Salud

28/3/2020

“Quedate en casa”: ¿un “privilegio” de clase?

Cuarentena y salud mental de los explotados.

Psicoanalista. Profesional de la Salud Mental

Los medios de comunicación y las redes sociales han sido colmadas por la abundancia de opiniones de especialistas (psicólogos, psiquiatras, psicólogos sociales, sociólogos, filósofos, además del raid mediático permanente de médicos infectólogos y sanitaristas) frente al repentino y abrupto cambio de vida de la inmensa mayoría de la población argentina (y mundial) impuesto por la cuarentena obligatoria.


Como parte de la campaña “Quedate en casa”, no faltan los clásicos consejos y “tips” de psicólogos, psiquiatras y hasta “protocolos de intervención” de organismos e instituciones (Dirección Nacional de Salud Mental, Facultad de Psicología UBA, y otras) para afrontar las secuelas y los cambios repentinos de ánimo producto del aislamiento obligado.


Prensa Obrera viene reflejando cuáles son las consecuencias materiales de la cuarentena en la cotidianeidad de los sectores más explotados de la población, que residen en las zonas de mayor vulnerabilidad social, donde el Polo Obrero desarrolla diariamente una tarea de organización política y reivindicativa de los compañeros. Es un contraste con la “romantización” que ciertos medios (y el gobierno) intentan imprimir al “Quedate en casa” como política comunicacional, pasando las 24 horas del día videos de familias realizando “novedosas” actividades en distintos espacios de sus departamentos y casas. Claro está que la película “romántica” de la cuarentena puede convertirse en una película de terror, dependiendo de la pertenencia de clase. 


Como contraste, las secuelas psíquicas del encierro preventivo, necesario y obligado en la salud mental de las clases más explotadas, cuya situación habitacional es de altísima precariedad y hasta de hacinamiento (principalmente en villas y asentamientos) pueden ser peores que la propia pandemia viral. El punto radica que, a diferencia de las laxas “vigilancias” policiales y militarizadas en calles internas de barrios privados y countries, el epicentro del mayor disciplinamiento represivo de las fuerzas de “seguridad” del Estado para “garantizar” la cuarentena se concentra en las zonas donde quedarse en casa se convierte en una situación psíquicamente insoportable.


La subjetividad de millones de trabajadores ocupados (en gran parte precarizados) y desocupados “haciendo patria” y quedándose en su casa encierra un doble carácter trágico: lejos de poder subir a sus redes la felicidad de realizar sus tarea online, junto a sus hijos, o “reencontrarse con su casa” haciendo home office, lo cierto es que millones de familias se ven obligadas a agravar su hacinamiento cotidiano, imposibilitados de salir a la calle a ganarse su subsistencia en trabajos precarizados (cooperativas, changas, cartoneo, etc.).


En un cuadro de catástrofe sanitaria, económica y social, es importante poner la lupa epidemiológica también en este punto. Si bien hoy por hoy “la única vacuna es quedarse en casa”: ante el agravamiento de la salud mental y el padecimiento psíquico de los explotados (más hacinamiento, más hambre), la “transgresión de la norma” (exponiéndose a la represión o al escrache mediático) podría ser la única “salida”. Elegir entre contagiar o contagiarse de coronavirus o morirse de hambre junto a la familia. Si de algo ha tomado nota el Estado es de esta potencialidad explosiva. 


Por eso, como también fue destacado en Prensa Obrera, fueron militarizadas muchísimas barriadas del país (especialmente en el Conurbano), una política contrabandeada detrás de un rol “asistencia social”.


La insoportabilidad psíquica, anímica y subjetiva del trabajador explotado en el cumplimiento del asilamiento, hacen de esta clase la principal “población de riesgo” en la represión estatal de un virtual estado de sitio en las barriadas obreras. Al momento de escribir el presente artículo, desde el decreto presidencial de cuarentena, se contabilizan en el país casi 20.000 detenidos por infracción (en la mayoría de los casos con causas penales que implican entre seis meses y dos años de prisión). No son solamente miles de “boludos desobedientes”, sino en muchísimos casos detenciones arbitrarias en barrios obreros. Así, el carácter explosivo desde lo político y social que implica el hecho de que la única manera de evitar lo psíquicamente insoportable del encierro para el explotado sea la misma transgresión de la norma –y la consecuente represión y castigo del Estado- lleva al incremento de la represión “preventiva” (o directamente efectiva) con la aparición en escena de las Fuerzas Armadas en los barrios.


La intervención de las organizaciones sociales y populares, y la conformación de comités de higiene en las barriadas son fundamentales para adoptar medidas preventivas frente al peligro de propagación del covid-19, pero también para hacer frente a las secuelas psíquicas del encierro obligado, ante la catástrofe sanitaria y social de esta barbarie mundial capitalista.