Políticas

23/7/2009|1092

Un monólogo entre capitalistas y burócratas

Los “lupineros”, como se llama a los kirchneristas en la tierra de don Néstor, se están agarrando a las trompadas. Si por la uña se reconoce al león, la crisis política santacruceña es un retrato vivo de la situación que enfrenta el matrimonial elenco en el poder. En la otra punta del país, Scioli quiere armar un gobierno “sin los Kirchner… aunque no sea contra ellos”, según informa Clarín, o sea que no aclara si es para proteger al casal de Olivos o para enterrarlo. Si el aparato de intendentes se alambra en la provincia, los K se van a desintegrar por una explosión interna antes que por las cornadas ‘destituyentes’ de la Mesa de Enlace.

Los opositores a los K no ocultan su temor, sin embargo, de que en el río revuelto se cuele el hartazgo popular. Grondonita advirtió el domingo pasado contra un ‘replay’ de la Alianza que acabe como en 2001. Los que suponen que cuentan en su favor con una derechización del electorado no olvidan, sin embargo, el derrumbe de Michetti en las dos últimas semanas de la campaña electoral. Por eso, las conspiraciones en marcha toman el cuidado de no afectar la “gobernabilidad”– lo cual es una alevosa contradicción de propósitos. Los ‘gorilettis’ rioplatenses están a la espera del desenlace de la crisis en Honduras para decidir entre el paciente trabajo del serrucho o el no siempre más contundente del martillo. De todos modos, a no equivocarse, pues la agenda de conjunto de oficialistas y opositores es la misma: recuperar el crédito internacional para hacer frente a la recesión y a la crisis fiscal y financiera. Está en debate una ofensiva general contra los trabajadores. La CGT y la CTA marchan al Consejo que quiere armar el gobierno, para ponerse a la orden del verdugo.

Economía, política, diálogo

El colapso capitalista planetario ha dejado un tendal de crisis políticas en todo el mundo; el trabajo de zapa de la política mundial está comenzando ‘por arriba’. Como a los sacudones de Islandia, Irlanda, los países del este de Europa y el Báltico se les ha puesto el rótulo de “argentinizaciones”, habrá que ver ahora cómo Argentina se “argentiniza” una vez más. De todos modos, apuntemos que en el barrio tenemos el caso de un colapso descomunal: México, que ha caído un 7% anual. En casa, estamos llegando al tercer trimestre consecutivo de caída de la actividad económica. La inversión no se mueve y los bancos tienen inmovilizada una enorme masa de dinero, mientras los recursos presupuestarios para subsidios a los capitalistas se agotan. El “diálogo” tiene una diversidad de “agendas”, pero el propósito común de buscar una salida capitalista a esta situación.

El capital sojero, naturalmente, reclama dejar de liquidar retenciones por exportaciones, y todo indica que ya habría un acuerdo en favor de una rebaja segmentada, que por empezar eximiría del pago a las propiedades hasta un rango de 500 a 1.000 hectáreas (lo cual supone una decena de millones de dólares de capital invertido). Dada la naturaleza de las labores sojeras, el beneficio se extendería a los capitales que reparten su trabajo de contratistas en varias unidades de producción (o sea en superficies que superan el tope mencionado). De todos modos, en el Congreso ya han surgido objeciones ¡en especial de la UCR! que advierten contra el peligro de una crisis fiscal. Es probable, sin embargo, que reflejen los intereses de otros sectores agrarios que se ven perjudicados por la sojización. En lo que se refiere a los famosos pooles de siembra o fideicomisos agrarios, que se beneficiarán con una rebaja del 30% de las retenciones (del 35 al 25%), seguirán descargando el impuesto sobre las tercerizadas que realizan la mayor parte de la labor agraria. No es casual que el precio de la tierra casi no haya caído.

Los gobernadores, que se anotan a su vez en “ligas” y “subligas” que no terminan de definirse, plantean un cambio drástico en la distribución de los recursos de las finanzas públicas (“coparticipación”) porque ya no tienen de dónde rascar un mango. La UIA, por fin, reclama lo suyo: una devaluación encubierta por la vía de nuevos impuestos y subsidios que le reporten más pesos por cada dólar de la exportación. Esta verdadera explosión de demandas capitalistas es formalmente inviable e inclusive agudiza la perspectiva del derrumbe fiscal ya señalado. Por primera vez desde 2003, el déficit total llegaría 6.000 millones de pesos, que se elevaría a 14.000 millones si se suman los “rojos” de los presupuestos provinciales. La enorme fuga de capitales bloquea cualquier perspectiva de financiar la crisis, no hablemos de una reactivación.

Viraje capitalista

La burguesía enfrenta la necesidad de un reordenamiento de conjunto, que los trabajadores están llamados a pagar. Algunos en el gobierno creen que les queda aire para pilotear la transición si ejecutan esta reestructuración, y para eso ofrecen pagar a los fondos buitres que quedaron afuera de la renegociación de la deuda externa en 2005 y arreglar un canje de los bonos que se indexan con la inflación. Pero para ofrecer de nuevo bonos en pesos, que no tengan atada una alta tasa de interés, deberán ‘normalizar’ relaciones con el capital internacional. Como los bonos argentinos se cotizan hoy a un nivel de quiebra, cualquier regularización entrañaría ganancias especulativas colosales. En el fondo, el ‘diálogo político’ no es más que una operación financiera en beneficio de los que operan con la deuda argentina. No son demasiados, ciertamente, los recursos que tiene la camarilla oficial para mantenerse en pie, y esto si sortea su propio autovaciamiento.

Ninguna de estas variantes ni sus “agendas” respectivas representan una salida para los trabajadores. La propia experiencia indica que no hay otro remedio que enfrentarla con una movilización independiente, reivindicando la prohibición de los despidos, la vigencia de las paritarias, la entrega a los trabajadores de toda fábrica que se paralice o cierre. No hay que rescatar al capital sino a los trabajadores, nacionalizando los bancos, poniendo en circulación sus fondos ociosos y cesando el pago de la deuda para dirigir los recursos a un plan de inversiones en infraestructura y desenvolvimiento industrial nacional.

El lugar para esto no es el Consejo Económico Social sino un Congreso de Trabajadores.

Pablo Rieznik