Políticas

1/5/2018

Un relato macrista de la crisis política

Lectura de diarios. Escribe Jorge Altamira

Una crisis política es siempre el reflejo real de una resistencia popular, sea inmediata o potencial. Es la forma en que se expresa, no hace falta decirlo, la inviabilidad de la política en curso, en este caso en todas las clases sociales, incluidas las que manejan el estado. Es precisamente por esto que resulta muy ilustrativa la decepción que el conflicto por la suba de tarifas y la corrida cambiaria subsiguiente ha causado en los círculos oficialistas, sin exceptuar a los más fanáticos.


Diez Mandamientos


El puntapié inicial le cupo al deshacedor y hacedor mediático de gobiernos – Jorge Lanata. En la columna sabatina del boletín oficial del macrismo, denunció al gobierno por “Tropezar dos veces con la misma piedra”, en alusión nada menos que a la crisis por la ‘reforma previsional’ que, según contó Elisa Carrió a La Nación, estuvo a punto de derribar al gobierno “fuera de cualquier contexto”. Astilla del palo oficial, Lanata remueve las heridas: “De los diez mandamientos de Cambiemos”, escribe, “las circunstancias ya llevaron a que se cambiaran nueve”, para pronosticar enseguida que las tarifas será el décimo. Más ácido todavía, asegura que ni siquiera le servirá “ganar esta batalla perdida”, porque “el propio ministro Dietrich reconoció que a pesar de los incrementos previstos del boleto de trenes y colectivos no se hará una reducción significativa del total de los subsidios del área. El monto total”, concluye, “será de 94 mil millones, una cifra muy similar a la de 2017”. La munición gruesa la deja para el final, cuando compara al gobierno con “una banda…que cobra peaje”, en alusión a que los impuestos al usuario de los servicios “llega al 37% del valor de la tarifa”.


Punto de inflexión


Un cruce más poderoso al mentón, lo lanza un profesional del macrismo, el director de Poliarquía. Bajo un título severo: “Un punto de inflexión en la presidencia de Macri”, caracteriza que “Es la primera vez en los más de dos años de gestión de Mauricio Macri que el Presidente enfrenta una situación en simultáneo con los dos públicos de los que depende su futuro: la opinión pública y los mercados”. Cáspita – como se decía antes. “(…) el apoyo social”, relata Catterberg, “pareciera estar alcanzando los valores mínimos con los que el gobierno estaría dispuesto a convivir”; “los mercados”, por su lado, “dudan” por “los cambios en el contexto internacional (…), la inflación de este año y la sustentabilidad fiscal de mediano plazo”. Agrega “entre otros”. Enseguida hace referencia a “otra particularidad novedosa”: las peleas en Cambiemos, con la UCR y la CC, “el alejamiento del presidente de la Cámara de Diputados”. Un “mal timing y una mala señal”, pues atribuye la ‘rebeldía’ parlamentaria del peronismo a la crisis desatada en el campo oficial. Para Catterberg, “los mercados observarían con pavor” que “el Congreso tire atrás el principal ancla fiscal” si vota una ley que reduzca los ajustes de tarifas al porcentaje de aumento de los salarios y al 10.5% la carga del IVA. A este “pavor” le añade otro: que no apruebe la ley de mercado de capitales “para seguir incentivando inversiones”. El lector persistente de Prensa Obrera habrá advertido que esto es lo que escribimos hacer un par de días.


Agenda electoral pinchada


“Un momento complicado”, concluye Clarín, a partir de “10 encuestas cuyos resultados podrían resumirse así: la bronca de la gente por la inflación, más el desánimo a futuro, están pegando fuerte en la imagen del Presidente”. Esta observación pierde su carácter superficial cuando se tiene en cuenta que apenas un par de semanas atrás el gobierno intentaba imponer a las elecciones de 2019 como la agenda política del momento actual. El apresuramiento por las candidaturas (si Michetti sí, si Michetti, no; adónde se pone la UCR; qué pito juega Lousteau) ha sido avasallado por la crisis capitalista. Aunque Hugo Moyano hubiera inventado la tesis de ‘esto se arregla en 2019’ (que no ha abandonado), ahora ha tenido que poner el eje, en un reciente acto de 1° de Mayo, en Ferro, que celebró por anticipado el 27 de abril, “en dar la lucha al gobierno” y refrescar la posibilidad de “un paro general”. Otros burócratas sindicales aprovecharon el finde largo para auxiliar verbalmente a Dilma Roussef y Lula en Curitiba, estado de Paraná.


Meteorología política


Para el ex Cronista, Fernando González, ahora columnista de Clarín, la fuga de divisas amargó “la fiesta” que Mauricio Macri pretendía disfrutar con el chileno Piñera y el peruano Vargas Llosa. El título del artículo advierte de entrada que “El dólar está dando señales de tormenta” – una caracterización que no se compadece con la ‘turbulencia’ que le asigna el jefe de Gabinete. Según Gónzalez, “El círculo rojo le pide a Macri que vete el proyecto opositor para atar al suba de los servicios públicos a la de los salarios. Y las encuestas (…) lo sitúan cerca del 40% (…) que no puede ir más abajo de ese nivel inquietante”. Como el veto lo puede poner en esa situación, el columnista de Clarín (“Del editor al lector”, o sea Clarín mismo) concluye que “La realidad (sujeto supremo) está dando señales de tormenta”.


Estos juicios se ponen más agrios a medida que la lectura apunta hacia aquellos que se disputan el bacalao. Por ejemplo, otro macrista, que oficia de operador financiero, se lamenta, también en Clarín, de que “no sabemos si este es el fin de la película”, luego de recordar que el Banco Central no pudo controlar la corrida contra el dólar vendiendo divisas o dejando devaluar la moneda. Al final, Marcos Kiguel, invita a sacar “importantes lecciones de este episodio” y propugna “un tipo de cambio que sea flexible”, o sea una devaluación permanente en un contexto de tarifazos, déficit fiscal (‘primario’ como financiero) y emisión monetaria. Que Kiguel le baje línea financiera a operadores como Caputo, Lopetegui, Dujovne y Dietrich (sin menoscabo de Macri), muestra que las finanzas han pasado a castaño caliente.


“Vacío de Poder”


Un periodista de La Nación cuenta algo más pesado aún: “Algunos referentes del espacio (macrista) hablaron incluso de un eventual vacío de poder”. Recórcholis. No se referían al dólar o a las tarifas sino a la renuncia de Emilio Monzó a la presidencia de Diputados, o sea al abandono definitivo del oficio de casamentero entre el pejotismo y el gobierno. A Monzó se le adjudica la tentativa de acercar a Massa al macrismo y de otros enjuagues que viabilicen el mandato de Macri. Su renuncia coincide con la decisión de veto que ha tomado Macri sobre cualquier alteración de tarifas. Aunque el periodista rebaja enseguida el “vacío de poder” a una “pequeña crisis” que podría convertirse incluso en “una oportunidad”, informa que Macri no le va a dar, ni loco, la candidatura a la vicepresidencia al radicalismo, a quien promete la presidencia que deja Monzó en Diputados, pero solamente para 2020. No hay que excluir entonces que Cambiemos podría llegar a cambiar de coalición en forma bastante abrupta.


Todas estas citas son del sábado 28. El lunes 30, un columnista de La Nación se permite tomarle el pelo a Marcos Peña, el jefe de Gabinete – aunque la impresión corre por cuenta nuestra. “El combo de la disputa por las tarifas, que el gobierno está a punto de perder en el Congreso, y la inflación indómita, que le ha provocado una caída de entre 6 y 9 puntos en imagen, sumado a la disparada del dólar, que le costó al Banco Central la pérdida de reservas por u$s4300 millones en solo una semana, son para Peña”, con quien acababa de conversar, “problemas esperables y coyunturales”. Según lo que recogió Claudio Jacquelin, el periodista, “Para (sectores del oficialismo)”, prosigue, “la renuncia de Monzó es un síntoma de concentración creciente del poder y de la toma de decisiones, sin margen para la disidencia, sin espacio para el debate abierto ni paciencia para con los díscolos…”. Esto, “los analistas de opinión pública lo incluyen entre los hechos que dañan la imagen del Gobierno” (y) los tomadores de decisiones empiezan a temer por la cohesión del oficialismo cuando le queda mucho por hacer…”, mientras se produce “una inusual cantidad de consultas desde fondos de inversiones y analistas financieros del exterior, inquietos por las turbulencias de es tos días…”.


En tanto, “La ansiedad electoral ha empezado a crecer dentro y fuera del oficialismo, la marcha de la economía no está funcionando como ansiolítico eficaz (….). Pero no se advierte la vocación desde el vértice del poder por modificar o atenuar el mecanicisimo político en busca de recuperar la cohesión interna”. Una semana atrás, otro consultor de Poliarquía había caracterizado a esta falta de capacidad de cambio, como una tendencia al inmovilismo. Las ‘modificaciones’ más reclamadas en la plaza es un ministro de Economía que se haga cargo de todo el plan económico y que sea una pieza de unidad con la oposición pejotista y los grupos económicos de exportación.


Cavallo


Es en este marco que comenzó a mentarse a Domingo Cavallo, si no para el gabinete, lo que sería suficiente para provocar un levantamiento popular, al menos como eminencia gris que luego podría tentar aspiraciones mayores. Después de todo, han vuelto al gobierno sus discípulos de 2001. Como corresponde a un aspirante a la selección, que ya fracasó tres veces (dictadura, Menem, De la Rúa) Cavallo disipó en su blog, el lunes 30, cualquier temor por el futuro, sea la inflación y el dólar, y describió una receta que pone fin a todo el plan económico actual, con sus respectivos ministros económicos incluidos. Saludó la corrida hacia los dólares “que, dijo, nunca debieron haber entrado”, o sea que propone liquidar las Lebacs y el pasivo de u$s60 mil millones que representan para el Banco Central, y convertir en deuda pública (interna y externa) los u$s70 mil millones que el Estado le debe al Banco. Califica a las Lebacs como cuasi monedas cuyo crecimiento alimenta la inflación – algo que Prensa Obrera viene diciendo desde que fueron inventadas por el kirchnerismo. A cambio, propone convertir una deuda inoperante (la del Tesoro con Central, constituida por “letras intransferibles” de alrededor de u$s 70 mil millones), que nunca se paga, en efectiva. De este modo podría venderla a inversores privados, lo que aumentaría la deuda pública de casi u$s300 mil millones, en un 20% adicional. Este canje, aumentaría en forma sustancial la caja propia del Banco Central – suficiente para manejar el tipo de cambio. La condición final para este esquema es una privatización en gran escala de los activos del Estado, como ya ocurre, y un ajuste mayor que reduzca el déficit fiscal.


La propuesta de un cambio total de esquema económico, cuando a fin de año hay que ir armando las listas para las Paso, es una indicación del impasse oficial. Más grave, por supuesto, es que volverá a sacudir las condiciones de vida y de trabajo de las masas.


Arriba y abajo


Arriba hay señales avanzadas de agotamiento, por abajo hay tendencias de lucha que buscan su canal apropiado, contra los obstáculos del Estado y del aparato de la burocracia sindical.


Las inquietudes de las huestes amarillas no son espuma.


                                                                                                                                                                                                                                       30 de abril