Políticas

6/8/1998|595

Una gran crisis en el campo

Muy lejos de la euforia de hace unos meses, el secretario de Agricultura, Felipe Solá, se despachó en la Rural con un “Se cierne una tormenta que amenaza a la Argentina” (La Nación, 29/7). El ‘catastrofismo’ de Solá está motivado por las dificultades para colocar en el mercado internacional la cosecha de granos y por la caída en picada de los precios.


La crisis internacional se ha hecho presente en Argentina a través de la caída de la demanda asiática y del estallido de una nueva guerra comercial entre EE.UU. y Europa, que en algunos mercados derrumbó el precio del trigo a 86 pesos cuando se estaba vendiendo a 120. Solá tuvo que solicitar a la Cancillería que presente una queja formal ante EE.UU. y Europa por prácticas ‘desleales’.


La situación


La caída del precio del trigo está motivada no sólo por la guerra comercial sino por una sobreoferta que se hizo más brutal todavía cuando la demanda de los países asiáticos cayó drásticamente (en el caso del maíz, importan el 50% del comercio mundial). Hace dos años, el auge de esta demanda había llevado el precio del trigo a 260 pesos la tonelada.


El alza de los granos llevó a concentrar la actividad en la agricultura, desestimando la ganadería; es decir, produciendo liquidación de ganado reproductor y caída del precio de la carne. Hacia la agricultura se volcaron los pools de siembra y otros fondos financieros que arrendaban los campos a los chacareros afectados por la crisis previas y por las altas tasas de interés. Hoy, la firma rural más importante del país es Cresud, que pertenece a la financiera Soros. Las inundaciones del litoral forzaron la ruina de los pequeños propietarios, lo que permitió a Soros y a Eurnekian quedarse con una parte importante de la provincia del Chaco. El proceso de concentración se dio en Buenos Aires y ha alcanzado su punto máximo en el sur de Santa Fe y el este de Córdoba. “El número de establecimientos se redujo entre un 39 y 49%, en tanto el tamaño promedio subió entre un 65 y 95%” (Perfil, 26/7). Junto con la apropiación de tierras se aplicó en gran escala la fertilización en los campos. “La euforia era total”, recuerda Clarín:”Las pampas explotaban en rindes y la Argentina ofreció una sucesión de cosechas récord” (1/8).


La euforia agrícola llevó a la liquidación ganadera. “El resultado fue una disminución de existencias a 50 millones de cabezas. Hace dos décadas eran 60 millones” (La Razón, 29/7). Se produjo una masiva liquidación de vientres para liberar tierras a la producción agrícola. El resultado es que ahora hay una cosecha récord incolocable y una limitada oferta de carne que repercute en el alza de sus precios. Se está dejando de sembrar para retornar a la ganadería. Pero esta rotación es un privilegio que sólo se pueden dar los grandes capitalistas, que cuentan con los medios financieros para ello y con campos de explotación mixta.


Efectos


La llamada sobre oferta de granos se refiere al mercado capitalista, no es que las necesidades básicas de la humanidad estén satisfechas. El hambre se extiende en el mundo a la par que la acumulación de los alimentos sin vender. En nuestro ‘país de la carne’, este consumo cayó en los últimos 20 años de 90 a 60 kilos anuales. También los efectos de la presente crisis se abatirán con mayor virulencia sobre los trabajadores y explotados y sobre los pequeños productores.


El pequeño chacarero que se vio forzado a arrendar sus tierras a los fondos de inversión va a ser el primero en pagar los costos de esta crisis. Los fondos de inversión anuncian que en la campaña 97/98 han tenido una pérdida patrimonial de hasta 30% pero esto se refiere a la cotización de sus acciones en la bolsa, no a sus ganancias pasadas. Cresud siembra sobre 50.000 hectáreas alquiladas y “donde antes se pagaban 300 dólares (la hectárea)ahora pagan entre 180 y 200” (Clarín, 1/8).


Mientras los inversores financieros se retiran de los fondos agrícolas para colocar su dinero en otros rubros o en fondos agroganaderos, el pequeño productor se encuentra atado a sus limitaciones de capital y crédito. Los grandes terratenientes capitalistas pueden aprovechar los campos argentinos, tanto para la ganadería como para la agricultura, un recurso histórico de la oligarquía para atenuar los efectos de las crisis internacionales. La crisis del comercio de granos también afecta al contratista-tractorista que trabaja diferentes campos a cambio de una remuneración. La reducción de la superficie de siembra deberá golpear particularmente a este sector.


Crecientemente, es el capital financiero el sector verdaderamente dominante en el campo. Más que por poseer tierra predomina por sus recursos financieros, lo que le permite controlar la tecnología y la comercialización. El terrateniente capitalista puede vender “a futuro”) o retener la producción a la espera de mejores precios, porque cuenta con los medios de almacenamiento. El pequeño productor se ve obligado a vender en las condiciones que fija el acopiador. La crisis en el agro ahondará las desigualdades y las tendencias a la concentración agraria.


El paro agropecuario apunto sólo a la política impositiva del gobierno, que convierte al sector agrario en financista de la DGI y es impulsado por las Confederaciones Rurales, que están beneficiándose con la suba del precio del ganado. El rechazo que ha provocado de parte del gobierno responde a los intereses de los grupos financieros. La crisis mundial afectará el balance comercial en unos 2.000 millones de dólares más.