Sindicales

4/11/2016

Descarrilamiento en el subte: el sistema de señales tiene más de 80 años

La formación no contaba con pasajeros, pero pudo haber sido una catástrofe.

@tomaseps


Una formación de la línea C del subterráneo descarriló esta mañana en la estación Constitución. No hubo heridos, ya que la formación no contaba con pasajeros, pero el accidente se produjo mientras otras locomotoras estaban en funcionamiento: pudo haber sido una catástrofe.


Las circunstancias del siniestro son reveladoras de las condiciones de precariedad en el subte. La formación que descarriló se encontraba en estado calamitoso, y data de los años ’60; por su parte, el sistema de señales actualmente en funcionamiento es de ¡1933! Un cartel añadido al mismo reza, incluso, que se trata de “Material preservado para museo del subterráneo”.


A su turno, la Estación Constitución atraviesa una crisis edilicia. El descarrilamiento profundizó ese cuadro, al producir la ruptura de numerosas vías estructurales.


Un cuadro general


Este contexto de riesgos para trabajadores y pasajeros es responsabilidad directa de la concesionaria Metrovías, así como de la estatal Sbase y de los gobiernos de la ciudad y nacional, que han recibido constantes denuncias de estas amenazas por parte de los trabajadores.


No se trata del primer siniestro en el subte. En los últimos 6 años, han fallecido cinco operarios en accidentes de trabajo que responden a fallas de seguridad. El mes pasado, los trabajadores se declararon en estado de alerta, ante la negativa de Metrovías de implementar un protocolo de seguridad en los talleres de material rodante.


Aumenta todo salvo la seguridad


A pesar de las deficiencias patentes en el servicio, recientemente se operó un nuevo aumento de la tarifa del subte de $4,50 a $7,50, totalizando un incremento de 581% en los últimos 4 años.


Justamente el problema del mantenimiento estuvo en la base del tarifazo: como denunció la izquierda, una de las maniobras fraudulentas que utilizó Metrovías para justificar la suba fue arrogarse los costos de mantenimiento de los vagones, tarea que en realidad realiza la estatal SBASE.


Es decir que la población de Buenos Aires abona dos veces la manutención de las formaciones: primero, mediante el pago del ABL, que en parte financia inversiones estructurales en el subte; luego, mediante tarifas cada vez más abultadas. A pesar de esto, las condiciones no hacen más que empeorar.


Los capitalistas del grupo Roggio siguen obteniendo fabulosas ganancias a costa del bolsillo y la integridad física de los operarios y pasajeros.