Políticas

29/5/1997|541

YPF sólo beneficia a Wall Street

La privatización de YPF en 1992/3, en el momento de mayor ‘esplendor’ del plan de ‘convertibilidad’, permitió recaudar casi 1850 millones de pesos por el 46 por ciento de sus acciones. Transferida al capital ‘privado’, YPF sacaría al país adelante, mientras que los recursos de la privatización se usarían para ‘reparar’ la deuda con los jubilados. Claro que el Estado se quedaba con una deuda externa de casi 9 mil millones de dólares, que fue cargada al pasivo de YPF por la dictadura y los gobiernos que la sucedieron, por gastos que nada tenían que ver con ella.


Pasaron sólo 3 años de aquél ‘boom’ y el ‘espejismo’ florece en toda su magnitud.


El ‘capitalismo popular de mercado’ que convertiría en accionistas a millones de argentinos, así como el 24 por ciento del paquete accionario que se entregó a los jubilados y a las provincias productoras (mitad a cada uno) se han ‘esfumado’; la mayor parte de este patrimonio se encuentra hoy depositado en la Bolsa de Nueva York. Se estima que el 60% de YPF pertenece a accionistas extranjeros; por eso el grueso de sus acciones se comercializa en la gran ‘city’ del norte. Mientras tanto, los jubilados nunca estuvieron peor, y las provincias mejor ‘dotadas’ son las más esquilmadas y las más reventadas.


En el trienio posterior a la privatización YPF se alzó con beneficios ‘netos’ por casi 2 mil millones de dólares: 564 en 1994, 670 en 1995 y 817 en 1996, según la versión‘oficial’ de la gerencia empresaria. Quiere decir que el gran capital financiero recuperó de un saque toda su ‘inversión’ inicial.


Adonde van los beneficios


Aunque el consumo interno de combustibles (a excepción del gasoil) no hace más que retroceder, las ventas de YPF saltaron de 4403 millones de pesos en 1994 a 5.937 millones en 1996. La explicación de esto es que YPF se ha transformado en el principal ‘exportador’, con casi 1800 millones de pesos, fundamentalmente petróleo‘crudo’, enviado en su mayoría a Brasil .


YPF, como las demás petroleras, operan según las reglas de la “maximización del beneficio”. En palabras del flamante titular de YPF, Roberto Monti, “según la vara de la tasa interna de retorno”: “eso significa seleccionar proyectos de inversión” que “reporte(n) más que poner la plata en un banco” (Clarín, 16/5). Pero ese beneficio no se reinvierte, y menos en Argentina. Según recientes informes ‘oficiales’ de la gerencia, “los gastos de capital (es decir, las ‘inversiones’) declinaron un 22% en 1996 (ya habían caído otro tanto en 1995) debido a la estrategia de ‘beneficios crecientes’ para los accionistas… El impacto de esa estrategia fue desviar recursos del área de exploración y producción”. La caída de la ‘inversión’ de la empresa seguirá, dicen esos informes, de 2.440 millones de pesos en 1995 a 1.787 millones (estimación para 1997), un 27 por ciento. Pero 352 millones serán ‘inversiones’ en el extranjero, que en 1995 eran exactamente la mitad. La ‘inversión’ en”explotación y producción doméstica” cae en realidad mucho más: de 1.741 millones en 1995 (lo que ya estaba por debajo de las cifras de 1994) a 1.239 en 1996, y para 1997 están planificados, 1.100 millones de pesos, una caída de casi el 40% en sólo dos años.


Esta ‘desinversión’, explica lo que los administradores de YPF llaman “la excelente perfomance” de la empresa, que repartió dividendos a los accionistas por 1225 millones de dólares, un crecimiento del 37% respecto al año anterior. Así la ‘retribución’ por acción de YPF saltó de $ 1,60 en 1994, a $ 1,90 en 1995 y a $ 2,31 en 1996.


Desinversión


Se trata de una ‘desinversión’ neta, pues supera a los beneficios, mediante un creciente endeudamiento de YPF, que pasó del 20% sobre el patrimonio, en 1994, al 39% en la actualidad (El Cronista, 16/5).


Tenemos entonces una política de sistemático vaciamiento y saqueo de YPF. El ‘boom’ exportador canaliza esa ‘desinversión’. Para los ‘inversionistas’ lo ‘rentable’ no es el descubrimiento de nuevas reservas, ni la industrialización del crudo. Los pulpos petroleros se han lanzado a una política de vaciamiento hidrocarbónifero e industrial para servir a los intereses de un puñado de grandes capitalistas. Así claro que YPF puede ufanarse de operar “uno de los costos más bajos de incorporación de reservas”, pero no en el país, pues las de Mendoza y Neuquén, que “hasta hace poco eran suficientes para satisfacer la demanda local durante 30 años, disminuyeron de tal manera que desaparecerán en apenas siete años y medio” (Clarín, 6/1).


Los principales ‘proyectos’ de inversión de las petroleras son los oleoductos para exportar la materia prima en crudo a Chile, Brasil y Bolivia. Un proyecto que como el plan Mega para Neuquén, “será la ruina para Cutral Co y Plaza Huincul … va a ser una catástrofe” (diario Río Negro, 18/4), según declaró hasta el gobernador. YPF no quiere industrializar intensivamente el gas porque, según declaró el ya citado Monti, “el precio promedio (en el mercado interno) está muy por debajo del precio internacional, a la mitad de lo que cuesta en los Estados Unidos” (Ambito, 16/5). Le resulta más rentable, dice siempre Monti, que “se concreten los proyectos para exportar 50 millones de metros cúbicos diarios de gas a los países vecinos” (ídem), a la espera de que se opere una modificación “de la oferta y la demanda”, lo que seguramente sucederá “en los próximos diez años” (ídem), gracias a esta dilapidación.


Estos pulpos quieren trabar ahora en el Congreso, un proyecto de modificación de la ley petrolera, porque al “texto original” con el que “acordaban” (enviado por el Poder Ejecutivo) se le efectuaron “agregados que (les) disgustan, (así) los que protegen el medio ambiente, introducen mecanismos de defensa de la competencia, establecen la formación de una reserva de hidrocarburos de emergencia y otorgan poder a un ente regulador que, a cinco años de las privatizaciones, por primera vez pisará en terreno petrolero” (Clarín, 26/11/96). Desde entonces el proyecto está parado, mientras las petroleras siguen dejando las zonas aledañas a los yacimientos como una ‘cloaca’, como ha sucedido recientemente en la provincia de Neuquén, dañando los cursos de agua y las plantaciones regionales.


Extranjerización


Cuando se produjo la privatización de YPF, se denunció que por esta vía se abría la posibilidad de “transferir al extranjero la sede social, cambiar el objeto de la sociedad e incluso escindir a la sociedad en otras, cuando se transfiera a éstas el 25% o más de los activos” (Realidad Económica Nº 117, 8/92). Pues bien, esto ya está ocurriendo. Hace dos años YPF ‘compró’ la petrolera Maxus, de Texas, lo que explica una parte sustancial del incremento del endeudamiento de YPF. Ahora Maxus se asocia en los EE.UU. con Amoco, conformando una nueva sociedad, en la cual no quedan ya ni rastros de YPF (El Cronista, 16/5). Los gerentes ‘nacionales’de YPF han tenido que desmentir “cualquier interpretación acerca de una venta de activos por parte de YPF” (El Cronista, 16/5).


YPF se ha transformando en una plataforma de operaciones ‘internacional’, al punto que ya en la actualidad, “casi un tercio” de sus proyectos de inversión y de sus operaciones —informa la gerencia a los accionistas— se realizan fuera del país, operando desde yacimientos y estaciones de servicio en Chile y Perú, y hasta en Indonesia.


Renacionalizar


Toda la situación descripta plantea la necesidad de la renacionalización de YPF, como una reivindicación imperiosa del patrimonio usurpado. Hay que poner a YPF bajo control de sus trabajadores, replanteando la política de dilapidación de las reservas, por un plan de industrialización de los recursos nacionales, por la ocupación en masa de todos los trabajadores despedidos y su ‘reinserción’ laboral. Por la duplicación de las regalías e impuestos pagados por las petroleras.