Políticas

3/7/1997|546

YPF practica el “terrorismo ecológico”

La campaña por la renacionalización de YPF tiene una enorme vigencia. La explotación salvaje del petróleo y el gas de nuestros yacimientos se está transformando en la mayor fuente de ‘fuga de capitales’ del país.


Los trabajadores petroleros, las poblaciones afectadas por los derrames de los yacimientos, los miles y miles de trabajadores que han sido desafectados por la  ‘racionalización’, se están movilizando. Es necesario que todo el pueblo tome en sus manos la reivindicación más elemental que se desprende del saqueo nacional, de la depredación de nuestros recursos, de la desindustrialización en marcha, del intento por transformar a la Argentina en otra Nigeria.


Renacionalizar a YPF y ponerla bajo control directo de sus trabajadores, reincorporando a las decenas de miles de cesanteados, será verdaderamente lo más racional.


¿El ‘boom’ petrolero va camino de transformar a la Argentina en otra Nigeria u otra Colombia, con amenazas de gravísimas consecuencias sociales y ecológicas? En la Patagonia, por lo menos, y especialmente en la cuenca neuquina, la despiadada explotación de los recursos naturales ha comenzado a plantear un “futuro de tierra arrasada” (Clarín, 27/5).


En la zona de “los yacimientos más importantes del país” (Río Negro, 28/5), en Rincón de los Sauces, “tras los descomunales derrames que contaminaron el río Colorado, la petrolera (YPF) se comprometió a evitar accidentes en las áreas y en todo caso darlos a conocer a la población” (ídem). Pero a fines de mayo se produjo una nueva “contaminación por petróleo en el yacimiento de YPF Lomitas Sur … tres veces más grande que la ocurrida en marzo y el doble que la de Puesto Hernández” (La Nación, 27/5). “Acá nos están tomando el pelo: YPF dijo que no iba a haber más derrames”, declaró una ‘piquetera’ de Rincón de los Sauces (Río Negro, 28/5). YPF impidió el acceso de los medios para verificar el alcance del derrame.


Pero lo de Rincón de los Sauces ocurre en todas las cuencas petrolíferas. El curso del río Colorado, que sirve a cinco provincias, está amenazado: se “hace imposible dar servicio de agua potable a causa de la contaminación de las aguas, y afecta las plantaciones de frutales y hortalizas ubicadas aguas abajo” (Clarín, 27/5). Los derrames sobre el río son la punta del iceberg; es que la mayoría de los derrames se ‘tapan’, pero al “filtrarse en el suelo hasta llegar a la napa freática”causan estragos en la salud de la población y la fauna (ídem). En Allen, una importante localidad del Alto Valle, se detectó “el primer incidente (de contaminación) que ocurre en mucho tiempo”, en una estación de bombeo de agua para consumo humano, “donde hay 2.300 pozos en producción” (Río Negro, 28/5).


Todo esto está provocando “un serio proceso de desertización”; hay tal “degradación” en el agua que las sustancias tóxicas “sobrepasan doscientas veces los límites aceptados por la Organización Mundial de la Salud para aguas de consumo humano” (La Nación, 25/5).


Las empresas se ufanan de haber bajado los costos de operación de los yacimientos, pero ahora sabemos a qué ‘costo’. La inefable secretaria del Medio Ambiente, María Julia, acusó a la movilización de los vecinos de Rincón de los Sauces de ‘terrorismo ecológico’, pero tuvo que admitir que “hay un tema más de fondo, que es que las empresas aún no aceptan que el hidrocarburo en el agua es un residuo peligroso como cree —¡hasta!— la Secretaría” (Clarín, 27/5).


Como preguntaba la ‘piquetera’, “¿de qué vamos a vivir cuando se termine el petróleo, si está todo contaminado?” (Río Negro, 28/5).