Políticas

5/1/2006|930

Un Encuentro discute la “dispersión” de la izquierda


El 17 de diciembre, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, se realizó un encuentro de organizaciones de izquierda. Fue convocado por ambos MST, Praxis, Soberanía Popular y ex miembros de Autodeterminación y Libertad, entre otros. No estuvieron presentes el PCR ni el PTS; “la única izquierda que puede entrar” (el MST) excluyó al PO en base a la calificación de “autoproclamatorio”.


 


El debate


 


La intervención del representante del MST I (Alejandro Bodart) planteó una sorpresa en el debate. Incluyó al propio MST en el “proyecto de sectarismo y autoproclamación que no pasó la prueba”. Alegó, en alusión al viejo MAS, que “la mayoría de nosotros no comenzamos a militar ayer y sin embargo el grado de organización actual es mucho menor al que teníamos hace quince años”.


 


Para superar este sectarismo, señaló que “no podemos resumir los problemas de la dispersión de la izquierda a la existencia de reformistas y revolucionarios, como hacen algunos compañeros. Esto no nos permite explicar por qué nos hemos dividido entre los mismos revolucionarios”.


 


Así planteado, el “sectarismo” no sólo es el “problema”, sino el encubrimiento de otro.


 


Bodart planteó superar la división entre “reformistas y revolucionarios” por medio de un “programa mínimo revolucionario” e incluir en él a todas las identidades, desde la católica hasta la anticlerical, desde la democratizante hasta la revolucionaria. Obviamente, un programa revolucionario “mínimo” es una contradicción sin salida. Que esto sea el remedio a la dispersión no se logra entender. Izquierda Unida tenía un programa; sea que hubiera sido “mínimo revolucionario” o “máximo reformista”, en cualquier caso no impidió su desbande (si es que alguna vez estuvo efectivamente unida).


 


Curiosamente, ni Bodart ni nadie mencionó al Frente Amplio de Uruguay (salvo el delegado del Partido Comunista de los Trabajadores), que fue un modelo de anti-dispersión, sin la necesidad siquiera de plantear un programa mínimo revolucionario o, como se ve ahora que es gobierno, sin necesidad de cualquier otro programa que no sea la adaptación empírica al capital.


 


Lo mismo se puede decir del PT de Brasil, donde militaron todas las tendencias de la izquierda.


 


Otra cosa que llama la atención es la ausencia de mención al sistemático escisionismo practicado por la principal organización convocante. Aún está fresco el recuerdo de la proclamación de Luis Zamora por el MAS, en 1990, en Plaza de Mayo, de “hay que hacer grande al MAS”, lo que fue respondido por una chiflatina de toda la Plaza. Poco después se quebró el MAS. O, más recientemente (¡y con relación al propio encuentro!), las provocaciones contra los planteos frentistas de izquierda del PO.


 


La vía para desarrollar una izquierda revolucionaria es que discutamos claramente las cuestiones de programa, con un método de camaradas, y la línea a seguir en la actual situación política. Hacerlo, es muy sencillo.


 


El delegado del Partido Comunista de los Trabajadores (de formación reciente) planteó que el PO debia ser invitado por escrito a la continuidad de la deliberación y presentaron un programa de 9 puntos. Allí se plantea la vigencia de la perspectiva estratégica de la revolución socialista internacional, la defensa de las naciones oprimidas contra el imperialismo, la defensa de la Revolución Cubana de toda agresión imperialista o democrático-burguesa, la independencia de clase, la delimitación respecto al nacionalismo burgués, el gobierno de los trabajadores, la unión y organización de activistas y organizaciones, la expulsión de la burocracia de los sindicatos, entre otros puntos.


 


Culmina, asimismo, llamando a “una amplia convocatoria a toda la izquierda, sin vanguardismos autoproclamados, donde todas las fuerzas convocadas propongan en igualdad de condiciones los puntos básicos para construir y sostener la Unidad(…)”.