Sindicales

7/1/1999|614

Bancarrota de la Conadu … y de la izquierda

La Conadu está formalmente en quie­bra. El Congreso, convocado para el 11 y 12 de diciembre pasado, que debía elegir la nueva dirección del gremio no pudo siquiera comenzar a sesionar, como re­sultado de las divisiones al interior de la burocracia dirigente. El gremio quedó en situación de acefalía y de completo vacia­miento en las vísperas de una violenta ofensiva contra los docentes y la universi­dad pública.


 


Antes y como anticipo del lastimoso final, todo el trámite de la convocatoria al Congreso estuvo dominado por manio­bras fraudulentas de todo tipo. Las asociaciones gremiales de las dos más grandes Universidades del país —Córdoba y Bue­nos Aires— habían sido separadas del gremio. En el segundo caso se reconoció inclusive a un sindicato fantasma arma­do con la colaboración de Shuberoff y el Ministerio de Trabajo menemista. Ade­más, la mayoría de los delegados congresales había sido digitada al margen de cualquier procedimiento electivo.


 


De este modo la burocracia que está al frente del sindicato universitario busca­ba preservarse y preservar el desastre de su propia política luego de haber firmado, en setiembre, un acuerdo con los rectores por el cual aceptó introducir los criterios de la flexibilidad laboral para la labor docente, a cambio de un miserable au­mento de 20 pesos para los profesores. Claro que, en contrapartida, se apropió de 1.000.000 como aporte especial para el aparato sindical.


 


¿Qué pasó, entonces? La burocracia se fracturó, poco antes del Congreso, entre un sector aliancista y otro duhaldista, en procura del dominio del aparato y sin ninguna diferencia referida a la política sindical, que comparten desde años atrás. Los primeros pensaban imponerse mediante el expediente de hacer recono­cer en el propio Congreso tres nuevas asociaciones fantasmas del Gran Buenos Aires. No hubo solución. La cosa no pasó de la comisión de poderes, de los tumultos y reyertas previsibles. Los seguidores del gobernador bonaerense, en minoría, hi­cieron una parodia de Congreso en un hotel porteño pero no eligieron autorida­des y pasaron a cuarto intermedio hasta febrero en procura de una negociación de cúpula que arregle el entuerto.


 


La quiebra de la burocracia arrastró a la lista de oposición, integrada por el Ptp e Izquierda Unida. Los ‘chinos’ eran par­tidarios de un acuerdo con los duhaldistas; los segundos con los áliancistas, en­cabezados por el sindicato trucho de Bue­nos Aires. Unos y otros se opusieron a denunciar la proscripción a los legítimos representantes de la UBA. Un bochorno; pero un bochorno anunciado desde estas mismas páginas cuando denunciamos el aval de la izquierda a la política de la dirección y al congreso fraudulento (“La izquierda avala proscripciones en la Conadu”, Partido Obrero n° 607,12/11/ 98). La lista Naranja —en la cual militan los compañeros del Partido Obrero— lla­mó entonces a impugnar el congreso ma­nipulado y digitado por el oficialismo de la Conadu y a movilizarse para imponer un congreso sin proscripciones y con dele­gados mandatados para acabar con la política de vaciamiento del sindicato, re­pudiar el acuerdo ‘flexibilizador’ y or­ganizar la movilización huelguística por los salarios y el presupuesto.


 


El panorama se ha agravado, ahora, porque sobre el final del año ha comenza­do una racha generalizada de despidos, reducciones de cargos y ataque a las con­diciones de trabajo en universidades de todo el país. En este escenario, el colapso de la dirección exige más que nunca una delimitación clara: romper con la buro­cracia, reclamar la independencia del sindicato de los partidos del sistema, con­vocar desde las asociaciones regionales a organizar un Congreso de Bases sobre los principios elementales de la democracia sindical y para votar un plan de lucha en favor de las reivindicaciones urgentes de los profesores y de reconstrucción de la Conadu. Hay que aprovechar el receso para preparar esta perspectiva.