ello deberán encontrar un candidato para 2017 -por ahora, la que da pelea es la misma Cristina Kirchner, con una intención de voto inferior al 30 por ciento. Pero una eventual presentación electoral de CFK deberá vérselas con su procesamiento en puerta, que el juez Ercolini prepara a raíz de la asociación económica entre el ex clan presidencial y Lázaro Báez. En ese cuadro, el llamado de Cristina a la unidad con los Gioja, los gobernadores y Massa deja abierta una negociación en puerta –la eximición de la cárcel a cambio del retiro político. El kirchnerismo, en ese caso, terminaría subsumido en el universo de los viejos caciques derivados del menemismo y el duhaldismo. La izquierda que ha recalado en un kirchnerismo tardío podría terminar tan aislada y apelmazada como los concurrentes de la fracasada “Marcha de la Resistencia”. Curándose de espanto, notorios cristinistas -como Horacio Verbitsky- comienzan a pasarse al campo de la “nueva mayoría” (sin Cristina).


 


Massa


 


Pero la exclusión de Cristina está lejos de asegurar una “unidad peronista”. Consciente de que la crisis del peronismo reviste características históricas, Massa está empeñado en llevarse una parte del pejota a la coalición política que está armando con Stolbizer, una parte del centroizquierda (Libres del Sur) y las organizaciones sociales que abandonan a los K (Movimiento Evita). En esta coalición revista una parte importante de la CGT unificada. La catadura del frente massista se revela en el hecho que reúne, en el mismo barco, a la “transparente” Stolbizer con Gerardo “601” Martínez. Massa está intentando armar su base social al interior de la burguesía, sirviéndose de la impasse generada por la recesión, las presiones devaluatorias y la agudización de la competencia importadora. En cualquier caso, no tiene como programa de salida nada que no pase por una mayor flexibilización del trabajo (“empleo joven”).


 


Campaña electoral


 


Los aprestos políticos de todos los bloques capitalistas muestran dos cuestiones. En primer lugar, que el empantamiento económico y la crisis del tarifazo han instalado prematuramente la campaña electoral 2017. Lo que está en debate son los medios y las fuerzas políticas que tendrán que poner en marcha la tarea de trasladarle a las masas el peso de la bancarrota capitalista. El gobierno de Cambiemos, en sus términos actuales, se ha mostrado incapaz de ello.


 


En segundo término, estos preparativos preelectorales muestran el agudo nivel de disolución que envuelve a todos los bloques patronales, desde el peronismo hasta la propia coalición gobernante. Los desmoralizados que preveían un pacífico “giro a la derecha” de la situación política deberán poner las barbas en remojo. El Frente de Izquierda debe procesar este cuadro político de conjunto para articular una intensa campaña política a la escala de todo el país, para colocar a los trabajadores y a la izquierda como alternativa a la crisis de los ajustadores.