Treinta años de abusos sexuales de la Iglesia

En tres décadas, la Iglesia católica irlandesa abusó de 30.000 chicos. Es el 1% de la población (Irlanda tiene 3,5 millones de habitantes). Los abusos, violaciones y golpizas se desarrollaron en colegios, hogares, reformatorios y hospitales que pertenecían al Estado irlandés pero eran manejados por órdenes religiosas, como las Hermanas de la Misericordia  – a cargo de la mayoría – , los Hermanos Cristianos  – principal gestor de hogares para chicos de entre 10 y 16 años –  y las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad y Refugio” (EFE, 20/5). A los abusos sexuales y palizas se añadían pobreza y abandono: “Los niños tenían hambre a menudo y la comida que recibían era inadecuada, incomible y mal preparada” (www.elperiodico.com).

El informe de una comisión designada por el Estado, de 2600 páginas, relata las atrocidades vividas por irlandeses que hoy tienen entre 30 y 80 años. Las 2.000 entrevistas permitirían identificar a casi un millar de responsables, si el gobierno y la Justicia irlandesas no le hubieran garantizado a la Iglesia que se reservaría la identidad de los abusadores y que no serían juzgados. La “principal preocupación” de la Curia era “la mala publicidad y los potenciales escándalos que se generarían si se llegaba a conocer el verdadero alcance de los abusos” (EFE, Dublín, 20/5). “El informe no nombra a los acusados, cuyo número supera los 800, debido a la causa presentada por los Hermanos Cristianos, la orden religiosa que dirigió muchos de los reformatorios. Como resultado, ninguno de los hallazgos puede usarse para abrir un proceso criminal. La Comisión también se vio obstaculizada por la postura del Departamento de Educación, que soslayó la responsabilidad de las instituciones” (New York Times, El Universal, 21/5). La connivencia del Estado abarca al Departamento de Educación, “que no intervino durante décadas a sabiendas de lo que sucedía en las instituciones y cuyos integrantes no se entrevistaron nunca con los niños”. A las víctimas no se les permitió ingresar en la sala donde se presentó el informe.

El cardenal Sean Brady, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos, dijo que el informe “documenta un vergonzoso catálogo de crueldad; el abandono, el abuso físico, sexual y emocional perpetrado contra niños”. Sin embargo, los abusos se realizaron con el conocimiento de la cúpula eclesiástica y “eran de carácter endémico”. Cuando un caso de pedofilia era muy evidente, simplemente se trasladaba al abusador a otra institución. “Nada se hacía para tratar el daño infligido sobre el menor. En el peor de los casos, se culpaba al niño y se consideraba que estaba corrompido por la actividad sexual y era castigado con severidad” (EFE, 20/5).

La Iglesia lucraba explotando el trabajo de los internos, como las lavanderas de la orden de Las Magdalenas, donde eran forzosamente esclavizadas jóvenes madres solteras, mujeres prostituidas o consideradas de moral dudosa. Muchas veces, los embarazos eran producto de violaciones dentro de las instituciones eclesiásticas. El informe detalla que: “Las niñas padecían menos abusos sexuales, pero sí golpes y humillaciones con el objeto de hacerlas sentir despreciables. En algunas escuelas se aplicaban rutinariamente golpizas rituales… Se golpeaba a las niñas en todas partes del cuerpo con artefactos diseñados para provocar el máximo dolor” (NYT, El Universal, 21/5).

El Estado irlandés dejó durante un siglo en manos de la Iglesia católica el cuidado de los niños pobres y pagó por eso generosos subsidios. En el año 2000, una serie de denuncias de las víctimas y la presentación de la película “Las Hermanas de las Magdalenas”, que relata la vida de las jóvenes en ese infierno, lo obligó a abrir una comisión que nació con las manos atadas: no acusa, no juzga ni detiene a los responsables. Por lo tanto, Iglesia y Estado siguen siendo co-responsables y cómplices.

 

Clementina Robles