Políticas

17/8/2006|959

Viva el Congreso del Partido Obrero

El Congreso del Partido Obrero, entre el 18 y el 21 próximos, tendrá lugar en circunstancias especiales, si tenemos en cuenta el giro enorme en la perspectiva política mundial que ha dejado planteada la derrota de la agresión sionista en Líbano frente a la resistencia armada de Hezbollah. Se trata, ni más ni menos, que de la posibilidad de infringir mayores derrotas al imperialismo mundial y de suscitar crisis políticas mayores y luchas crecientes en las propias metrópolis dominantes. No es casual que el representante de Kirchner en el Consejo de Seguridad de las Naciones nidas hubiera votado favorablemente una resolución que establece la ocupación militar extranjera en Líbano con la única finalidad de rescatar del desastre al ejército de Israel y de poner un coto a los luchadores que no pudieron ser derrotados por uno de los Estados militarmente más poderosos del mundo.



Kirchner sabe que el régimen que defiende depende de la estabilidad del imperialismo. Para quienes el santacruceño es la reencarnación de la "patria liberada", debería llamarles por lo menos la atención de que Chaávez hubiera retirado a su embajador de Tel Aviv y Kirchner votado la resolución que pedía desesperado el sionismo.


Estamos ante un nuevo horizonte. Hasta ahora el imperialismo iba de una guerra a otra, consumando sus objetivos políticos y sus negocios. Yugoslavia, Afganistán, Irak, Chechenia. Por primer vez ha sufrido una derrota, provisional, pero neta; esto le ofrece una nueva perspectiva a los pueblos que luchan por desalojar a los ejércitos imperialistas de sus territorios, apenas comprendan que tienen que dejar sus diferencias sectario-confesionales y unirse como una sola masa explotada y rebelde. El impacto de esta derrota en las propias naciones imperialistas ha sido muy fuerte, como lo prueba el clamor creciente de que sus gobiernos traigan los ejércitos de vuelta. Para que ello ocurra, sin embargo, el clamor se tendrá que convertir en movilización, lucha e insurrección. Pero la semilla está plantada. El Congreso del Partido Obrero se empeñará en sacar todas las conclusiones políticas y organizativas de esta modificación importante de la situación mundial. En primer lugar, reforzaremos nuestra actividad para agrupar mayores fuerzas en una Internacional de Trabajadores.


Para el Congreso del Partido Obrero será significativo verificar que esta victoria del David guerrillero contra el Goliat armado de misiles, fue impuesta por una organización de militantes, altamente disciplinada y dotada de un programa. En oposición a esta realidad, los que despotrican contra la organización de los obreros en un partido propio y desmerecen el programa como una guía insustituible de la acción, no consiguen nunca nada y se desvanecen en un mundo de palabras. El llamado movimientismo, o sea el desprecio por una organización de lucha basada en un programa, es la contracara arrabalera de la politiquería burguesa. Hezbollah, más allá de las diferencias de programa y de método que nos separen, ha dejado una lección que, no por nada, ningún intelectual se ha apresurado a recoger. El Congreso del Partido Obrero va a reforzar su estrategia de construir un gran partido de los trabajadores.


El Congreso del PO se va a reunir, asimismo, en momentos en que queda al desnudo que el gobierno actual es un tigre de papel: las encuestas le dan mucho, pero más abajo de esto no es nada. Por un lado el país asiste a una descarada lucha faccional entre kirchneristas para apoderarse de los gobiernos provinciales y locales en 2007. En este marco el peronismo ha quedado como un recuerdo, al punto que Kirchner recurre al auxilio radical. Kirchner se afirma demoliendo el sistema político, que ya venía demolido, y con ello prepara su propia demolición. Por otro lado, en forma lenta pero segura, el tarifazo se abre paso, rubro por rubro; los déficits de presupuesto reaparecen, incluso en las provincias más fuertes; la deuda pública crece de día en día, sin haber bajado nunca sustancialmente, empapelando de nuevo a los bancos con títulos del Estado. La infraestructura social y material se hunde: hospitales, escuelas y caminos. Para producir electricidad y para sacar petróleo los capitalistas reclaman tarifazos y excepciones impositivas.


El gobierno kirchnerista no ha resuelto la miseria social que dejaron el menemismo y la bancarrota económica: más de la mitad de los trabajadores gana por debajo de la canasta de pobreza. El 45% está en negro, o sea que no gana nada ni tiene cobertura de salud o previsional. Esta miseria es la base social de la recuperación nacional y popular.


Lo que ocurre con las jubilaciones es ejemplificativo. Desde la devaluación le han sacado a los jubilados unos 20.000 millones de pesos, que les hubiera correspondido por la movilidad. La Corte, que primero declaró inconstitucional el congelamiento de las jubilaciones, ahora le pide al gobierno que arregle el problema, pero no que las ajuste de acuerdo al índice de los salarios, ni que se devuelva a los jubilados lo que le robaron. Es decir que todo seguirá igual; Kirchner ya ha dicho que pretende emparejar la cancha para 2010, pero incluso de modo confuso, porque simplemente promete un gasto jubilatorio total del 6% con relación al PBI. Mandinga sabe lo que eso querría decir. El Congreso del Partido Obrero convocará a una enérgica movilización para que la jubilación mínima pase de inmediato a los 1.000 pesos, un 60% de la canasta familiar, y para que se devuelva lo robado a los jubilados con un impuesto a los grandes capitales y el cese del pago de la deuda externa. Telefónica Argentina acaba de ordenar la compra, con sus ganancias, de las acciones de la empresa, por 600 millones de dólares, desviando el fruto de la explotación de sus trabajadores al bolsillo de una minoría de ricachones que terminarán sacando esa plata del país. Lo que no existe para los jubilados sobra para una oligarquía de parásitos. Ya sabemos que el pago adelantado al FMI salió de la recaudación previsional que no fue destinada a los jubilados.


La salida de Lavagna del gobierno y su reaparición como candidato opositor refleja una división en la burguesía que inquieta a Kirchner. La camarilla de gobierno actual representa a una franja de capitalistas que ha acaparado los negocios ofrecidos por el oficialismo, en especial, los bancos y fondos de inversiones que se han armado o que han crecido en los últimos años para financiar emprendimientos públicos. Son los Werthein, los Mindlin, los Eskenazi, los Petersen (e incluso papá Macri), que se han quedado con toda suerte de licitaciones o traspaso de patrimonios empresarios, o los amigos como Cristóbal López, que va acaparando las licitaciones de juegos de azar. Un sector más antiguo, encabezado por Techint, se ha ido separando progresivamente, en especial como consecuencia del fracaso del gasoducto del norte, que iba a quedar en manos de ese grupo y de Repsol. Esta división se irá ahondando en el tiempo como consecuencia del agotamiento de los recursos financieros del gobierno o del cambio de ciclo de la economía internacional.


Frente a este panorama de tensiones crecientes y divisiones en el campo de la patronal, el movimiento de lucha de la clase obrera no se ha clausurado. Hay demasiados agravios pendientes para que esto pudiera ocurrir y una perspectiva de inestabilidad económica. Desde Coto, Jabón Federal, docentes, empleados del Estado, Mc Donald’s, telefónicos de call center, Gualeguaychú y todas las provincias contaminadas por las mineras, la juventud universitaria, secundaria y terciaria, las madres y los padres, la lucha contra el gatillo fácil, Cromañón, los desocupados que trabajan por 150 pesos, los aborígenes y los campesinos expulsados de la tierra o saboteados por la oligarquía. El Partido Obrero discutirá una política para profundizar estas luchas, extenderlas, construir organizaciones de masas, disputar los sindicatos a la burocracia; en suma, llevar a los trabajadores, a través de su propia experiencia, a la conclusión de que los gobiernos de la ‘burguesía nacional’ no son ninguna clase de salida.


Las direcciones sindicales y las corrientes políticas que ven al nacionalismo kirchnerista como un avance o progresivo, han quedado pulverizadas por esta miopía. Kirchner somete al movimiento obrero por medio de la burocracia sindical de siempre, la que está atornillada a los sindicatos como a una propiedad privada. No hay espacio independiente para los rivales. La CTA, que pensaba lo contrario, ha quedado bajo el monopolio de los punteros de la Rosada — De Gennaro ha quedado como figurón, que apenas encuentra consuelo en las menciones de su nombre por Lula.


No se puede construir un sindicalismo combativo de oposición si no es en base a una completa delimitación de los gobiernos de turno y del Estado. La unidad de ese sindicalismo debe ser asegurada por la democracia obrera y por la rotación en los cargos sindicales, en los casos en que existan. La independencia de un movimiento sindical combativo como tal no puede significar el abstencionismo político, porque equivale a la neutralidad frente al gobierno patronal. A falta de estas conclusiones, en varios sindicatos, que se supone dirigidos por tendencias combativas, rige la burocracia sindical y el acercamiento a los gobiernos patronales, generalmente centroizquierdistas, pero no siempre. El Congreso del Partido Obrero discutirá la política para delimitarnos de estas tendencias falsamente combativas, con el método de ofrecer un programa y una agenda de lucha.


El Congreso del PO también comprobará la irresistible descomposición de la izquierda democratizante, que acaba de sabotear un seminario de debates, que debía permitir alcanzar conclusiones (delimitaciones) programáticas e impulsar la unidad en la acción, y que luego de esto ha salido a proclamar candidatos para 2007, naturalmente como ‘prenda de unidad’, para seguir con un método de extorsión y de capilla. El Congreso repudiará esta metodología como liquidacionista y llamará a los luchadores a construir un partido de lucha de la clase obrera.


El Congreso del Partido Obrero tendrá la oportunidad de comprobar su enorme avance en el seno de las masas y del proceso político en su conjunto. Pero por sobre todo podrá ver el enorme salto en los problemas que se plantean, en cuanto a concepción del trabajo político, método y programa. En oposición al régimen capitalista en su forma ‘nacional’ reivindicaremos la construcción de una alternativa organizada de carácter obrero y socialista. Este es el método de nuestra delimitación política y el de nuestro llamado a una reagrupamiento de fuerzas. A la luz de toda la experiencia desde el Argentinazo hasta ahora; de la descomposición política de los partidos tradicionales; de la insuperable situación de miseria social y ambiental de las masas; a la luz de las conquistas políticas y organizativas realizadas, el Congreso del PO convocará a construir poderosas organizaciones locales partidarias, en comunas y provincias; a organizar en ellas una fuerte agitación política dirigida a todos los explotados; a organizarnos en las fábricas y los sindicatos, en agrupaciones y tendencias, en el marco de esta agitación; a explotar con método y sistema todas las contradicciones del régimen dominante; para ofrecer un salida de conjunto a los explotados ante la impasse mortal del régimen capitalista.