Sindicales

3/11/2011|1201

Doble aguinaldo y anulación del impuesto al salario

Asambleas en todos los gremios

Cuando más remachadamente cajoneado está el “paquete de leyes laborales de Recalde”, Moyano usó el aniversario de la muerte de Kirchner para desempolvar el proyecto de Reparto de Ganancias. Pasó del “partido sindical” a un brote reivindicativo. Eso sí, bien parlamentario. Plaini, que se está por ir, insiste en que ni se les ocurra confrontar con la presidenta, “es sólo un proyecto de ley para cumplir la constitución”. Pero el moyanismo en diciembre estará con menos diputados en medio de un bloque oficial mucho mayor.

Si la Presidenta “enfrió” el proyecto el año pasado -cuando peleaba la recomposición política del kirchnerismo sin los votos de hoy, sin la fuga de capitales, sin el evidente déficit fiscal que se instaló, ni la recesión mundial que desembarca aceleradamente- hoy, la cosa está más lejos que nunca siquiera de tratarse.

Consciente de eso, Recalde se desvive explicando las virtudes que tendría un “bonus” atado al presentismo, el cual sería una de las formas que podría adquirir el reparto del 5% del 50% de las ganancias. Porque la otra mitad de las ganancias -según el proyecto- se puede descontar por “inversiones” y el otro 5% (del famoso 10%) iría a un fondo para la asignación por hijo. Por otro lado, explica que se aplicaría a empresas de más de 300 trabajadores y que todo el régimen podría quedar en discusión para las “pymes”. Es decir que venden el proyecto como un arma para aumentar la “productividad” y para acrecentar las divisiones internas en el movimiento obrero.

Pero la UIA -y el gobierno- están en otra cosa. El vicepresidente tercero de la UIA, Juan C. Sacco, aseguró que “la única que puede exigir algo es la Presidenta con su 54%, y esto está fuera de lugar, tengo plena confianza en que no lo avalará”. Para la UIA, cualquier cosa de este tipo debe discutirse en paritarias “que para eso las tenemos”, en lo cual han coincidido con el ministro Tomada. La discusión de los bonus por productividad y presentismo por ramas y hasta por empresas son armas para condicionar el salario a una mayor explotación. Además, al mismo tiempo que ponen en alto las paritarias, las patronales impulsan un Consejo Económico y Social para digitar, mediante el dedo presidencial, todo lo que se discuta en ellas.

Ese es el núcleo de toda la discusión con el moyanismo. El disciplinamiento del movimiento obrero al proceso futuro de tarifazos progresivos, a los aumentos pautados por debajo de la inflación y sujetos a cláusulas de productividad, así como a la vía libre a las suspensiones, cortes de contratos y despidos como consecuencia del desembarco de la crisis mundial. En función del déficit fiscal, el gobierno discute la estatización de los fondos de las obras sociales, en vez de devolver los 10 mil millones que ha retenido, de lo cual Moyano no habla.

Su hijo Pablo estuvo más picante: dijo que “da bronca trabajar para el Estado”, refiriéndose al impuesto a las ganancias. Otra de las reivindicaciones más sentidas entre los sectores calificados -y no tanto, como los maestros de doble turno- del movimiento sindical. Pero todo es pirotecnia verbal en función de la crisis del moyanismo.

Las garantías parlamentarias en torno del reparto de ganancias delatan el objetivo “político” de Moyano, que es negociar un retiro digno y sin causas penales. En torno al impuesto al salario, el propio Moyano aceptó, callado la boca, la actualización ruinosa del 20% después de dos años y se volvió a tragar el sapo en ocasión del Concejo del Salario Mínimo, cuando la presidenta bajó, laudó y se acabó. Todas las reivindicaciones quedaron a la vera del camino.

La prioridad en el movimiento obrero es el reclamo del doble aguinaldo ya. La anulación del impuesto al salario. La defensa de las paritarias y la exigencia de un piso salarial equivalente a una canasta familiar para todo el movimiento obrero, condiciones para discutir cualquier variedad de reparto de ganancias, lo que requeriría una lucha consecuente para abrir los libros de las empresas. En tercer lugar, fijar una línea en todos los gremios, mediante asambleas, para que, ante la baja de la producción y eventuales reducciones horarias, se prohíban los despidos y no se toque el salario: nada de suspensiones, adelantos de vacaciones, ni cortes de contratos o cesantías.

Para esto hay que poner en pie de movilización al movimiento obrero. Abramos la deliberación en asambleas fabriles.