En los últimos días, la firma Aluar volvió a ocupar la primera plana de los diarios. Pero esta vez no para dar cuentas de su “grave crisis”, o de la rebaja de salarios como “medida inevitable”. Los directores del monopolio del aluminio aparecieron, eufóricos, anunciando su triunfo en la adjudicación de la Empresa patagónica de Transporte Eléctrico. Una privatización “que la compromete (a Aluar) en unos 20 millones de dólares” (Clarín, 4/2/94). Con la rebaja salarial, el pulpo pretende “hacer caja”; con una “quita” del 20% a todos los trabajadores, recupera el monto de esta privatización… en apenas diez meses. Ahora, con el transporte eléctrico en sus manos, Aluar se “autofijará” el precio de la energía, en tanto que participará de la expoliación tarifaria al resto de la población patagónica. A sus directores sólo les “faltará” vergüenza. Pero les sobran recursos para un reclamo que hoy está más vigente que nunca: ni un peso de rebaja salarial, ni un despido más.