Salud

26/4/2020

Les jóvenes y el Covid-19

UJS

A partir del Covid-19 y la declaración de la cuarentena, su continuidad, flexibilización o levantamiento ha estado en el centro del debate político en la Argentina y en el mundo. El lobby patronal que presiona por el fin de la misma a partir de despidos, suspensiones o amenazas de cierre, ha tenido su expresión política a partir del fallido decreto de Rodríguez Larreta, que imponía la prohibición de circulación a los mayores de 70 años, exigiéndoles el otorgamiento de un permiso mediante una línea telefónica colapsada, dándole a la medida el carácter de una prisión domiciliaria oculta. Como ha señalado Gabriel Solano, la verdadera intención de esta medida está lejos de querer preservar a los adultos mayores sino que, en línea con lo realizado por el gobierno francés, busca imponer la vuelta al trabajo de la población que está por debajo de su línea etaria, es decir, que busca sostener el lucro capitalista.


La inmunidad de grupo: la catástrofe impulsada por los Trump, Johnson, y Bolsonaro


Mientras por el momento la teoría más aceptada en la comunidad científica sobre que el virus tuvo su origen en Wuhan, no ha sido China quien más ha sufrido los efectos del virus. Mientras los distintos medios del establishment buscan atribuir esta situación a un presunto ocultamiento de las cifras por parte del gobierno del gigante asiático, estos mismos medios se han visto obligados a denunciar la misma acción por parte de los gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido y Brasil. Estos países son, junto a Italia y España, los países que más han sufrido los efectos del virus, y esto no es casual: sus gobiernos derechistas ignorando la experiencia Italiana se han negado a establecer la cuarentena, esgrimiendo como argumento científico “la inmunidad de grupo” frente al “virus chino” o la “gripecita”. Esta consiste en no evitar el contagio, presentándolo como algo inevitable, y defendiendo la idea de que sus poblaciones deberían superar la pandemia a partir de la creación de anticuerpos, una versión siglo XXI del más crudo darwinismo social, la supervivencia del más apto. Lejos estamos de atribuirle al naturalista inglés la responsabilidad intelectual de una más de la deformación de su enorme legado al conocimiento humano, sino que esta responde una vez más al lobby patronal que mediante estas elucubraciones ha impuesto la continuidad de la obligatoriedad del trabajo, exponiendo a sus trabajadores al contagio y a los sistemas de salud al colapso, generando que sean estos países quienes lideren las cifras de contagiados y muertos por la pandemia. Los resultados, al día que se escribe y basándonos en las cifras oficiales, encuentran a Estados Unidos liderando ampliamente el ranking con 54.265 muertes y 960.896 contagios, superando ampliamente a Italia con 26.384 muertes y 195.351 contagios. El Reino Unido, por su parte y según diversos especialistas, se encamina a convertirse en el país con mayor cantidad de infectados, alcanzando al día de hoy 20.319 muertes y 148.377 contagios, mientras que Brasil lidera ampliamente a los países de la región con 4.057 muertos y 59.324 contagios, existiendo una enorme cantidad de muertes no contabilizadas en las estadísticas a partir de ser atribuidas a otras enfermedades respiratorias, que en algunos estados triplican las cifras de muertes por la misma enfermedad en años anteriores.


Si esto ha tenido algún tipo de freno, ha sido a partir de la acción del conjunto de los trabajadores de estos países, con especial mérito de los trabajadores de salud, quienes de manera heroica no solo han estado en primera línea ofreciendo sus servicios, sino que han denunciado la incapacidad de los sistemas de salud de sus países de absorber la crisis sanitaria en curso, exponiendo el vaciamiento y desabastecimiento en los que han sido obligades a trabajar, conquistando en algunos casos insumos y algunas políticas de aislamiento social. Ahora bien, a pesar de los desastrosos resultados que estos países han tenido, con el agregado que roza lo caricaturesco del contagio del propio Boris Johnson, el lobby capitalista por levantar la cuarentena tiene en estos gobiernos sus expresiones más fieles. Ambos en cuerda floja, tanto Trump como Bolsonaro, habiendo pasado por rumores de juicio político en el caso del primero y de un golpe en el caso del segundo, presionan a sus gobernadores para levantar las cuarentenas locales, llegando no solo a impulsar movilizaciones de sus seguidores para lograrlo, sino también a intervenciones militares. Mientras tanto, como ya ha sido señalado en Prensa Obrera, el gobierno italiano y el británico si bien no nos han dado estas muestras de “fascismo explícito”, buscan también disminuir las medidas de aislamiento social para “preservar sus economías”. Así entonces, se buscaría asilar tan solo a los adultos mayores, obligando al resto de la población a trabajar.


Ahora bien, lo que se muestra como una medida intermedia, tiene dentro de sí un argumento profundamente falaz: la inmunidad de los jóvenes. Estos, no solo está probado ser un gran factor de contagio, en muchos casos asintomáticos, sino que empiezan a mostrarse ellos mismos como una población vulnerable frente al virus. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. explican que el efecto mortal que el Covid-19 puede tener en les jóvenes se podría desencadenar por una respuesta “exacerbada” que sus sistemas inmunológicos pueden tener, es decir, que estos no solo atacan al virus, sino que empiezan a atacar a células del propio organismo, mediante lo que los mismos definen como una “tormenta de citoquinas”.


México y Paraguay: una señal de alerta


Los casos como del país de origen del estudio, sumado a lo de Paraguay y México, ofrecen lamentables pruebas sobre el punto. En los países latinoamericanos mencionados, el contagio y las muertes no muestran las mismas estadísticas que se venían exponiendo en el resto de los países: los rangos etarios más jóvenes son quienes concentran el mayor número de contagiados y muertos por el virus. En el caso de Paraguay, según el informe del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social publicado en el portal del medio local La Nación “los de 20 a 29 años representan 50 casos; de 30 a 39, 47 casos; 35 casos para el grupo de 50 a 59 años, 33 para los de 40 a 49. El rango etario de 60 a 69 años tiene 18 casos. Los de 10 a 19 años, 14 casos; mientras que 7 casos reportan el rango de 0 a 9 años. Los de tercera edad, 70 a 79, tres casos, y solo un caso para mayores de 80”. En el caso mexicano, el informe publicado en torno a las muertes registradas por el Covid-19 al 9/4 marcan que más allá de que los mayores de 65 años acumularan la mayor cantidad de defunciones, con casi 70 de ellas en ese rango, le siguen los que tienen entre 55 y 59 años, con casi 40 casos; luego, por encima de los 30 fallecimientos, están los que tenían entre 50 y 54 años y, apenas por encima de las 20 personas, los que tenían entre 45 y 49 años, algo que empieza a mostrarse como una tendencia. Según los especialistas, esto se explica a partir del alto grado de enfermedades pre-existentes que atraviesan a ambos países, relacionadas en gran parte a problemas nutricionales (diabetes e hipertensión), colocando a una enorme cantidad de jóvenes en grupos de riesgo. Esto ha llevado a que el gobierno mexicano opte por invertir la lógica de atención que imperó en el mundo para tratar el Covid-19: no serán los adultos mayores quienes tengan prioridad a la hora de acceder a los respiradores y camas, sino que por el contrario, serán les jóvenes.


La salida socialista frente a la barbarie capitalista


Lejos está este artículo de buscar posicionarse entre los criterios a los que la barbarie capitalista y su consecuente vaciamiento de los sistemas de salud impone a las autoridades sanitarias de cada país en torno a si debe jerarquizarse la atención a pacientes mayores o jóvenes. Tampoco encuentra su intención en acreditar las explicaciones que los especialistas dan a los fenómenos en torno al virus, porque como todos ellos advierten, aún no hay certezas en torno a la naturaleza de este y su tratamiento. El objetivo del mismo se encuentra en advertir el interés que hay detrás de las estrategias de flexibilización de la cuarentena y medidas de jerarquización de atención que los distintos gobiernos tienen frente a su población. Ocurre que ya sea mediante el confinamiento selectivo de los adultos mayores impulsado por el gobierno porteño o el gobierno francés, o mediante la prioridad que se la da a los jóvenes infectados mexicanos se esconde el interés de poner en marcha el sistema productivo no para satisfacer las necesidades populares de consumo de la población trabajadora de cada país, sino para defender las ganancias que los grupos capitalistas extraen a sus trabajadores. Mientras la imposición del uso obligatorio de los tapabocas busca presentarse como una medida de cuidado, son numerosos los estudios que muestran sus déficits a la hora de prevenir los contagios. En este cuadro, exponer a los trabajadores a volver a las condiciones de hacinamiento a las que los medios de transporte y sus propios puestos de trabajo les imponen puede tener tan solo efectos nocivos en la salud de sus poblaciones. Sin ir más lejos, la Argentina tiene en sus trabajadores de la salud, a un 14% de sus infectades, siendo esta la relación porcentual más alta a nivel mundial. Es fundamental remarcar esto, teniendo presente la lucha que residentes y concurrentes desenvolvieron el año pasado frente al intento de ofensiva desenvuelto por Rodríguez Larreta, quienes a través de su lucha, expusieron el papel fundamental que cumplen en el sistema sanitario porteño y nacional, siendo en este caso, víctimas de una enorme precarización de la falta de insumos, les primeres expuestes frente al contagio.


Es evidente que el falso debate que la clase capitalista nos quiere imponer sobre elegir entre intereses económicos o sanitarios, o entre cuidar a las poblaciones mayores o juveniles, no es más que una trampa. La desnutrición y los despidos no tienen su origen en el covid-19 sino que son inherentes a la propia lógica capitalista, que aprovecha la exacerbación de la crisis para descargar su peso en los trabajadores. Este sistema, responsable de la enorme miseria existente, de guerras y otros males, tiene en esta pandemia un hilo de continuidad de su lógica sistémica: la muerte en defensa de la ganancia. El programa de salida que tenemos los trabajadores, independientemente del rango etario al que pertenezcamos, en cambio, no muestra tal contradicción. La defensa de la salud está íntimamente ligada con los intereses económicos de los trabajadores. Para esto, es necesaria una planificación de la producción que garantice la disposición de los bienes de consumo no en función de la ganancia capitalista, sino en función de los reales intereses de los trabajadores, dividiendo horas de trabajo para garantizar el empleo y evitar así la sobreproducción. Es a su vez urgente, la reorientación de la producción actual a abastecer a los deficientes sistemas de salud de los elementos necesarios para afrontar la pandemia. Esto puede ser posible tan solo si son los propios trabajadores quienes se ponen a la cabeza de esta tarea, y mediante las medidas que la situación ha puesto como de primera necesidad: el desconocimiento de la deuda externa, la centralización del sistema de salud y el control obrero de la producción. Frente a la cada vez más evidente descomposición de las centrales sindicales, quienes actúan en un frente común con la UIA para garantizar rebajas salariales y exigir la vuelta al trabajo, la recuperación de las mismas se presenta como una tarea de primer orden. Quienes deben pagar los costos de la crisis y de la catástrofe humanitaria a la que nos han llevado no deben ser los trabajadores, sino sus responsables: los capitalistas.