Políticas

20/8/2015|1377

Vidal y Del Caño


No deja de ser esclarecedor que en La Izquierda Diario el PTS advierta un rasgo común (http://www.laizquierdadiario.com/Las-PASO-el-peronismo-y-el-Frente-de-Izquierda) en la elección realizada por la macrista María Vidal en la provincia de Buenos Aires, la derrota de varios 'barones del conurbano' y el triunfo de Nicolás Del Caño en las Paso del Frente de Izquierda. Estos resultados estarían revelando, dice, “la relativa autonomía del votante” -un concepto sencillamente absurdo aplicado al electorado que apoya a los candidatos del capital. Es instructivo, sin embargo, que el PTS extienda la “renovación” al campo patronal, en una muestra curiosa (al menos para un trotskista) de que “la gente” busca “el cambio”. Felicitaciones entonces a los candidatos patronales ‘novedosos'. Moraleja: vayamos entonces con la corriente.


El 9 de agosto ganó “lo nuevo”, con Macri y Aníbal Fernández incluidos -que ganaron sus internas contra otros “aparatos”. Esta fundamentación del oportunismo electoral se distingue por su gruesa grosería. Chau candidatos obreros, chau luchadores, chau programa. Mientras, María Eugenia Vidal también llamaba a “renovar”, siguiendo al pie de la letra el libreto de Durán Barba, de quien se dice que fue ‘trotskista'. El PTS debería peregrinar a la Basílica de Luján para agradecer el fracaso de su “campaña de firmas” a favor de “la unidad Altamira-Del Caño”. ¿La campaña a octubre va a asumir toda esta súbita degeneración política? El inglés Chesterton escribió alguna vez que no había nada más viejo que los editoriales del día y la novedad.


Izquierda Diario hace un aporte significativo a la clarificación política. Después de semejante señalamiento no hay lugar para presentar al triunfo de Del Caño como progresivo o revolucionario. Por el contrario, el PTS asume ahora (si no lo había reconocido antes) los prejuicios democratizantes, incluso cuando su contenido es reaccionario. Sustituye el programa socialista por el marketing en boga, porque la democracia no reside en el cambio del personal del Estado sino en la quiebra de la burocracia que lo encarna. El PTS descubre que hay tomarse “en serio” la lucha contra “la casta política”. Esta explicaría hasta el surgimiento del chavismo en Venezuela, no su programa nacionalista ni su denuncia del reparto del poder entre los clanes de la V República. Chávez se levantó en armas (1992) para reivindicar el Caracazo que, en 1989, sublevó a miles de trabajadores contra el gobierno entreguista. Estamos ante un retroceso ideológico y político espectacular.


El PTS denuncia nuestro desconocimiento del carácter progresivo de la denuncia de la “casta política” y del hecho de que la canalice la izquierda trotskista. Sin embargo, el PTS esa denuncia por ahora la apuntó contra el PO y la Lista Unidad, no contra la ‘casta' trepadora de las María Eugenia Vidal, ni contra los punteros que se han alejado por conveniencia de sus tutores. Que la “izquierda trotskista” asuma este trabajo sucio es lo peor de todo el relato. La “crisis de representación” fue precisamente el eufemismo que utilizó una parte de la pequeña burguesía para quitarle el filo revolucionario al Argentinazo en 2001/2. De nuevo, chau ‘candidatos obreros', que ahora funcionan como floreros de los candidatos ‘renovadores'.


Apuntar contra un dirigente revolucionario como parte de la “casta política” (como hizo Bregman en Intratables, donde tuvo que ser refutada por Luis Zamora) no implica solamente una alta dosis de inmoralidad. Es, también, una declaración de ruptura con el Cordobazo, con la tradición revolucionaria que ha sido desplazada de la actualidad inmediata, pero que debería ser reivindicada como única perspectiva política frente a la bancarrota del capital -lo mismo que la Revolución de Octubre y la IV Internacional. El internacionalismo del PTS ha quedado privado de contenido: se limitaría a una operación territorial. El PTS renuncia a jugar un papel ‘testimonial', luego de haber fundamentado ese papel en la crisis de Grecia, en 2012, cuando explicó que no apoyaba la consigna de gobierno de izquierda, con un programa revolucionario, porque su tarea era prepararse para “el momento final”. La lucha por el programa de transición, en todas las fases de la bancarrota capitalista, es la refutación completa de este testimonialismo. Se hace una explotación reaccionaria de la distancia real que existe entre el Cordobazo y su generación, de la generación actual y sus limitaciones políticas. Mientras en el PO siempre hemos reivindicado (no ahora) la unidad entre distintas generaciones, aquí se nos presenta un planteo marketinero, que repite prejuicios antiguos.


Trotsky fue el primero en lamentar la crisis generacional, en un comentario sobre el asesinato de Rakovsky, su último colaborador. La unidad generacional proyecta las conquistas teóricas de las etapas precedentes; fue lo que intentó cortar el stalinismo.