Sindicales

25/4/1996|491

Balance de las elecciones en Gráficos

La Naranja obtuvo la minoría (20%) en las elecciones gráficas. Un hecho de exclusivo valor político, porque se trata de la representación ante un congreso que no fue convocado nunca en los cuatro años precedentes.


En los talleres, la Naranja alcanzó el 26% y, en los más grandes, un 36,5%. La Verde, en cambio, obtuvo sólo un 55% en las urnas de fábrica. El resto es de jubilados, Obra Social y urnas de sede, donde el voto verde “creció” a pesar de que hubo 700 votantes menos que en el 92.


El 30% del total de la burocracia (1.226 sobre 4.000) emanó del aparato y jubilados.


La gran movilización de 77 fiscales naranjas circunscribió la posibilidad de fraude a la sede. Allí, el Ministerio de Trabajo convalidó que activos y jubilados voten sin recibo de sueldo, lo que dejó fuera la posibilidad de controlar el padrón de votantes. Pero la tentativa de fraude más aberrante fue la acción conjunta de burocracia, ministerio y patronal para que no vote el 4º turno de Atlántida, batalla que terminamos de ganar a la madrugada del sábado, después de neutralizar un último intento del presidente de la Junta Electoral de impugnar toda la urna.


Triunfamos en una decena de talleres, entre los que se destacan Unión, IVISA, Ministerio de Educación, Alfa Beta e IRSISA, además del plebiscitario 80% de Atlántida —contando los 25 fiscales que salieron del taller. Otra decena de empates (Perfil, Negri, Diario Popular, Russ, etc.) completan los mejores resultados antiburocráticos, con progresos importantes en Muresco, Impresora Americana, Estrada, Rioplatense, entre otras.


Con todo, la burocracia hizo una gran elección, luego de cuatro años de entrega. La Naranja retrocedió 2 puntos respecto del ’92 y la Verde se quedó con el porcentaje de la disuelta Violeta (8,5%).


El incontrastable progreso naranja en los cuerpos de delegados —Perfil, Unión, Rotográfica Argentina, Estrada, IVISA, Zupan, B. Amorosi, Morvillo— no se tradujo en un crecimiento electoral. Al punto que en Perfil, 10 días después de ganar la interna por 7 a 3, empatamos la general.


En cierto grupo de talleres (Lenci, Prensa Médica, B. Amorosi, A. Blank), propensos a votar a la Naranja, se impuso el miedo a quedar marcados ante el aparato sindical, asociado a las amenazas patronales.


El problema crucial de esta elección es que el “perfil bajo” de Ongaro, que integra la CGT menemista sin aparecer en los núcleos centrales del menemismo sindical, crea la sensación en la base de que esta burocracia sería una víctima más, impotente para detener la ofensiva capitalista.


Es en este cuadro que se valoró el crecimiento de los aranceles de la Obra Social como “un mal generalizado”, como los peajes o las tarifas telefónicas.


La caída de la Naranja en Diarios, al 25%, donde triunfamos en el 88 y sacamos un 40% en el 92, es indicativa de las derrotas de este sector y Ongaro pudo captar la base centroizquierdista que hoy gira hacia el Frepaso en los sectores más calificados del movimiento obrero. A esta confusión aportaron delegados frepasistas y ex morenistas enrolados en la “izquierda” de la Verde, tan vieja e infructuosa como el ongarismo mismo.


Los nuevos activistas que surgen en las internas, los delegados que integraron la Naranja y los que la apoyaron desde afuera, en cambio, son una extensa base de crecimiento del clasismo en el gremio.


De lo expuesto surge que el 20% está concentrado en el sector más obrero y en los epicentros de las luchas, y se trata de una preparación de fuerzas del gremio gráfico para librar la batalla contra el convenio Fiat-Smata, que Ongaro intenta e intentará imponer en el sindicato como un vulgar José Rodríguez