Salud

9/12/2020|1611

Balance de la lucha contra la pandemia

Con 1.466.300 casos y casi 40.000 fallecidos (882 por millón de habitantes), Argentina está en el pelotón de países líderes en materia del daño provocado por la pandemia. La curva actual general de casos en el país es descendente, pero lentamente, con cifras todavía altas -6.000 casos diarios- y con crecimiento todavía en algunas provincias. Datos estos importantes al momento de realizar un pronóstico, que incluye un rebrote en la medida que crece la apertura de actividades, se flexibilizan medidas de aislamiento y se acercan las vacaciones de verano.

Como balance general de la política sanitaria aplicada por el gobierno nacional y los provinciales se debe caracterizar que el interés capitalista por preservar el beneficio, amenazado por la crisis mundial, prevaleció por sobre las necesidades sanitarias de la gran masa de la población. Se evidencia en la ausencia de un plan único nacional de lucha -que incluya operativos masivos de detección y aislamiento-; en los bajos recursos invertidos, tanto en el sistema de salud como en el sostenimiento económico de los sectores más desprotegidos; y en la aplicación anárquica y desigual en el país, de los regímenes de cuarentena o confinamientos y los protocolos preventivos, sistemáticamente saboteados por la presión de las cámaras empresarias y los medios afines.

Nunca existió un plan de combate al Covid-19

La primera gran falencia fue la ausencia de un plan unificado de los sistemas de salud, público, privado y de las obras sociales. Este defecto central impidió tener un conocimiento y control eficaz del curso de la enfermedad, de la valoración de las medidas terapéuticas y, fundamental, de la distribución de recursos. Una tibia propuesta del inefable Ginés, al comienzo del proceso, para apenas centralizar la información de los sistemas de salud fue rechazada “in limine” por las prepagas y la burocracia de las obras sociales.

Una grave consecuencia de ello fue el caos estadístico. La superposición de sistemas y el déficit en la carga de datos en regiones, provincias y municipios llevó a todo tipo de deformaciones. Ante el subregistro de fallecimientos, la provincia de Buenos Aires tuvo que sumar 3.500 muertes no registradas a mitad de camino. Los errores en la ponderación estadística de los testeos provocaron que institutos de estadísticas internacionales eliminaran a la Argentina de sus cómputos.

Otra implicancia: la estimación de camas y de camas críticas disponibles fue y sigue siendo imprecisa e incomprobable, porque la información del sistema público y el privado van por cuerdas separadas. Las cifras oficiales de camas ocupadas de terapia no dan cuenta de cuántos pacientes esperan turno en salas generales -o sobre una ambulancia-, empeorando con la demora su pronóstico. Médicos y residentes denunciaron que la disponibilidad de camas críticas estaba inflada con unidades no apropiadas o con falta de personal intensivista que pudiera atenderlas.

Detectar, herramienta clave desatendida

En este cuadro, la epidemia en el país llegó por una vía de curva aplanada o lenta a los estándares que países de Europa o del resto de América alcanzaron por la vía de “pico agudo”. La cuarentena larga para “aplanar” la curva de contagios, que fue efectiva en realidad solo de marzo a junio, contribuyó a evitar el colapso general de los sistemas de salud, que estuvo sin embargo al límite, saturándose en localidades de provincias del interior (Salta, Jujuy, Río Negro).

Pero robustecer la atención médica -tema en el que focalizan los informes oficiales- no frena por sí misma el progreso de los contagios. Sólo el rastreo de casos, contactos estrechos y asintomáticos, y su aislamiento, puede mitigar de verdad el avance de la pandemia. La combinación de una extrema insuficiencia en ese aspecto, con la apertura de las restricciones de circulación, producto de la presión capitalista, produjo el fracaso en mitigar fuertemente la pandemia. Combinación fatal, además, para la generalización de los contagios a todo el país. Cuando las provincias tenían sus primeros casos, se pudo haber neutralizado allí, con rastreo y aislamientos, la expansión. No se hizo y en su lugar se dejó que los contagios migraran desde el AMBA a las provincias, donde -con sus actividades abiertas al 100% – se produjo un verdadero incendio epidemiológico. En Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Tucumán, el crecimiento exponencial de casos, lentificó la llegada del “pico” general en el país y produjo cantidades de internaciones y decesos, que sus sistemas de salud, colapsados, no pudieron atenuar. El Operativo Detectar Federal actuó como un más que tardío sucedáneo, del que no existen balances conocidos.

La insuficiencia, aplicación tardía y desigualdad de los operativos Detectar sigue sin explicación. No se puede alegar desconocimiento, la OMS y la experiencia en todo el mundo lo pregonaban sin pausa. El récord de testeos en Argentina de 80.000 por millón de habitantes, contrasta con países de Europa y América, cuyos valores medios han sido cinco veces mayores; Chile, Perú, Colombia, Brasil, Uruguay y Venezuela testean mucho más que Argentina.

El aislamiento de casos en hoteles o alojamientos ad hoc fue también muy débil. Su reemplazo por el seguimiento telefónico de casos en sus domicilios es una alternativa precaria y de efectos dudosos. Tecnópolis, con 2.500 camas preparadas para ese fin, fue cerrado porque en 146 días solo llegó a alojar 1.347 pacientes.

El motivo de tanta inconsistencia en este plano, hoy reconocida por la elite infectológica, es nebuloso. Off the record, funcionarios lo atribuyeron a “razones económicas”. Es indudable que operativos nacionales masivos requieren de recursos que no fueron invertidos. A lo que se pueden agregar intereses más mezquinos. Existe una denuncia contra el ministerio nacional, por haber desechado la compra del Test Neokit molecular, desarrollado por el Instituto Milstein-Conicet, utilizado en la provincia de Buenos Aires y otras provincias, en beneficio de un test de Laboratorios Abott, solo aplicable a casos sintomáticos y por lo tanto menos eficaz para detección en terreno. El rastreo de casos asintomáticos no forma parte del protocolo del ministerio.

Recursos: pandemia vs. deuda externa

La otra falla central, producto de la supremacía de los intereses capitalistas, fue el paupérrimo aporte de recursos. Pocos países invirtieron tan poco. A lo ya referido para los operativos Detectar, se suma la paupérrima inversión en el sistema sanitario que requiere la jerarquización del personal de salud que, con salarios de pobreza, apela a varios empleos con la consecuencia de debilitamiento del sistema por stress, aumento de contagios, aislamientos e internaciones. Al día de hoy, en la la Ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta ofrece a los médicos un 5% de aumento salarial (!)

La miserable ayuda económica a desocupados, cuentapropistas, pequeños comerciantes y barriadas pobres, para aguantar las medidas de confinamiento, ha dado otro paso atrás con la eliminación del “gasto Covid” (suspensión del IFE y ATP). Un gobierno que, por el contrario, está centrado en pagar la deuda fraudulenta y conformar al FMI, no califica para encarar un flagelo como este. Su subordinación a la presión “bolsonarista” de los capitalistas para boicotear la lucha anti-Covid, juega un papel central en el abordaje general de la pandemia en Argentina.

Lo que vendrá

La enfermedad no solo no está derrotada, como repite el lugar común, sino que la lucha contra ella, conserva las mismas fallas y requiere los mismos fuertes cambios que venimos proponiendo. El hecho, por ejemplo, de que se deje en manos de intendentes, que son representantes directos de las cámaras empresarias, la organización sanitaria en los lugares de veraneo es motivo de liberalidad y negligencia, explosivos en materia de prevención. Sin fuertes campañas de detección y testeo, la apertura de los colegios es aventurera. En esas condiciones, la declinación general en la curva de contagios puede muy probablemente retroceder a un rebrote (“segunda ola”), si se tiene en cuenta la actual experiencia europea y el hecho de que en Argentina, según comprobaciones en el AMBA, solo un 14 a 15% de la población se ha contagiado, dejando un amplio campo virgen para que el virus retome con fuerza su circulación.

Hay que luchar

La expectativa de que el comienzo de la vacunación ponga un límite importante a ese curso de la pandemia no se sustenta en los hechos. Aunque alguna de ellas estuviera disponible sobre el fin de año, no lo sería en cantidad ni en condiciones logísticas suficientes como para eliminar la posibilidad de un rebrote, si las condiciones generales de prevención siguen siendo las actuales.

Hay que dar un viraje. Confinamientos selectivos en zonas de alta circulación del virus y un programa nacional masivo de detección y aislamientos deben formar parte de un plan único y centralizado nacional de combate al Covid–19 y neutralización de una segunda ola. Los recursos necesarios para el mismo deben salir del redireccionamiento de la recaudación del impuesto a la riqueza y la suspensión del pago de la deuda externa. Y, fundamental, en cada empresa, hospital y sistema de transporte, los trabajadores deben controlar la aplicación de los protocolos sanitarios.