Sindicales

16/8/2018|1515

Dónde está que no se ve…

El discurso opositor de la burocracia sindical es sólo para la tribuna

“Dónde está que no se ve… la famosa CGT”. La respuesta a este estribillo de los trabajadores en lucha sería: conspirando en Olivos para seguir entregando al movimiento obrero, en el marco de una de las ofensivas más profundas contra la clase obrera, en décadas.


Efectivamente, el sábado 11 de agosto, el resucitado Triunvirato, con una nutrida lista de acompañantes como Cavalieri; Gerardo “Batallón 601” Martínez; Fernández, de UTA; Maturano, de la Fraternidad, y Andrés Rodríguez, entre otros, se reunieron largamente en Olivos con Marcos Peña, Triaca y una mesa chica de Macri.


Fueron a pedir la escupidera, preocupados por el “cuadernogate” y la posibilidad de que por esa vía se desencadene una sangría todavía mayor de despidos en la construcción, donde todos los amigos de Gerardo Martínez están desfilando como arrepentidos del régimen de coimas y negociados que abarca a toda la patria contratista de la Cámara Argentina de la Construcción y algo más, como lo demuestran las coimas de Techint por la “gestión” de Néstor para que Chávez le pague la jugosa indemnización de 2.000 millones de dólares por la nacionalización de Sidor.


Se habla de la posibilidad de 150 mil despidos en la construcción, lo que excede por completo al estallido de la corrupción, porque ahora mismo se ha infartado esa actividad como resultado del total parate del mercado inmobiliario, las tasas prohibitivas de interés, la explosiva indexación de los UVA y el corte drástico de la obra pública como resultado del ajuste pactado con el FMI para bajar el gasto público. Es una verdadera emergencia para el movimiento obrero, que debería deliberar de inmediato en todas sus filas, puesto que además se desataron suspensiones masivas en la industria automotriz y se suceden los despidos y cierres de fábricas, al punto que en julio, los más de 6.000 despidos, duplicaron a los del año pasado. El desplome económico alcanzó en junio al 8%, lo que significa uno de los comienzos de recesión económica más violentos de nuestra historia.


La visita a Olivos fue una excusa para retomar la ruta del colaboracionismo que estalló con las jornadas de diciembre, cuando centenares de miles de trabajadores enfrentaron la represión de Bullrich contra las reformas previsional y tributaria, que fueron parte de un paquete junto a la reforma laboral, que ellos mismos consensuaron.


Justamente, después de la reunión, se empezó a preparar la vuelta de la reforma laboral en tramos, para reintroducirla en la agenda parlamentaria. Entre esas reformas antiobreras figura la Agencia de Tecnología de Salud, destinada a enfrentar las demandas de los afiliados a las Obras Sociales. Luego, las pasantías de superexplotación, las rebajas de aportes patronales y la flexibilización laboral en Pymes, como excusa para el blanqueo -una política ya fracasada con la ley de Cristina de 2014, en esa misma dirección.


Estas leyes son de destino vidrioso, porque algunas agravarían el desfinanciamiento del Estado. Pero, aunque avanzaran, el eje de los movimientos de la CGT es el acompañamiento más general de la ofensiva en marcha por parte del gobierno Macri, que conoce un nuevo capítulo cada día, al ritmo del fracaso de los anteriores, incluso de la mano del FMI.


Si repasamos estos primeros ocho meses del año, tenemos: las paritarias a la baja que van del 12 al 25% en los mejores casos, frente a una inflación que superará el 32% al ritmo actual; el aislamiento de las luchas obreras contra los despidos, como el Inti, el Turbio, Télam, Luz y Fuerza de Córdoba; a su turno, la silenciada huelga general docente neuquina de 45 días -que arrancó, excepcionalmente, la indexación trimestral de salarios- y el ahogo de las fábricas que cierran, suspenden o despiden masivamente en la industria.


Sin romper esta enorme tregua, el Triunvirato convocó el paro dominguero del 25 de junio, para reacomodarse ante los ojos de los trabajadores, donde crece el repudio a Macri, al FMI, al ajuste de los gobernadores, a los tarifazos y la carestía. Luego, jugaron a fondo con el Vaticano contra el aborto legal, presentándose al gobierno a decirle que las Obras Sociales no tienen dinero para financiar la legalización, que cuesta seis veces menos que el aborto clandestino y sus secuelas de traumas y muertes.


De este modo, jugaron entre las distintas fracciones de una burocracia todavía más fragmentada que el peronismo mismo. Sobre la base de esta contención frente a la devaluación, los naftazos y tarifazos, incluido el decretazo de las Fuerzas Armadas que prepara un Estado de infantería contra los trabajadores, fue que el jueves 9 de agosto sellaron la vuelta de la UOM a la CGT, un pacto con el Masa, de Viviani y Sasia, de la Unión Ferroviaria, con Fernández de la UTA y Maturano, y aún la vuelta de las “62” macristas que había quedado afuera de la CGT que eligió el Triunvirato.


Una unificación por derecha, con discurso peronista opositor y papal contra los derechos de las miles de trabajadoras que reclamaron por el aborto legal en el seno de los sindicatos. Desde ese lugar retomaron la senda del colaboracionismo en plena crisis política de un gobierno debilitado, que encuentra su fuerza en la unidad de la burguesía contra los trabajadores y en un peronismo que, desde Urtubey hasta Alicia Kirchner, es tributario del rescate del FMI y de su ajuste.


En el fondo, el discurso opositor es para la tribuna. Por eso se le mojó la pólvora también a Moyano y su espacio del 21F. La poderosa CATT del transporte, que colocó a Schmid en el Triunvirato, se le fue al camionero con el Triunvirato. Sólo el puñado de gremios de la Corriente Federal, Pilotos y Canillitas, y el devaluado Yasky, acompañan a Moyano. Pero lo más importante en este caso es la completa falta de iniciativa política y de lucha de este espacio. Desde el 21F, cuando llamaron a “votar bien en 2019”, no hicieron más nada, o dicho de otro modo, acompañaron la política de enterrar las luchas obreras.


La foto de Moyano con Cristina, en el plenario del impresentable Pignanelli, del Smata -que fuera candidato a la CGT de Macri-, es una postal de prontuario y de urgencias mutuas, más que un alineamiento político que ofrezca alguna perspectiva a los trabajadores. De iniciativa de lucha, nada. Dos pruebas ácidas son la paritaria de la poderosa Bancaria, una de las más bajas del país, firmada por la cabeza de Corriente Federal. La otra, que ante el brutal ataque al derecho de huelga que significa la multa de 1.000 millones de pesos con intereses, por no acatar una conciliación, Moyano por toda reacción hizo una presentación a la Justicia, por medio de “Huguito”, en lugar de convocar a un plenario de sindicatos para un plan de lucha, cuando se trata de un ataque a todo el movimiento obrero.


Las grandes movilizaciones docentes y populares contra la conciliación en la provincia y por la masacre de Moreno, al igual que la huelga general docente universitaria y los paros en Santa Cruz, muestran voluntad de lucha. Pero tenemos que batallar para sacarlas del aislamiento, en dirección a una irrupción de conjunto de los trabajadores.


En este marco, el reagrupamiento que los sectores clasistas y antiburocráticos se dieron en Lanús, adquiere una enorme importancia, como punto de referencia ante todos los trabajadores para luchar por una respuesta de todo el movimiento obrero, mediante una fuerte agitación política y fabril a la par de las iniciativas de reagrupamiento.


Más que nunca, cuando la CGT prepara un plenario trucho de autoproclamación el 29 de agosto, exijamos un Congreso de Delegados mandatados por asambleas de bases de todos los sindicatos, para debatir un programa obrero de salida a la crisis: ante los despidos, que se repartan las horas de trabajo sin afectar los salarios, reapertura de paritarias para indexar los salarios que deben cubrir la canasta familiar, aumento de emergencia a los jubilados, ocupar las fábricas que cierran y despiden. Por un paro activo nacional de 36 horas, por un plan de lucha, para que la crisis la paguen los capitalistas. Fuera el FMI, por una salida de los trabajadores.