Políticas

21/3/2013|1260

Vale: La cara visible de una crisis de fondo

La suspensión del proyecto de la minera Vale, que involucra a 6.800 puestos de trabajo, ha colocado al gobierno en la picota. El pulpo brasileño reclama un tipo de cambio ‘especial’ para liquidar los dólares que debe traer para la inversión, así como también la libertad de remitir al exterior las futuras utilidades del proyecto. En resumen, la empresa del Estado brasileño de Rousseff y Lula pone en cuestión el conjunto de la política económica oficial. El contrato de inversión le reconoce, además, un régimen especial de devolución de impuestos, e incluso la posibilidad de hacerle pagos al Tesoro con títulos de la deuda pública, al 100 % de su valor nominal.


Detrás de Vale, asoma la amenaza de una suspensión de los proyectos mineros (La Nación, 17/3). Por los mismos motivos, el prometido ‘relanzamiento’ de la industria petrolera y de la YPF oficial ingresó en un pantano. El gobierno les ha concedido a las petroleras un aumento sustancial en el precio del gas. Pero éstas reclaman lo mismo que Vale: una devaluación del peso y la libertad de girar divisas al exterior.


Crisis mundial


Vale acumuló en 2012 un quebranto de 2.600 millones de dólares. De Vido acusó al pulpo brasileño de “querer pagar sus deudas con la plata de los argentinos”. Otro pulpo brasileño, Petrobras, está saliendo del país por los mismos motivos: liquida sus activos en la Argentina para atender a las pérdidas de su balance.


El parate de Vale desnuda las flaquezas de una de las niñas mimadas del ‘modelo’: la minería a cielo abierto. El parate de Vale afecta a las contratistas instaladas en Mendoza, entre las que se encuentran las más grandes constructoras de ese país. Otros grupos brasileños también han sido afectados por el ‘cepo’. El grupo Camargo Correa, que controla Loma Negra, denuncia el derrumbe de la construcción pública y privada. La crisis con Vale va a repercutir en la construcción de las usinas hidroeléctricas de Santa Cruz, que fue adjudicada al pulpo brasileño Odebrecht. Los K exigen al Estado brasileño que financie una parte de estas usinas mayor de la prevista, a través de su banco de desarrollo (Valor, 5/3). Lamentablemente para los K, Rousseff les reclama lo contrario, o sea “la entrada como inversores del gobierno nacional, el provincial y un socio privado extranjero” (ídem). En definitiva, cada gobierno le reclamará al otro rescatar inversiones capitalistas… con fondos que no tiene. También Venezuela tiene sus más grandes obras públicas en manos de contratistas y bancos brasileños. La Unasur y el Mercosur, los dos ‘modelos’ de la “integración continental”, naufragan a la hora de arbitrar la crisis capitalista.