La producción nacional de autos registró en mayo un incremento del 40 por ciento. Durante los primeros cinco meses, se alcanzaron las 241 mil unidades y la proyección para este año supera las 600 mil.

La fiesta que viven hoy las terminales argentinas por esta expansión (transitoria; nadie olvida que hay una crisis capitalista mundial en desarrollo) de sus negocios no llegó a la alemana Mercedes Benz. Esta ha producido más de mil despidos encubiertos y mantiene un centenar de suspendidos.

Esta semana, incluso, la central quitó 1.500 unidades anuales del nuevo modelo de Sprinter a la planta de Catán y cientos de piezas propias del ensamble fueron embarcadas “hacia la madre patria”.

Este cambio arrastrará alrededor de una veintena de nuevos suspendidos, los que se sumarán a los de septiembre de 2009. El acta-acuerdo firmada en aquel momento establece que “vencido el plazo de doce meses de suspensión bajo esta condición especial a la espera de una reinserción laboral, la empresa extinguirá los contratos de trabajo.”

Por su parte, la producción de la vieja Sprinter finalizará en diciembre de 2011 y no hay a la vista ningún proyecto de producción capaz de absorber a los trabajadores. Todo parecería indicar que nos esperan más despidos masivos, una primera ola en diciembre de este año y una segunda hacia fines de 2011.

Ante esta falta de perspectiva a futuro, el Smata se limita a encogerse de hombros. “No tenemos ninguna información” es la respuesta.

La presión por el adelantamiento de las paritarias ejercida por un quite de colaboración en toda la planta y un paro de varias horas en montaje poco tiempo atrás -que se realizó en forma independiente del gremio-, pone de manifiesto la reserva de lucha de los trabajadores de MB.

También quedó absolutamente claro que la burocracia de Carlos Díaz, Pignanelli y compañía es un freno a cualquier iniciativa. Sólo con una asamblea general que unifique criterios y vote medidas de lucha se podrán parar los planes de despidos y suspensiones, y abrir un curso diferente.