Una enorme manifestación de árabes en Israel

La otra opresión de los palestinos

En el mismo momento en que Israel lanzaba la ofensiva terrestre sobre Gaza, unos 100.000 palestinos con ciudadanía israelí manifestaban en la ciudad norteña de Sakhnin. La manifestación fue, según algunos, la mayor de los ‘árabes-israelíes’ en toda la historia de Israel. El dirigente sionista de derecha Avigdor Lieberman amenazó: “vamos a actuar contra aquellos ciudadanos de Israel que no son leales al Estado”. El Shin Bet (el servicio de seguridad interno israelí) no necesitó el consejo del legislador para intervenir: interrogó a decenas de árabes-palestinos para saber si participarían en la marcha de Sakhnin; a otros tantos, directamente les “advirtió” que no participaran en la manifestación (Haaretz, 6/1).

Precisamente, el Estado sionista se refiere a los palestinos que viven dentro de las fronteras de Israel como la “amenaza interna”: “En los últimos años, los ciudadanos árabes de Israel (que alcanzan a 1,3 millones, el 20% de la población del Estado) se han radicalizado sustancialmente y reivindican abiertamente su identidad palestina y la causa nacional palestina” (Bennis Morris, en Corriere della Sera, 27/12). Es que son sometidos por el Estado sionista a una deliberada política de discriminación. Los datos son impactantes.

La desocupación entre los árabes-israelíes cuadruplica la de los judíos (38% contra 9%); sus salarios son menos de la mitad (500 contra 1.050 euros). El porcentaje de ‘árabes-israelíes’ que vive por debajo del nivel de pobreza triplica al de los judíos israelíes (48% contra 15%). De los 550.000 niños que en Israel pasan hambre, 400.000 son árabes.

Sus municipios son los más pobres. No tienen asfalto ni hospitales. El 97,5% de los concejos municipales árabes está a la cola de la escala de fondos. No reciben créditos, ni becas ni prestaciones. Sólo uno de cada diez puede acceder a la Universidad (contra uno de cada tres judíos israelíes).

La discriminación no sólo se mide en cifras. No pueden casarse con ciudadanos judíos ni tampoco con palestinos de los territorios ocupados. En las escuelas no se enseña la historia del pueblo palestino. No pueden afiliarse a los sindicatos (reservados para los ciudadanos israelíes). Sus condiciones laborales son las peores. No se les conceden permisos para la construcción de viviendas y les derriban las casas. No tienen acceso al agua para sus emprendimientos rurales. La policía israelí los trata como potenciales “terroristas”, por lo que están sujetos a un acoso constante.

David Grossman, un escritor israelí, los definió como “la presencia ausente; están pero no se los ve”.

Su situación reproduce, sin muchas diferencias, la que sufre la población palestina de Cisjordania.

A la discriminación se le suman las amenazas. La canciller Livni sostiene que el Estado de Israel es “el hogar nacional del pueblo judío”. Esto, simplemente, significa que el Estado sionista planea su expulsión masiva. La discriminación a la que los somete Israel es, precisamente, la manera que tiene el Estado sionista de “invitarlos” a emigrar.

La enorme manifestación de Sakhnin muestra que los palestinos de Israel no están dispuestos a dejar que esto ocurra.