Políticas

7/1/1999|614

¿Una nueva situación política?

Lo que ha caracterizado a las recien­tes elecciones de Córdoba no fue sola­mente que triunfara el candidato del partido menemista, sino que lo hiciera con un margen plesbicitario, a pesar de la brutal ofensiva del menemismo con­tra los trabajadores. Otro dato impor­tante fue la extrema concentración del voto en los dos partidos que forman el bloque de gobierno que ha dejado al país con cuatro millones de desocupados y con niveles desconocidos de pobreza. Lo que llamó, por fin, la atención de esas elecciones es que en las graves circuns­tancias actuales no se haya expresado ninguna tendencia del electorado a bus­car una salida a la derecha o a la izquier­da de ese bloque oficial. Esto último era lo que esperaban numerosos observado­res, que pronosticaban una “des-polarización” del voto y una modificación, por lo tanto, del mapa electoral.


El resultado electoral de Córdoba ha llevado al menemismo a imaginar que puede seguir en el gobierno a pesar de todas las consecuencias sociales de su política y que para ello sólo necesita de una ‘ingeniería electoral’. De ahí que vuelva a circular el nombre de Reutemann para la candidatura presidencial, o que Menem pretenda convertir a Vilas en intendente de Mar del Plata. La ‘in­geniería’ en cuestión consistiría en ex­plotar por todos los medios (y con el uso de los medios en su totalidad) una ten­dencia a la despolitización que la propia crisis habría acentuado entre los traba­jadores. Al mismo tiempo, se han escalo­nado las elecciones para gobernadores de manera de poder presentar a una serie de resultados locales como la ex­presión anticipada de una tendencia nacional.


¿Quiere decir todo esto que ha cam­biado la situación política, o que se ha enterrado al menemismo antes de tiem­po? ¿Los ‘pesimistas’ le han vuelto a ganar a los 4optimistas’? Si esto fuera así, los reaccionarios, de un lado, y las sectas, del otro, deben estar refrotándose las manos. La variante derechista de la “ingeniería electoral” y de la explo­tación de la conciencia política insufi­ciente del electorado ha demostrado sus posibilidades y por lo tanto las tiene. Pero no es lo más probable y es casi seguro improbable


 


Alianza


En la Alianza los resultados de Cór­doba han producido una crisis mayor a la que tenía con anterioridad; la baja en la intención de voto refleja el grado de incoherencia con que la Alianza es vista en el electorado. Para peor, los aliancistas creen que el error fue no haber cons­tituido la Alianza en todas las provin­cias, pero esto volverá a repetirse en Catamarca y Río Negro y muy probable­mente en Neuquén y Tucumán. En Río Negro los frepasistas están negociando con el justicialismo y en Tucumán son los radicales los que están trenzando para formar un frente ‘anti-bussista’. La seguidilla de elecciones provinciales en el ‘99 representará un verdadero cal­vario para la Alianza.


Otra manifestación de la crisis de la Alianza es el alejamiento de algunos partidos provinciales que ya están nego­ciando con el PJ. Alberto Natale, de Santa Fe, ya ha renunciado a ser candi­dato a gobernador, de modo que no apor­tará a la Alianza. Igualmente importan­te es la crisis con el intendente de Vicen­te López, García, que quería ser candi­dato a vice-gobernador, lo que ya hace prever la posibilidad de la deserción de una parte del aparato de la UCR en el apoyo a Fernández Meijide.


La ausencia de una estrategia y de un programa alternativos al menemis­mo han convertido a la Alianza en una agencia de colocaciones. Su crisis es una expresión de la descomposición del sistema político patronal en general, cada vez más cerrado, más conspirativo, más prebendario y más corrompido. La pro­fundidad de la crisis económica restrin­ge el margen de cooptación democrática del sistema; Terragno y Machinea nego­ciaron en secreto con el gobierno el apo­yo al paquete impositivo y al acuerdo reciente con el FMI. La viga maestra de la política de la Alianza ha pasado a ser el ofrecimiento de seguridades de que no investigará lo actuado por el menemis­mo. Es consciente de que el mínimo in­tento de desmantelar el régimen mene­mista podría desatar una crisis colosal en el aparato estatal y en los intereses privatizadores que tomaron el control de la economía nacional en la última década.


De manera que luego de las eleccio­nes de Córdoba, uno de los polos del sistema ha salido más desacreditado ante el electorado; más impotente para encarar la crisis nacional; más confuso en relación a sus disputas internas; in­cluso más comprometido con el mene­mismo. Desmoralizado.


 


Guerra justicialista


Si Córdoba pareciera indicar que el justicialismo tiene renovadas posibili­dades, su situación política concreta ha empeorado. De acuerdo al diario mene­mista Ámbito Financiero, Duhalde no querría aceptar un acuerdo con Menem que lo obligara a renunciar a su reelec­ción en el 2003 y permitir una nueva candidatura del riojano. Es el reasegu­ro de impunidad que exige el aparato menemista, pero de imposible acepta­ción para Duhalde. La posibilidad de que el peronismo se divida sigue en pie, si por ejemplo Menem vuelca todo su apoyo a Reutemann. El grado que ha alcanzado este enfrentamiento está demostrado por el pasaje de Pierri al menemismo en el caso de que no consi­ga el apoyo de Duhalde a su candidatu­ra a gobernador por Buenos Aires. Pero para el propio Ámbito Financiero, Me­nem no tiene ninguna posibilidad con Palito o Reutemann y está obligado a llegar a un acuerdo con Duhalde que, sin embargo, es imposible de conseguir.


La ‘ingeniería’ que pretende Me­nem se estrella contra otras realidades tanto o más graves. Ahora nomás en­frenta la posibilidad de que el 80% de su gobierno vaya preso por el contrabando de armas; el encierro de Balza parece número puesto. Incluso a la Alianza le preocupa el destino de Balza, aunque con el pretexto de que teme la filiación del que sea su sucesor. La cuestión de los niños secuestrados por la dictadura se añade a esta crisis político-institucional, porque ya hay advertencias de le­vantamientos militares contra el encar­celamiento de Videla, Acosta, Massera, Nicolaides, Bignone y varios más. Se está pensando en dictar nuevos indultos o  amnistías. Que simplemente exista la posibilidad de una crisis militar, como la pronostica La Nación demuestra hasta qué punto el régimen democratizante no ha salido todavía de su punto de partida.


La guerra justicialista ha mandado al diablo los devaneos de Duhalde por un retomo a la “alianza histórica del movimiento nacional”. Ni los intelec­tuales nacionales y populares, ni el MTA, ni la revista Línea, albergan algu­na ilusión en esta posibilidad. Es decir que el duhaldismo carece de una política de movilización popular, mientras por otro lado se fragmenta en sus distintas ‘líneas’ internas.


 


Crisis económica


La crisis económica no ha llevado todavía a las masas a salir del campo de los partidos oficiales, pero ya ha servido para derrotar a los gobiernos de dos provincias importantes —Buenos Aires en octubre del ‘97 y Córdoba en diciem­bre pasado. La crisis económica, habrá de profundizarse.


Récord de quiebras; récord de che­ques sin fondos; aumento de la parálisis en la cadena de pagos; incremento más rápido de la deuda externa; falta de crédito internacional para renovar la deuda externa privada; récord de déficit de cuenta corriente (arriba de los 20.000 millones de dólares); crisis siderúrgica y automotriz; parálisis en el Mercosur; crecimiento cero del comercio mundial para 1999 (primera vez desde 1945); inminente colapso financiero de Brasil. La lista es más larga.


Mientras que el menemismo repre­senta más de lo mismo, la situación económica reclama un cambio de políti­ca. Es lo que ha ocurrido ya en Asia y en Europa. La burguesía busca un cambio de frente para salvarse de la quiebra. Menem le ofrece sin embargo entregar la YPF privatizada a la British Petroleum, lo cual ha desatado una furiosa campaña de oposición en casi toda la prensa. Ofrece privatizar el Banco Na­ción, cuando éste es el último recurso para hacer frente a la bancarrota industrial. La Unión Industrial está encabe­zando el reclamo de un cambio de frente, o sea proteccionismo y subsidios. La caída de la Bolsa argentina ha reventa­do los aportes a las AFJP, a las cuales sólo les falta que se derrumben los títu­los públicos o incluso una corrida bancaria. Esta es una posibilidad cada vez mayor como consecuencia del creci­miento de las deudas bancarias que no se pagan a su vencimiento.


En estas condiciones sólo cabe es­perar un excepcional agravamiento de la crisis social. La patronal lo sabe tan bien que los espacios publicitarios se encuentran cada vez más ocupados por los avisos de la asistencia social privada y la invasión de organizacio­nes no gubernamentales financiadas por la ONU.


 


Las organizaciones obreras


El signo de la situación política no ha cambiado; se ha acentuado. La votación en Córdoba no se puede proyectar; refle­ja más el pasado que el futuro. Esto lo va a demostrar la propia Córdoba en los próximos meses, incluso antes que asu­ma De la Sota.


Lo importante es que la crisis ha hecho una nueva incursión en las orga­nizaciones sindicales, como lo demues­tra más que ninguna la crisis de ATE, columna vertebral de la CTA, que se transformó en rehén de lo peor del me­nemismo, la UPCN de Alberto Rodrí­guez, que firmó con el ministerio de Trabajo un convenio canallesco para los estatales.


La burocracia de ATE no encontró la protección que busca en el aparato es­tatal, en este caso por la vía de la Alianza. Peor, una fracción de la direc­ción hizo de punta de lanza del Estado contra los trabajadores. Para la masa de los activistas de ATE, la política de subordinación a la Alianza está produ­ciendo una catástrofe. ¿Y qué decir de Ctera, si hasta De la Rúa bloqueó un aumento de presupuesto educativo en la capital?


La crisis nacional no evita a ninguna organización. Luz y Fuerza de Córdoba enfrenta una privatización y una liqui­dación de convenio inminentes; la Uocra no ha dado la menor salida a los acciden­tes de trabajo; Smata y la UOM deberán enfrentar ahora verdadero genocidio sindical en la industria. Las organiza­ciones independientes de desocupados se enfrentan a la perspectiva de que se anulen los planes ‘Trabajar’ y pasar bajo la ‘protección’ de organizaciones no gubernamentales controladas por el clero o el imperialismo.


La situación nacional en su conjunto no ha cambiado de signo; lo ha agudiza­do.


Este conjunto de fenómenos de ‘aba­jo’ y de ‘arriba’, nacionales o interna­cionales, se van acumulando en la expe­riencia de los trabajadores hasta que se opere el salto cualitativo. La política del Partido Obrero es un factor activo en la posibilidad de ese salto.


Nuestra orientación frente a la si­tuación política de crisis que madura sin cesar tiene dos patas.


 


  1. Responder a los ataques a los tra­bajadores y a todas las consecuencias de la crisis con manifestaciones políticas de masas, con marchas de protesta, con asambleas y huelgas, con la ocupación conjunta de los lugares de trabajo. Por el cese de los despidos; reincorporación de los cesantes; reparto de las horas de trabajo; anulación de los tarifazos; sala- rio mínimo de 1.200 pesos; unidad de clase internacional con los trabajadores del Mercosur; por la unidad política inmediata de América Latina contra el imperialismo.
  2. Que las organizaciones obreras y populares rompan políticamente con los partidos patronales y el Estado, lancen un plan de lucha y la huelga general, y se movilicen por una alternativa política independiente de los trabajadores. Que se formen comités político-reivindicativos en todos los niveles para poner fin a la ofensiva capitalista y su gobierno.